Memorias de una solitaria

Con Edu nuestro primer polvo y mañana durmiendo juntos había sido bastante esclarecedor. Había algo entre nosotros que ni yo misma era capaz de definir por lo que tampoco podía exigírselo a él. Sólo sabía que me encantaba pasar tiempo con él y evidentemente acabar follando. Además como en el trabajo todo el mundo daba por hecho que ya había ocurrido algo entre nosotros cuando realmente pasó tampoco hubo necesidad de explicar nada si la gente nos veía salir juntos en un mismo coche.

Yo no había tenido sexo desde que había roto con Borja y los dos momentos vividos con Edu me habían hecho volver a darme cuenta de algo muy básico y es que lo echaba en falta. Aunque también dejaba en muy mal lugar al pobre Borja, tan buena persona, pero tan aburrido en el fondo. Con Edu había una complicidad ya olvidada acentuada por el deseo que su presencia me provocaba.

El día que nos estrenamos en mi cama tras dormir el resto de la mañana acabamos follando otra vez por la tarde de una forma que no parecía la propia de dos personas que están conociéndose todavía desde el punto de vista sexual. Y es que cuando Edu me puso a cuatro en la cama y empezó a darme caña por detrás no dejé de gemir y gritar hasta que me fallaron las piernas de placer. Y es que sentir como mi toro de cojones gordos me montaba por detrás mientras sus brazos se apoyaban en la cama a ambos lados de mi cuerpo me hacía sentir una verdadera hembra en celo seducida por el macho alfa que había vencido al resto de la manada.

Edu había despertado una libido olvidada en mí. Apenas me masturbaba y los días después de aquellos polvos me autoestimulé varias veces alcanzando el clímax sólo recordando los polvos echados. Aunque también sabía que no era un sentimiento exclusivo mío pues suponía que todas las chicas que había estado enrolladas con él habrían vivido las mismas sensaciones. Aunque seguro que ninguna necesitaba que le limpiaran las telarañas como a mí que casi había visto atrofiado mi deseo sexual en los meses anteriores.

Un de aquellas tardes en que nuestros turnos no eran 100% coincidentes no dudé en provocarlo en el mismo vestuario donde le había hecho la mamada en la que puse mis cartas sobre la mesa y simplemente bajándome el pantalón del pijama y las bragas me empotró contra la pared dejándome las piernas flojas para el resto de la guardia.

El sexo entre nosotros funcionaba bien. Muy bien. El problema empezó a ser el de convivencia y no porque nos lleváramos mal ni mucho menos, sino por los mundos tan distintos en los que nos habíamos movido los años anteriores. Pero vayamos por partes, pues todo fue progresivo.

Edu y yo sólo dormíamos juntos los días en los que teníamos sexo. Algo común en una pareja que empieza y además no tiene otras pretensiones. De hecho la vez que me empotró en el vestuario casi nos pillan a pesar de que me tapó la boca con su mano para enmudecer mis gemidos mientras me percutía por detrás, pero es difícil de explicar lo que sentía cada vez que sus caderas hundían su polla completamente en mis entrañas. Por eso llegamos a la conclusión de no follar en el trabajo, y más viviendo yo sola.

Una noche vino a casa al terminar su turno para verme pues yo había descansado ese día. Preparé una cena fuerte para alimentar a ese cuerpo cansado de toda la jornada de trabajo y mientras comía le lancé una pregunta que no se esperaba:

-¿Estás follando con alguien más?

Su mirada pasó de la sorpresa a la molestia y respondió con un evidente “claro que no”. Ante su incomodidad me expliqué:

-Edu, confío en ti. No son celos. Es que quiero hacerlo a pelo contigo y no quiero riesgos…

Su rostro se relajó y sin más no terminó la comida. Se levantó me tomó en brazos y emulando la frase de película me respondió:

-Como desees…

Me llevó hasta la cama donde sin miramientos me quitó el pantalón de chándal y las bragas y me comió el coño hasta que le empapé la cara para una vez satisfecho de su logro, verdaderamente fácil con esos labios carnosos y esa lengua larga, se desnudó para colocarse entre mis piernas y hacerme sentir por primera vez ese pollón sin preservativo abrirse paso en mi coño empapado hasta dejarme muda por falta de aire. Era increíble sentir como su glande hinchado empujaba hasta el cuello de mi útero haciéndome gritar de placer.

Perdí la cuenta de las veces que me corrí hasta que Edu me preguntó que donde quería que se corriera y ante mi incapacidad para responder levantó mi camiseta regándome la barriga y el pubis con su semen espeso.

Cuando tras terminar me besó y se fue al baño a limpiarse y buscar papel para limpiarme a mí, entre temblores de placer me pasaron dos ideas totalmente opuestas.

