Memorias de una solitaria

Que tontería es esa de sentirse culpable. Aquí solo hay un culpable y ese es Luis. Luis ya llevaba tiempo pensando en Nieves como un alternativa a Claudia y ella le dio la excusa perfecta para irse corriendo a buscarla. Si Claudia no se hubiera enterado por el teléfono de Luis, de la relación que tenía con Nieves, nunca se hubiera inventado esa pequeña infedilidad. Ella estaba dispuesta a soportar las infedilidades de Luis, y quería saber si Luis podría soportar la suya. Claudia lo puso a prueba y Luis simplemente, no la superó.
 
Si Luis había decidido romper la relación yo aceptaba y apoyaba su decisión intentando dejarle claro que romper era acabar para siempre.
Puedes aceptarlo, resignarte, lo que quieras, pero ese "apoyaba SU decisión" es surrealista en la mente de una persona a la que le han roto el corazón ¿Quién demonios "apoya" eso? Parece que hable la conciencia de Luis justificándose "Ella apoyaba mi decisión". Esa expresión no cabe en alguien que ha vivido lo que nos cuenta que acaba de vivir Claudia.
 
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En fin, triste y deprimente, el camino que ha tomado el relato y no es solo por la ruptura, al final todo va de repartir culpas y errores "imperdonables" planteando una equidistancia, donde no la hay ni por asomo. La "degradación" del personaje es muy penosa. He intentado volver a leerlo como si no existiera la otra historia, y nada tiene sentido, esta historia no se aguanta por sí misma y la protagonista parece más una secundaria de un protagonista omnipresente. Me cuesta mucho de leer, y mira que me esfuerzo por comprender, poner en contexto y mantenerme como observador imparcial, pero no hay manera, a veces pienso que esta historia debería estar en la sección "Gente triste y penosa que te baja la trempera". A ver si remonta, aunque empiezo a perder la esperanza.

Al menos esa es mi opinión, una historia triste y deprimente, por la situación planteada y por el personaje que se ha construido. Si la intención del autor era crear este estado de ánimo en el lector, le felicito, en mi caso lo ha conseguido.
 
¿Por qué una relación de algo más de un año que se concentró en realidad en pocas semanas reales de pareja me había marcado tanto la vida? No podía seguir viviendo a expensas de un tío que hacía años que no veía. Tras mi ruptura con Borja vivía pensando que cualquier día me encontraría a Luis de frente. Por Sevilla y su área metropolitana se mueven casi dos millones de personas, pero en ciertos ámbitos no es tan difícil cruzarse con alguien.

Temía encontrármelo en el supermercado, la caseta de feria del doctor García o incluso en Semana Santa, como cuando unos años antes un Lunes Santo un nazareno parecía buscarme con la mirada en una de las cofradías de su barrio. Porque a pesar de la intensidad de su relación, Luis era muy celoso de su intimidad. Nunca me presentó a sus padres. Creo que ni les habló de mí y aunque yo sabía que disfrutaba mucho de las fiestas de la ciudad nunca me hablaba de qué hacía. Ni siquiera me dijo cuál era su hermandad, aunque también es cierto que mientras compartíamos residencia en Granada eso era algo que me importaba un rábano.

Mi fracaso con Borja no había sido culpa de Luis. Ni mía. Simplemente no habíamos encajado. Que yo descubriera que no estaba enamorada de él como lo había estado de Luis simplemente me abrió los ojos y dejé de forzar una situación que ya no me llenaba.

Además según avanzaban los años de residencia mis responsabilidades iban aumentando y una vez más en mi vida le di mayor importancia a mi trabajo que a mi vida personal tan torcida desde los tiempos en que empecé a tontear con el Negro y que ya quedaban tan lejanos.

La primera vez que hice una guardia sin mi adjunto estaba atacada. Afortunadamente por mi especialidad sólo tenía que intervenir ante una crisis cardiovascular grave: un cateterismo de urgencia, un infarto por obstrucción o síntomas muy evidente de ictus. Y por suerte los urgenciólogos eran muy eficaces y apenas nos avisaban salvo que se vieran desbordados. Además si había que intervenir siempre contábamos con la ayuda de los intensivistas de la UCI.