La primera, que ojalá se hubiera corrido dentro y sentirlo hasta el final. La segunda, ¿cómo ese corpachón musculoso podía tener ese culo tan chico? Estaba claro que había quedado satisfecha y sonriente.
KAMIKAZES !!!!!!!!!!!!!!!!! claudia tomate la pildora, el anilo o lo que sea y folla tranquila, que se corran dentro es lo mejor, y alba tambien deberia tomar nota, lo de que se salgan pa correrse corta el rollo un monton, despues de de la corrida un buen 69 tambien es la kaña, y despues comerse bien la boca, flipareis !!!!!!!! jajaja
 
Por el tipo de personal, ese local lo debe frecuentar una tal .... Marta ... o, tal vez, Marta sea la camarera con las tetas y los morros operados. Después de dejar a Luis ya no debió levantar cabeza, de musculito en musculito hasta llegar al bar de los remeros.
 
Por el tipo de personal, ese local lo debe frecuentar una tal .... Marta ... o, tal vez, Marta sea la camarera con las tetas y los morros operados. Después de dejar a Luis ya no debió levantar cabeza, de musculito en musculito hasta llegar al bar de los remeros.
A que resulta que la camarera es la cajera del supermercado…
¿O esa era de granada?
Estaría divertido que algunos de los líos de luis estuviera relacionada con Claudia de segundas.
Como la amiga enfermera o doctora que estaba liada con otro médico.
Y ahí las dos cuchicheando sobre un chico con tabletita y juguetón.
 
Mientras abría su cremallera para buscar su churra Edu parecía incómodo.

-¿Es que nunca te han comido la polla en un coche?

-Eres tú la que me sorprendes…no me esperaba…ufff- dijo al sentir mi mano fría colarse en su calzoncillo.

En realidad esta era la primera polla de verdad que me iba a comer en un coche pues lo del Negro había perdido esa categoría en comparación. Además, ahora tocaba disfrutar, no hacer algo forzado.

-¿Es por lo que te he contado de la camarera?- seguía preguntando extrañado mientras ya bajaba mi cabeza para saborear su polla aun alicaída y que pensaba resucitar con mi boca.

Para demostrarle que era el capricho y el morbo lo que me llevaba a practicarle una felación callejera en mi coche gemí mientras mi lengua rodeaba su glande ya descubierto por la acción de mi mano y lo apretaba con mis labios y mi lengua para sentir como se endurecía.

-¿Y si te lo hubiera pedido yo?- preguntó entre gemidos mientras mi boca ya era incapaz de contener toda la longitud de su hermoso falo.

No perdí el tiempo en contestar pues está feo hablar con la boca llena pero supongo que entendió mi respuesta cuando empecé a subir y bajar la cabeza para mamar ese pollón.

-Claudia, para, para que viene gente…-dijo nervioso mientras yo seguía con mi trabajito pero me dio igual.

Efectivamente oí pasos con zapatos de tacón y una risa entre cuchicheos. Dejé mi plato un instante y mirándolo a los ojos con cara de traviesa respondí:

-A mí no podían verme la cara…

Le saqué la lengua y bajé la cabeza para retomar mi chupachup. Pero Edu me detuvo con su fuerza.

-Estás siendo hoy una niña mala…

-¿Y me vas a castigar?- respondí con teatralidad- Porfa, porfa…jajajaja.

Sin decir nada Edu se guardó la polla en el calzoncillo y de forma inesperada se salió del coche. Pensé que estaba enfadado. Pero tras rodear el coche abrió mi puerta y me sacó tirando de mi mano. Sin darme tiempo a protestar me plantó un beso clavándome la lengua hasta la campanilla y no permitiéndome reaccionar abrió la puerta trasera y me hizo entrar dejándole sitio.

Tras cerrar la puerta me dijo que me iba a castigar de verdad. Intentó bajarme el pantalón pero mis caderas no lo permitían, así que colaboré soltando el botón y la cremallera. Edu los bajó desnudando mis nalgas y mi coño pero me hizo echarme sobre sus rodillas y me dio un cachete en la nalga.

A mí me entró la risa nerviosa. Menos mal que no nos vio nadie en ese momento porque podrían haber llamado a la policía pensando que era otra cosa cuando me dio un buen cate en la nalga amortiguado por mi risa.

-¿No tienes bastante? Pues te vas a enterar…

Me hizo poner de rodillas apoyada en el respaldar del asiento trasero. Él se colocó detrás aunque apenas cabía por su corpulencia. La suerte de tener un coche relativamente alto colaboró. Sentí como se bajaba el pantalón y dirigía su polla todavía húmeda por mi saliva a mi raja empapada desde que había empezado a mamar.

Sin miramientos me clavó la polla haciéndome gritar de placer y con un ritmo endiablado me folló. Los cristales se empañaron, pero el movimiento del coche y mis gritos no dejaban lugar a dudas de lo que ocurría dentro de mi Opel Meriva. Me estaba reventando a pollazos. Edu estaba especialmente enardecido y para mi sorpresa, a pesar de que solía aguantar bastante, me avisaba de que no iba a aguantar mucho porque lo había puesto muy caliente.

Esa confesión fue el pistoletazo de salida de mi orgasmo que avisado por los calambres que me recorrían la espalda y las piernas me hizo soltar un gritito ahogado sólo interrumpido por el frenético chocar de las caderas de Edu contra mis nalgas y el chapoteo de su polla en mi coño convertido en un manantial de flujos que debían estar empapando sus cojones.

Perdí la fuerza de los brazos con mi cabeza apoyada en la bandeja del maletero hasta que le rogué con un hilo de voz que parara pues era un placer casi doloroso. Edu me ayudó a sentarme con las piernas recogidas de lado y la cabeza caída en el reposacabezas del asiento central. Él se puso de rodillas a mi lado.

Con la respiración entrecortada, el corazón a revientacaldera y el chocho contrayéndose me di cuenta de que su polla quedaba al alcance de mi mano y él no se había corrido. La agarré y empecé a pajearlo con cierta torpeza por lo que Edu tomó mi mano dirigiéndola de forma que él marcaba el ritmo pero eran mis dedos los que rodeaban su pollón brillante por mis flujos. Se masturbaba con mi mano haciéndome sentir su potencia. Era todo un espectáculo ese trozo de carne grande y caliente descapullado e hinchado con sus venas marcadas rodeado por mi minúscula mano y su manaza.

Sus resoplidos me avisaban que le faltaba poco. Tuve la suficiente conciencia en ese momento de darme cuenta de que con sus corridas tan abundantes me iba a poner el coche y la ropa perdidos, así que volviendo al principio me incliné hacia adelante posando mis labios en su glande.

Un gruñido fue el inicio de su orgasmo. Era increíble sentir como su manguera se contraía justo antes de lanzar un primer goterón de semen caliente y espeso al que siguieron 5 o 6 contracciones más previas a cada descarga que contenía dentro de mi boca con dificultad. Cuando dejó de escupir y Edu se dejó caer en el asiento cansado de llevar tanto rato encorvado contra el techo de mi coche sentí que se me escurría por la barbilla su esperma. Mientras intentaba tragar lo que contenía mi boca con mi dedo recogí el goterón que peligraba caer llevándolo a mi boca ante su satisfecha mirada.

Cuando nos relajamos, en vez de vestirnos e irnos nos quedamos un rato abrazados charlando en el asiento trasero. Ahí Edu me reconoció que verme recoger su semen con el dedo y llevármelo a la boca había sido lo más morboso de toda la noche. Yo sin censura le reconocí que saber que había tenido algo con la camarera me había puesto cachonda. Y es que con él casi todo llevaba al sexo.
 
Mientras abría su cremallera para buscar su churra Edu parecía incómodo.

-¿Es que nunca te han comido la polla en un coche?

-Eres tú la que me sorprendes…no me esperaba…ufff- dijo al sentir mi mano fría colarse en su calzoncillo.

En realidad esta era la primera polla de verdad que me iba a comer en un coche pues lo del Negro había perdido esa categoría en comparación. Además, ahora tocaba disfrutar, no hacer algo forzado.

-¿Es por lo que te he contado de la camarera?- seguía preguntando extrañado mientras ya bajaba mi cabeza para saborear su polla aun alicaída y que pensaba resucitar con mi boca.

Para demostrarle que era el capricho y el morbo lo que me llevaba a practicarle una felación callejera en mi coche gemí mientras mi lengua rodeaba su glande ya descubierto por la acción de mi mano y lo apretaba con mis labios y mi lengua para sentir como se endurecía.

-¿Y si te lo hubiera pedido yo?- preguntó entre gemidos mientras mi boca ya era incapaz de contener toda la longitud de su hermoso falo.

No perdí el tiempo en contestar pues está feo hablar con la boca llena pero supongo que entendió mi respuesta cuando empecé a subir y bajar la cabeza para mamar ese pollón.

-Claudia, para, para que viene gente…-dijo nervioso mientras yo seguía con mi trabajito pero me dio igual.

Efectivamente oí pasos con zapatos de tacón y una risa entre cuchicheos. Dejé mi plato un instante y mirándolo a los ojos con cara de traviesa respondí:

-A mí no podían verme la cara…

Le saqué la lengua y bajé la cabeza para retomar mi chupachup. Pero Edu me detuvo con su fuerza.

-Estás siendo hoy una niña mala…

-¿Y me vas a castigar?- respondí con teatralidad- Porfa, porfa…jajajaja.

Sin decir nada Edu se guardó la polla en el calzoncillo y de forma inesperada se salió del coche. Pensé que estaba enfadado. Pero tras rodear el coche abrió mi puerta y me sacó tirando de mi mano. Sin darme tiempo a protestar me plantó un beso clavándome la lengua hasta la campanilla y no permitiéndome reaccionar abrió la puerta trasera y me hizo entrar dejándole sitio.