Otra gran ayuda eran las enfermeras. Algunas con tanta experiencia y tan eficientes que desde el respeto me ayudaban en el diagnóstico y hasta en el tratamiento en algunos casos ganándome el cariño y su amistad. Pero tras unos meses disfrutando de la amistad y colaboración de Adela, se jubiló coincidiendo en los turnos con un enfermero algo más joven que yo.

Al principio temí que la falta de experiencia de ambos nos hiciera equivocarnos, pero Edu resultó ser eficiente y muy serio en su trabajo aunque en los descansos se mostrara afable y divertido.

En el hospital se rumoreaba que en los dos años que llevaba como enfermero había tenido bastantes conquistas entre las enfermeras jóvenes pero conmigo siempre se mostró respetuoso y muy formal. Y no las juzgaba. El niño estaba verdaderamente muy bien y con su carácter ganaba puntos. Pero si siempre he evitado relaciones con compañeros, tras lo de Borja aún más.

Lo interesante es que empezó a surgir una buena amistad y a ganarnos la confianza mutua pues las horas muertas de espera en las guardias nos las pasábamos charlando cuando uno de los dos no aprovechaba para dormir. Así empezamos a hablar de nuestras vidas.

Edu no escondía que había tenido sus historias en el hospital e incluso en la facultad, pues en la escuela de Enfermería había 9 chicas por cada estudiante masculino, y con una sonrisa reconocía que además muchos eran gays por lo que la ratio era tan elevada que los pocos futuros enfermeros heterosexuales estaban muy demandados. Sin embargo él durante el primer año de carrera había intentado mantener la relación que había iniciado en su pueblo con su novia del instituto y había acabado muy mal por los celos de ella.

Yo me sinceré con él refiriéndole mi mala experiencia al separarme de Luis. Me sentía muy a gusto con Edu y nuestra juventud nos ayudaba a tener una complicidad especial. Él me reconocía que tras su mala experiencia de pareja ya no había querido nada serio y que lo dejaba siempre muy claro cuando alguien se le insinuaba o declaraba abiertamente. Yo evidentemente le reconocí que tras mi fracaso con Borja en lo último que pensaba era en una relación en ese momento. Además no quería saber nada de hombres, a lo que él respondía que con mi belleza podría tener lo que quisiera, gesto que yo interpretaba como una forma de adularme por nuestra amistad.

Que Edu estaba muy bueno no había duda. En nuestras charlas me contaba que cuando llegó a la ciudad a estudiar necesitaba encontrar alguna actividad que le hiciera gastar la adrenalina que le generaba el estrés del estudio y tras probar algún gimnasio, natación y hasta bicicleta se decidió por la práctica del remo, tan habitual en la ciudad en los distintos clubes que jalonan el río. Me decía que según el horario que tuviera esa semana todos los días entresemana corría una hora de camino al club, después hacía ejercicios en el gimnasio para terminar entrenando unas veces individualmente y otras en equipo cruzando el río desde la esclusa hasta el tapón de San Jerónimo en los más de 10km de la dársena del río.

Y se le notaba. Estaba como un queso. Por la abertura de su pijama asomaban unos pectorales bien formados. Pero yo no lo miraba con los mismos ojos que otras compañeras que como se rumoreaba en el hospital ya se lo habían beneficiado.

Pero un día desayunando con otra compañera de residencia de otra especialidad me empezó a preguntar si no me ponía nerviosa trabajar con él. Yo no entendía la pregunta y ella se aclaró:

-Hija de mi vida ¿es que no estás hecha de carne? ¿Te pasas horas mano a mano con él con el pijama de trabajo y no te hierve la sangre?

-Lo veo como un compañero. No más- respondí.