Tras cerrar la puerta me dijo que me iba a castigar de verdad. Intentó bajarme el pantalón pero mis caderas no lo permitían, así que colaboré soltando el botón y la cremallera. Edu los bajó desnudando mis nalgas y mi coño pero me hizo echarme sobre sus rodillas y me dio un cachete en la nalga.

A mí me entró la risa nerviosa. Menos mal que no nos vio nadie en ese momento porque podrían haber llamado a la policía pensando que era otra cosa cuando me dio un buen cate en la nalga amortiguado por mi risa.

-¿No tienes bastante? Pues te vas a enterar…

Me hizo poner de rodillas apoyada en el respaldar del asiento trasero. Él se colocó detrás aunque apenas cabía por su corpulencia. La suerte de tener un coche relativamente alto colaboró. Sentí como se bajaba el pantalón y dirigía su polla todavía húmeda por mi saliva a mi raja empapada desde que había empezado a mamar.

Sin miramientos me clavó la polla haciéndome gritar de placer y con un ritmo endiablado me folló. Los cristales se empañaron, pero el movimiento del coche y mis gritos no dejaban lugar a dudas de lo que ocurría dentro de mi Opel Meriva. Me estaba reventando a pollazos. Edu estaba especialmente enardecido y para mi sorpresa, a pesar de que solía aguantar bastante, me avisaba de que no iba a aguantar mucho porque lo había puesto muy caliente.

Esa confesión fue el pistoletazo de salida de mi orgasmo que avisado por los calambres que me recorrían la espalda y las piernas me hizo soltar un gritito ahogado sólo interrumpido por el frenético chocar de las caderas de Edu contra mis nalgas y el chapoteo de su polla en mi coño convertido en un manantial de flujos que debían estar empapando sus cojones.

Perdí la fuerza de los brazos con mi cabeza apoyada en la bandeja del maletero hasta que le rogué con un hilo de voz que parara pues era un placer casi doloroso. Edu me ayudó a sentarme con las piernas recogidas de lado y la cabeza caída en el reposacabezas del asiento central. Él se puso de rodillas a mi lado.

Con la respiración entrecortada, el corazón a revientacaldera y el chocho contrayéndose me di cuenta de que su polla quedaba al alcance de mi mano y él no se había corrido. La agarré y empecé a pajearlo con cierta torpeza por lo que Edu tomó mi mano dirigiéndola de forma que él marcaba el ritmo pero eran mis dedos los que rodeaban su pollón brillante por mis flujos. Se masturbaba con mi mano haciéndome sentir su potencia. Era todo un espectáculo ese trozo de carne grande y caliente descapullado e hinchado con sus venas marcadas rodeado por mi minúscula mano y su manaza.

Sus resoplidos me avisaban que le faltaba poco. Tuve la suficiente conciencia en ese momento de darme cuenta de que con sus corridas tan abundantes me iba a poner el coche y la ropa perdidos, así que volviendo al principio me incliné hacia adelante posando mis labios en su glande.

Un gruñido fue el inicio de su orgasmo. Era increíble sentir como su manguera se contraía justo antes de lanzar un primer goterón de semen caliente y espeso al que siguieron 5 o 6 contracciones más previas a cada descarga que contenía dentro de mi boca con dificultad. Cuando dejó de escupir y Edu se dejó caer en el asiento cansado de llevar tanto rato encorvado contra el techo de mi coche sentí que se me escurría por la barbilla su esperma. Mientras intentaba tragar lo que contenía mi boca con mi dedo recogí el goterón que peligraba caer llevándolo a mi boca ante su satisfecha mirada.

Cuando nos relajamos, en vez de vestirnos e irnos nos quedamos un rato abrazados charlando en el asiento trasero. Ahí Edu me reconoció que verme recoger su semen con el dedo y llevármelo a la boca había sido lo más morboso de toda la noche. Yo sin censura le reconocí que saber que había tenido algo con la camarera me había puesto cachonda. Y es que con él casi todo llevaba al sexo.
Muy morboso la cogida en el coche, a estos otra cosa no pero el sexo se les da de maravilla 😂
 
Cada vez estoy más convencido que Almu conoció a Claudia.
Y que esta se porto muy mal con el.
Siempre que le pasa algo bueno va Almu y se lo tuerce.
Primero con luis, ya sabemos cómo acabó.
Luego Borja, un soso.
Ahora edu… y va y le coloca un opel meriva.
Un infiel, un soso y un meriva.
O se portó muy mal contigo o eres muy mala persona.
 