-Pues yo sabiendo que está soltero no desaprovechaba la ocasión. ¿Conoces a Pastora de UCI?

-Sí, claro.

-Se lo ha tirado. Y dice que aparte de estar bueno es una máquina follando.

-Tía, jajajaja, que es mi compañero. No me des detalles.

-Detalles…- miró a los lados y se acercó a mi oído para hablarme con más privacidad- Pastora dice que tiene una polla de campeonato.

-Jajajajajaja, pero qué brutas. Anda, anda. No me cuentes esas cosas.

-Seguro que desde que dejaste a Borja no has tenido ni un mal rollo.

-Tampoco me hace falta.

-No seas tonta. Eso nos hace falta a todas. Y tú te pasas horas con él en el cuarto de descanso. Yo ni me lo pensaba.

-Pues tíratelo tú.

-Si no tuviera novio no lo descartaba…

Reímos a coro y nos despedimos para volver al trabajo. Cuando me fijé en Edu empecé a verlo con otros ojos y eso me cortaba. Me gustaba más cuando simplemente hablábamos como compañeros.
 
Esa tal Pastora no era una amiga en común de Luis y de Alba que algunas veces se quedaba a dormir con ellos?

Me suena eso, que trabajaba en el hospital y que tenía un lío con un hombre casado o algo así.
 
Que una amistad me hable tan bien de otra sobre su estado físico y sus habilidades, me parece muy obvio que fue idea de Edu para que Claudia caiga.

Esa es una estrategia típica
 
Bueno, un poco de aire fresco en el relato. Menos mal.

A ver si remonta, esto parecía una final de la Europa Ligue en la que el Sevilla fuese perdiendo por 2 a 0, y con los jugadores empecinados en lamentarse de sus "infortunios", el tiempo para la remontada se acaba. Parece que el "entrenador" ha renovado algunos jugadores y ha introducido novedades en el campo, a ver si cambia el sentido del partido, y la actitud de algunos jugadores. La esperanza nunca se pierde, aunque aún habrá un par de sustos, seguro. A ver, a ver, un poco de emociones positivas se agradecerían.

Me ha gustado cómo el autor ha vuelto a pasearnos por su Sevilla con la escusa de la rutina de entrenamiento de Edu, eso se le da bien.
 
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Lo del buen ambiente del hospital y el respeto y admiración entre médicos de diferentes especialidades y enfermeros ha quedado muy bien, es reconfortante esa imagen cuando te diriges a urgencias y piensas que ahí vas a encontrar un mundo ideal de colaboración y respeto que pondrá tu salud por delante de todo.

¡Qué bonito!

No obstante conviene recordar que son personas, no santos, y hay de todo, como en botica. Si no fuera por los protocolos que orientan los modos de actuar de cada uno, las soberbias, las envidias, la vanidad y los rencores camparían a sus anchas por los pasillos de urgencias, bueno, por ahí andan pero escondidos entre las cortinas de los boxes, o tras una falsa sonrisa.

Por cierto, un donativo cultural. "... de todo, como en botica ..." En Sevilla llamaban "boticas" a las casucas de mujeres de vida alegre situadas en el barrio de las Mancebías hasta principio del siglo XVII, entre las calles Zaragoza y Santas Patronas, y a la que se accedía a través de la calle "de las Boticas", actual calle Mariano de Cavia. Allí se reunían todo tipo de mujeres de vida licenciosa, era un lugar donde un hombre podía encontrar "de todo". Me imagino la escena del marido saliendo de casa, y cruzándose con su santa esposa que volvía de misa con la mantilla cubriéndole la cabeza:

- ¿Dónde vas Hernán?
- Voy a la "Botica" a por un remedio para el dolor de huevos que me provocas.
- ¿Cómo dices eso Hernán? Si mi comportamiento no merece reproche y yo no te he hecho nada malo, soy una esposa ejemplar sierva de Dios, de nuestro señor.
- Pues por eso precisamente, porque no me haces nada, ni malo ni bueno, sin permiso de tu confesor ...