Cada vez estoy más convencido que Almu conoció a Claudia.
Y que esta se porto muy mal con el.
Siempre que le pasa algo bueno va Almu y se lo tuerce.
Primero con luis, ya sabemos cómo acabó.
Luego Borja, un soso.
Ahora edu… y va y le coloca un opel meriva.
Un infiel, un soso y un meriva.
O se portó muy mal contigo o eres muy mala persona.
Jolin, como le atizas. 🤷‍♂️
 
Cada vez estoy más convencido que Almu conoció a Claudia.
Y que esta se porto muy mal con el.
Siempre que le pasa algo bueno va Almu y se lo tuerce.
Primero con luis, ya sabemos cómo acabó.
Luego Borja, un soso.
Ahora edu… y va y le coloca un opel meriva.
Un infiel, un soso y un meriva.
O se portó muy mal contigo o eres muy mala persona.
@moderador
 
Era difícil controlarse en el trabajo sabiendo que debajo de su pijama sólo llevaba unos calzoncillos que le quedaban tan bien. Pero el premio cuando salíamos juntos era follar y dormir en la misma cama o lo contrario, o sea, dormir en la misma cama y follar después. Y aunque pareciera algo planificado en realidad era espontáneo y esperado.

Con él follaba con la misma libertad que había tenido con Luis. Nos apetecía y empezábamos. Podía ser al llegar a casa de trabajar, al despertarnos, en la siesta o las pocas noches que salíamos juntos. Y yo me sentía con esa misma libertad de comerle la polla cuando tenía ganas o cabalgarlo a placer mientras que a él se le notaba que le gustaba ponerme a cuatro para darme caña desde atrás. Así cuando me fallaban las piernas él podía seguir bombeándome desde atrás hasta casi hacerme perder el sentido a pollazos.

También era verdad que nuestra relación no iba más allá. Él se negaba a acudir a mis reuniones y yo le di libertad para quedar con sus amigos cuando quisiera sin necesidad de yo ir. Era relativamente fácil con nuestros turnos de trabajo. Sólo hacíamos planes juntos cuando coincidían nuestros turnos, eso sí, ahí pasábamos todo el tiempo juntos, trabajando y después.

Pero le cambiaron el turno a Edu y ya no estaba en cardiología conmigo. Aunque coincidíamos en algunos horarios, ya no en la misma planta ni en los descansos de guardia. Teníamos que buscarnos por el hospital pues pasados ya unos meses todo el mundo sabía que éramos algo más que compañeros. De hecho levanté la envidia de alguna otra examante del enfermero por haberlo retenido tanto tiempo a mi lado.

Entonces empezamos a planificar de otra forma nuestra vida en común. Él seguía viviendo en su piso compartido y sólo venía a dormir a casa cuando así habíamos quedado. Decidimos hacer escapadas juntos para no caer en la rutina.

Una de ellas fue a la costa de Cádiz. Aprovechando la temporada baja del otoño nos reservamos un apartamento en los Caños de Meca para disfrutar de las playas, solitarias en esa fecha, los restaurantes aunque ya no fuese temporada del atún rojo, y por supuesto los paisajes espectaculares con los atardeceres rojizos de otoño.

El irnos entre semana favoreció la tranquilidad de los lugares que visitamos asegurando sentarnos en terrazas de restaurantes de vistas increíbles y disfrutar del sol en playas casi desiertas. Así descubrí que a Edu le gustaba practicar el nudismo pues cuando anteriormente habíamos estado en verano en la costa estaban todas las playas abarrotadas y no me había comentado nada. Pero en la playa de los Caños al pie de la Breña semiocultos entre pinos y dunas estábamos muy alejados de mirones y Edu prescindió de su habitual bañador ajustado mientras que yo me sentí más cómoda practicando mi habitual topless con mi braga de bikini negra.

Era un espectáculo ver a mi chico desnudo. No entiendo a las mujeres a las que la desnudez masculina no enciende porque yo llevaba toda la tarde tontorrona viendo a aquel portento de macho ir varias veces al agua a bañarse. Le gustaba broncearse pues como me había explicado en los entrenamientos de remo deben tener la piel curtida para no quemarse. Aparte de crema solar él sabía que si previamente ganaba color moreno su piel estaba mejor protegida.

Además Edu evidentemente era presumido. Las camisetas ajustadas y monos con los que competían les dejaban marcas del sol en brazos y muslos. El motivo por el que empezó a hacer nudismo fue eliminar esas señales, especialmente de los muslos pues no es raro ver a los remeros por el río con el torso desnudo para delicias de las damas. Aunque también había mucho de narcisismo. Edu era consciente de su increíble anatomía y no perdía ocasión de lucirla. De modo que el pulpo no era patrimonio exclusivo de sus amantes sino que cualquier mujer que se cruzara con él en la playa podría disfrutar de su tentáculo balanceándose entre sus muslos al caminar.

Aunque el sol calentaba no me apetecía bañarme, pero Edu si se zambulló varias veces regalándome la estampa de su cuerpo desnudo y mojado acercándose hacia mí que lo observaba con mis gafas de sol permitiéndome recorrer su anatomía pudiendo deleitarme en el bamboleo de su churra apenas afectada ya por el agua más fría del otoño. No sé si se llegaría a percatar de como me mordí el labio o si mis pezones estaban empitonados por la brisa marina o el deseo que empezaba a acumular.