Aunque el dicho, evidentemente, se refiere a las boticas de los boticarios, donde podías encontrar todo tipo de remedios para cualquier mal, aunque lo de las "boticas" de Sevilla se non è vero, è ben trovato.
 
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Pues ahora en la calle Zaragoza lo que hay es un restaurante llamado la Taberna del Alabardero en la que obtuve una diplomatura de Cocina. Además de otras tiendas de ropa y diversas utilidades.
Los burdeles de la Mancebía se cerraron por la Real Pragmática del 10 de febrero de 1623 de Felipe IV. Las "boticas" en las que ejercían las prostitutas eran casas de alquiler que pertenecían, principalmente, a instituciones religiosas y por las que cobraban un alquiler. La propiedad es muy posible que siga siendo la misma, los negocios, evidentemente, son otros, la moral cambia, pero la codicia permanece.

Por cierto, las Mancebías tenían una "función social", la de evitar los malos tratos de algunos maridos hacia sus devotas esposas cristianas, favoreciendo su "desahogo" fuera del matrimonio. Así también podían realizar prácticas que en casa no podían, como la sodomía, mal vista en una esposa cristiana.
 
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Me daba pena que Edu y yo pudiéramos perder la amistad que teníamos y nuestras charlas porque hubiera cambiado mi percepción física de él. Así que yo intentaba disimular los repasos que le daba aparentando comportarme como antes de la charla con mi compañera.

Parece un tópico el tema de la supuesta promiscuidad del personal sanitario. Pero la suma de estrés, angustia, responsabilidad y en algunos casos juventud lleva al personal a buscar formas de liberar esa tensión. Una noche de juerga o un largo café en ocasiones sirve. Pero hay ocasiones en que es necesario algo más y el sexo termina siendo un escape, incluso más que una terapia psicológica.

En el caso de Edu aquello encajaba perfectamente. En la horas que pasábamos charlando nuestra confianza superó algunos límites de lo que se considera una camaradería de compañeros de trabajo. Me contó como durante la carrera trabajó de camarero para sacarse algo de dinero los findes de semana hasta que empezara las prácticas. Por supuesto, con su físico le resultó fácil trabajar en una discoteca y aunque le tocaba lidiar con más de una borracha que quería beneficiárselo allí mismo me reconoció que fue una época donde encontraba compañera de cama con facilidad con chicas que tras una charla en la barra lo esperaban a la salida o con las que se intercambiaba el teléfono.

Una carrera muy distinta de la mía tal y como yo le explicaba al decirle que yo salvo el tiempo que había estado con Luis, apenas había tenido un par de revolcones en toda la carrera. Él me decía que no debían faltarme pretendientes pero yo le reconocía que el límite siempre lo ponía yo.

Escucharlo hablar así me levantaba el ánimo y además me cortaba por pensar que yo me pudiera plantear algo con él cuando él era una persona tan abierta y sincera conmigo. De hecho me explicó que en más de una ocasión chicas quisieron asentar su relación pero que él tras la mala experiencia con su exnovia no pensaba en emparejarse con nadie. Si era algo que tuviera que venir ya llegaría pero ese era su momento. Por supuesto, que le di la razón tras mi experiencia con Borja. Aunque había una diferencia entre él y yo: él disfrutaba del sexo asiduamente mientras que yo vivía una castidad autoimpuesta que ni yo misma sabía explicar.

Un día la guardia estaba siendo muy aburrida y ya llevábamos más de una hora en la sala de descanso sentados tomando café cuando quizá por sacar un tema de conversación Edu me preguntó si tenía algún tatuaje. Respondí que no.

-Pero ¿te gustaría?

-Pues no lo he pensado nunca. No cuido demasiado mi imagen- respondí.

-Pues deberías, doctora.

-Vaya forma de decirme fea.

-Jajajajaja. Todo lo contrario, eres muy guapa y deberías presumir más de ello.

¿Me estaba tirando los tejos? Me quedé muy cortada y no sabía qué responder, así que para que no se diera cuenta pregunté yo:

-¿Y tú tienes?

-Sí. Tres.

-Entonces te gustan.

-En el equipo de remo nos hemos ido juntos a hacérnoslos.

-¿Y qué son?

De forma inesperada se puso de pie y se quitó la parte de arriba del pijama. Madre del amor hermoso. ¡Cómo estaba mi compañero¡ ¿Tatuajes? Con ese cuerpazo en lo que menos me iba a fijar era en los tatuajes. Joder. No quedaba un músculo que no se dibujara en su piel depilada seguramente para la práctica deportiva. Daban ganas de arañarle el pecho.

Él con total naturalidad se dio la vuelta y me enseñó la espalda. En el omóplato tenía un pequeño tatuaje.

-Este es un rayo, así me llaman en el equipo…

De nuevo de frente a mí sólo veía el increíble torso perderse en unas abdominales enmarcadas entre oblicuos en una cintura estrecha.

-Y este es el escudo del club de remo, nos lo hicimos al ganar una competición…

Casi ni me fijé cuando me asustó bajándose el pantalón del pijama y me mostró más abajo del ombligo otro tatuaje incompleto del que fui incapaz de reconocer su forma.

-…y aquí el pulpo que no te puedo enseñar entero porque me llega a la churra.

Se tapó y se puso la parte de arriba como si nada mientras yo boquiabierta sólo era capaz de decir:

-Pues te quedan muy bien, quizá algún día yo me haga uno.
 
Jajajajaja a pesar de la experiencia de Claudia, que no es poca, cae en las típicas maniobras de ligue. Lo digo porque una vez cuando era muy joven y más tonificado, hice lo mismo, pero en esa ocasión ella era mayor que yo y me puso en evidencia y me hizo poner rojo 😁 (igual follamos pero ese no era el punto).
 
Cada vez me ponían más nerviosa esas conversaciones con Edu. Pero a la vez sentía curiosidad por saber más de su vida. Así supe que con Pastora, la enfermera de UCI había echado varios polvos hasta que él decidió no repetir pues ella se estaba encaminando a una relación fija. Me reconoció otro día que en realidad él no buscaba esas relaciones pero que si dejando las cosas claras una mujer que le gustara se las proponía terminaba echando algún polvo.

Su sinceridad era sorprendente y yo no sabía como interpretarla. Ciertamente yo era de las pocas mujeres jóvenes del hospital que no flirteaba con él y eso le hacía valorarme por encima. Pero yo en ocasiones no sabía como interpretar ciertos comentarios que me lanzaba hacia mi belleza, mi forma de vestir o preguntándome por mis antiguas relaciones.

De hecho no entendía que alguien joven como yo no saliera por las zonas de marcha de la ciudad tras explicarle que mis salidas nocturnas los días libres eran generalmente cenas en algún restaurante o en casa del doctor García u otras amistades. Se propuso sacarme de marcha para divertirme de verdad. Con alguien con su currículum era difícil no pensar que en esa diversión no incluyera el sexo. Pero tampoco él me tiraba abiertamente la caña.

Y llegó la invitación. Para mi sorpresa y facilitándome muchos las cosas preparó una quedada de personal del hospital para salir a cenar y terminar en una famosa discoteca de la ciudad en la Isla de la Cartuja. Me costó admitir que me lo estaba pasando muy bien pero fue la realidad. Y Edu era el alma de la fiesta.

Acostumbrado a los locales de marcha por su trabajo vi como se quitaba a las moscas que revoloteaban alrededor suyo y algunas eran niñas espectaculares. Cuando le pregunté por qué no aprovechaba me respondió que había salido con amigos. Ese comentario me satisfizo sobremanera demostrándome que no era una persona que antepusiera el sexo como una prioridad aunque disfrutara de ello cuando le apetecía y alguien le agradaba.