Pero también empezaba a ser consciente de algo. El enfermero y yo éramos amantes y nada más. No habíamos construido una relación en los meses que llevábamos acostándonos y en realidad nuestros estilos de vida eran tan distintos que difícilmente podríamos llegar a más de lo que ya teníamos. Y aunque esa idea me rondaba la cabeza desde hacía semanas, en aquel viaje se me hizo muy evidente, aunque en cuanto aparecía el sexo se me difuminaba el pensamiento. Y sí observándolo de pie secándose al sol en los rayos ya mortecinos del atardecer esa idea se me había disipado totalmente y era mi entrepierna la que empezaba a mandar con cierto cosquilleo y roce de muslos.

Edu se tumbó boca arriba en la toalla y yo mimosa me eché en su abdomen acurrucándome.

-¿Tienes frío?- me preguntó apoyando su manaza algo fría por el baño en mi espalda.

No contesté mientras mi dedo paseaba por su ombligo. En realidad tenía frío. Pero a la vez calor. Mi dedo dibujaba la cabeza del pulpo y sentí un impulso. No era la primera vez que me ocurría en una playa pero con Edu era distinto. Ya habíamos follado en un vestuario y el coche, y nos habíamos metido mano en un ascensor con besito en su polla incluido. Además estábamos alejados de otra pareja que se veía a unos 90 o 100 metros en actitud cariñosa. ¿Por qué no?

Mi dedo continuó rodeando los tentáculos del pulpo hasta llegar al más largo. Edu no dijo nada pero apoyó los codos incorporándose ligeramente. Al llegar al extremo de su prepucio con mis dedos tiré de él descubriendo parte de su glande. No decía nada por lo que interpreté que había vía libre, así que adelantando mi cabeza lo pasé por mis labios notando un ligero sabor salado que confirmé pasando la punta de mi lengua.

Se dejó caer hacia atrás apoyando su mano en mi cintura doblada por el frío que tenía pero a la vez para poder acceder desde su barriga a su polla. Introduje su glande completamente en mi boca rozando mi lengua contra su suavidad sintiendo como su polla empezaba a cobrar vida creciendo y endureciéndose. Mi cosquilleo ya era humedad y el sonido del mar apenas acallaba mi gemido mimoso ni su respiración profunda.

La longitud de su polla me permitía manejarla para pasarla por mis labios y mi boca sin tener que incorporarme así que mientras chupaba su cabezona mi mano amasaba sus cojones generosos que apenas unos minutos antes vi colgones y mojados acercarse hacia mí bajo el balanceo de mi postre.

Ya no sé si alguien podía vernos pues había cerrado los ojos concentrando mis sentidos especialmente en el gusto y el tacto y agudizado cuando Edu empezó a acariciarme una teta ronroneando al sentir la dureza casi dolorosa de mi pezón. Ahí ya pasé mi brazo por encima de su abdomen agitado y empecé a mamar y tragando cuanto podía de su pollón ya totalmente duro y brillante dispuesto para mí.

El chup-chup de mi mamada era rítmico pero su gemido no y supe el motivo cuando con voz ronca me dijo:

-Como sigas así me vas a ordeñar en nada ¿no quieres que te folle?

Me quedé un instante saboreando mi pieza, que ya había perdido el exceso de sal disuelta en mi saliva y sin contestar me puse de pie ante la expectación de Edu y me sacudí la arena del muslo y las nalgas para poder sentarme sobre el mástil bien lubricado.

Me senté sobre su polla estrujándola con mi peso sobre su pubis y Edu me ofreció su boca. Me resultó muy dulce comparada con el sabor salado de su churra que ni su líquido preseminal consiguió cambiar demasiado. Como ya me conocía no tomó ninguna iniciativa dejando que fuese yo quien me decidiera a iniciar la cópula apartando la braga para empalarme. Lo hice despacio a pesar de estar bien lubricada para sentir como se abría paso en mi vagina mi festín de unos segundos antes. Con Edu la sensación de plenitud era evidente.

Pero en vez de cabalgarlo me eché adelante sobre su pecho cediéndole a sus caderas la iniciativa de marcar el ritmo. Tras acomodarse y alcanzar la posición optima en varias penetraciones de tanteo la fuerza de sus músculos y su resistencia iniciaron una follada rápida e intensa que me hizo olvidarme del sitio donde estaba y de que alguien pudiera vernos u oírnos dejando que mis gemidos se propagaran en el aire.

Siempre me gustó follar duro. Y a Edu también. En cinco minutos estaba temblando de placer despatarrada sobre mi macho. A pesar de saber que yo ya me estaba corriendo siguió machacándome hasta que rogué que parara con un hilito de voz. Le encantaba matarme de placer. Y a fe que lo conseguía.