Su actitud me hizo replantearme la mía propia. Uno de los motivos del enfriamiento de mi relación con Borja había sido el sexo como rutina. Cuando estábamos juntos echábamos un polvo simplemente porque tocaba. Y yo nunca había sido así. Si hasta me fui en busca del Largo con la clara intención de follármelo con aquella edad. La responsabilidad me había vuelto una persona aburrida y además mi precaución a dejarme arrastrar a una relación, mi pánico a enamorarme y repetir el error cometido con Luis, me cerraba demasiadas puertas. No había cumplido aún 30 años. Me quedaba mucho por vivir. Llevaba casi 10 años cargando con la losa de ese error y Edu me estaba demostrando que había que vivir la vida: salir más, relacionarme con más gente, y quien sabe si incluso echar algún polvo.

Me lo tomé tan en serio aquella noche que entre risas y bailes me tomé alguna copa de más teniendo que dejar el coche aparcado en la discoteca y regresando a casa en un taxi cuando ya el cuerpo no pudo más. La resaca no fue tan terrible y al día siguiente aproveché para hacer ejercicio y recoger el coche.

Aconsejada por Edu me volví a apuntar a un gimnasio y hasta a clases de bailes latinos cuando el horario de trabajo me lo permitía. Cuando se lo conté a la mujer del doctor García me alabó el cambio y cuando vio una foto que le enseñé de Edu me puso colorada alabando las virtudes físicas del enfermero.

Pero tanta actividad empezó a pasarme factura. Entre las horas de pie en el trabajo y el ejercicio las mañanas que iba al gimnasio las agujetas se convirtieron en compañeras habituales. Y mis músculos, infrautilizados demasiado tiempo empezaron a quejarse con alguna contractura. Edu se reía y me daba consejos de buen deportista. Pero un día tenía tal dolor en la espalda que no sabía que postura poner al sentarme. Edu se dio cuenta y con su dedo me encontró una buena contractura en la espalda.

Se ofreció a darme un masaje pues él por el fuerte entrenamiento de remo estaba habituado a ayudar a otros compañeros cuando no contaban con un fisio. Me iba a negar pero punzando con su dedo en el nudo me sacó una muesca de dolor y al final accedí en una de las camillas que usamos para descansar en la salita que disponemos para ello en la planta de cardiología del hospital.

Afortunadamente suelo llevar una camiseta ajustada o un sujetador deportivo para ir más cómoda en las largas horas de pie en el trabajo así que quitarme la parte de arriba no me iba a provocar un problema de pudor. Ese día llevaba un sujetador deportivo gris que el propio enfermero metido a fisioterapeuta validó en cuanto a comodidad y sujeción de la espalda.

Tengo que reconocer que tenía buenas manos y cuando mis músculos empezaron a reaccionar relajándose ante sus masajes no me di cuenta de que empecé a gemir agradeciendo su atención a mi dolorida espalda. Pensé que si alguien nos oía pensaría que estábamos haciendo cualquier otra cosa de modo que acompañé los gemidos con órdenes para que sus manos acudieran a la zona más próxima a la contractura.

Su masaje fue muy profesional ciñéndose a espalda y hombros y evitando rozar mis tetas. Incluso cuando levantó ligeramente mi sujetados para pasar la mano por debajo, pues los deportivos no suelen tener cierre, lo hizo con bastante delicadeza. Recuerdo algún masaje con mas intención de sobarme del que me dio Edu.

Vale, pasó algo más. Me imaginé que Edu sería igual de efectivo practicando sexo y me mojé levantándome acalorada a ponerme la parte de arriba de mi pijama verde de médico e ir al baño a echarme agua para quitarme el sofoco. Joder y yo pensando en el pulpo…
 
Parece que nunca se le va a ir ese sentimiento de culpa. No fue ella, fue él, pero no niego que Claudia lo podía haber hecho mejor. Pero es muy fácil opinar a toro pasado. El caso es que Luis no pasó la prueba de confianza, esencial para que una pareja funcione, y el error fue de Luis no de Claudia.

I ❤️ Claudia
 
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