Satisfecho me envolvió entre sus brazos. Pasé en pocos minutos del sofoco del orgasmo a sentir algo de frío que sólo el calor de su piel en mi pecho y barriga combatían. Debió notarlo y me propuso irnos. Sin darnos cuenta se había ido el sol y empezaba a oscurecer. Sin el calor del sol se hacía patente la estación en que estábamos.

Me propuso irnos al apartamento y darnos una ducha caliente antes de irnos a cenar. Aún sentada sobre él me puse la camiseta larga que había utilizado como vestido de playa. Pero al levantarnos me di cuenta de que Edu seguía medio empalmado. Aunque esa misma noche o al día siguiente habría más sexo no podía dejar que se fuera así cuando había sido yo la provocadora. Antes de que se pusiera unas bermudas que había traído me arrodillé delante suya.

-¿Qué haces?- me preguntó dando por hecho que nos íbamos.

Tiré de su mano para que se acercara más a mí y sin más cogí su polla con la mano descapullándola. Su glande seguía sensible y sus venas rápidamente volvieron a hinchar su pedazo de carne caliente. Sin responder empecé a chupar despacio recreándome de nuevo en esa fuerza de la naturaleza.

Con Edu de pie y yo de rodillas no era difícil desde la distancia saber qué hacíamos pero en la playa sólo quedaba la pareja del fondo que por los movimientos parecía estar haciendo algo parecido a nosotros. Tras volver a ensalivarlo bien levanté la mirada y le dije:

-Ahora vas a ser bueno y me vas a dar todo ¿verdad?

No contestó pero empezó a pajearse con fuerza. A pesar de la oscuridad ver la tensión de los músculos de su brazo y abdomen recorriendo con su mano la longitud de su falo era una imagen increíble. Yo mientras pasaba mi lengua por su glande. Para ayudar empecé a provocarlo:

-Hoy me tienes muy caliente…mira cómo me has puesto- decía pasándome la mano por la braga- Estoy muy caliente todavía por lo pollazos que me has dado. ¿Me vas a dar postre?

Edu no decía nada pero se machacaba con intensidad. Menudo meneo tenían sus pelotas. Quise provocarlo más

-Me tienes tan cachonda que me da igual donde me lo eches…te dejo elegir…

Por fin habló:

-¿Estás segura?

-Ajam…estoy muy perrita…

-Te lo echo con la condición de que no te lo puedes limpiar…

Pensé que querría correrse en mi boca o en mi pecho y volví a quitarme la camiseta. Además aproveché para acariciarle el bajo vientre y las pelotas con la boca abierta en espera. Pero cuando la tensión de sus muslos y la intensidad de su mirada me anunciaron que ya venía fui a atrapar su glande con los labios pero me apartó con la mano a un palmo viendo como un primer lefazo me caía en el pelo. Otro en la cara obligándome a cerrar los ojos y el resto con menos fuerza entre mi barbilla y el pecho.

Efectivamente tuve que regresar sin poder limpiarme al apartamento. No sé si alguien se percataría de que serían los churretones que llevaba en la cara y el pelo, pero el cabrón se rio bastante al cruzarnos con dos señoras en el trayecto entre el coche y el edificio de apartamentos. Lo gracioso es que mi aparente cabreo era tan falso como que acabamos partidos de risa al entrar en el alojamiento y terminamos echando otro polvo más sosegado.
 
Era difícil controlarse en el trabajo sabiendo que debajo de su pijama sólo llevaba unos calzoncillos que le quedaban tan bien. Pero el premio cuando salíamos juntos era follar y dormir en la misma cama o lo contrario, o sea, dormir en la misma cama y follar después. Y aunque pareciera algo planificado en realidad era espontáneo y esperado.

Con él follaba con la misma libertad que había tenido con Luis. Nos apetecía y empezábamos. Podía ser al llegar a casa de trabajar, al despertarnos, en la siesta o las pocas noches que salíamos juntos. Y yo me sentía con esa misma libertad de comerle la polla cuando tenía ganas o cabalgarlo a placer mientras que a él se le notaba que le gustaba ponerme a cuatro para darme caña desde atrás. Así cuando me fallaban las piernas él podía seguir bombeándome desde atrás hasta casi hacerme perder el sentido a pollazos.

También era verdad que nuestra relación no iba más allá. Él se negaba a acudir a mis reuniones y yo le di libertad para quedar con sus amigos cuando quisiera sin necesidad de yo ir. Era relativamente fácil con nuestros turnos de trabajo. Sólo hacíamos planes juntos cuando coincidían nuestros turnos, eso sí, ahí pasábamos todo el tiempo juntos, trabajando y después.

Pero le cambiaron el turno a Edu y ya no estaba en cardiología conmigo. Aunque coincidíamos en algunos horarios, ya no en la misma planta ni en los descansos de guardia. Teníamos que buscarnos por el hospital pues pasados ya unos meses todo el mundo sabía que éramos algo más que compañeros. De hecho levanté la envidia de alguna otra examante del enfermero por haberlo retenido tanto tiempo a mi lado.

Entonces empezamos a planificar de otra forma nuestra vida en común. Él seguía viviendo en su piso compartido y sólo venía a dormir a casa cuando así habíamos quedado. Decidimos hacer escapadas juntos para no caer en la rutina.

Una de ellas fue a la costa de Cádiz. Aprovechando la temporada baja del otoño nos reservamos un apartamento en los Caños de Meca para disfrutar de las playas, solitarias en esa fecha, los restaurantes aunque ya no fuese temporada del atún rojo, y por supuesto los paisajes espectaculares con los atardeceres rojizos de otoño.

El irnos entre semana favoreció la tranquilidad de los lugares que visitamos asegurando sentarnos en terrazas de restaurantes de vistas increíbles y disfrutar del sol en playas casi desiertas. Así descubrí que a Edu le gustaba practicar el nudismo pues cuando anteriormente habíamos estado en verano en la costa estaban todas las playas abarrotadas y no me había comentado nada. Pero en la playa de los Caños al pie de la Breña semiocultos entre pinos y dunas estábamos muy alejados de mirones y Edu prescindió de su habitual bañador ajustado mientras que yo me sentí más cómoda practicando mi habitual topless con mi braga de bikini negra.

Era un espectáculo ver a mi chico desnudo. No entiendo a las mujeres a las que la desnudez masculina no enciende porque yo llevaba toda la tarde tontorrona viendo a aquel portento de macho ir varias veces al agua a bañarse. Le gustaba broncearse pues como me había explicado en los entrenamientos de remo deben tener la piel curtida para no quemarse. Aparte de crema solar él sabía que si previamente ganaba color moreno su piel estaba mejor protegida.

Además Edu evidentemente era presumido. Las camisetas ajustadas y monos con los que competían les dejaban marcas del sol en brazos y muslos. El motivo por el que empezó a hacer nudismo fue eliminar esas señales, especialmente de los muslos pues no es raro ver a los remeros por el río con el torso desnudo para delicias de las damas. Aunque también había mucho de narcisismo. Edu era consciente de su increíble anatomía y no perdía ocasión de lucirla. De modo que el pulpo no era patrimonio exclusivo de sus amantes sino que cualquier mujer que se cruzara con él en la playa podría disfrutar de su tentáculo balanceándose entre sus muslos al caminar.

Aunque el sol calentaba no me apetecía bañarme, pero Edu si se zambulló varias veces regalándome la estampa de su cuerpo desnudo y mojado acercándose hacia mí que lo observaba con mis gafas de sol permitiéndome recorrer su anatomía pudiendo deleitarme en el bamboleo de su churra apenas afectada ya por el agua más fría del otoño. No sé si se llegaría a percatar de como me mordí el labio o si mis pezones estaban empitonados por la brisa marina o el deseo que empezaba a acumular.

Pero también empezaba a ser consciente de algo. El enfermero y yo éramos amantes y nada más. No habíamos construido una relación en los meses que llevábamos acostándonos y en realidad nuestros estilos de vida eran tan distintos que difícilmente podríamos llegar a más de lo que ya teníamos. Y aunque esa idea me rondaba la cabeza desde hacía semanas, en aquel viaje se me hizo muy evidente, aunque en cuanto aparecía el sexo se me difuminaba el pensamiento. Y sí observándolo de pie secándose al sol en los rayos ya mortecinos del atardecer esa idea se me había disipado totalmente y era mi entrepierna la que empezaba a mandar con cierto cosquilleo y roce de muslos.

Edu se tumbó boca arriba en la toalla y yo mimosa me eché en su abdomen acurrucándome.

-¿Tienes frío?- me preguntó apoyando su manaza algo fría por el baño en mi espalda.

No contesté mientras mi dedo paseaba por su ombligo. En realidad tenía frío. Pero a la vez calor. Mi dedo dibujaba la cabeza del pulpo y sentí un impulso. No era la primera vez que me ocurría en una playa pero con Edu era distinto. Ya habíamos follado en un vestuario y el coche, y nos habíamos metido mano en un ascensor con besito en su polla incluido. Además estábamos alejados de otra pareja que se veía a unos 90 o 100 metros en actitud cariñosa. ¿Por qué no?

Mi dedo continuó rodeando los tentáculos del pulpo hasta llegar al más largo. Edu no dijo nada pero apoyó los codos incorporándose ligeramente. Al llegar al extremo de su prepucio con mis dedos tiré de él descubriendo parte de su glande. No decía nada por lo que interpreté que había vía libre, así que adelantando mi cabeza lo pasé por mis labios notando un ligero sabor salado que confirmé pasando la punta de mi lengua.

Se dejó caer hacia atrás apoyando su mano en mi cintura doblada por el frío que tenía pero a la vez para poder acceder desde su barriga a su polla. Introduje su glande completamente en mi boca rozando mi lengua contra su suavidad sintiendo como su polla empezaba a cobrar vida creciendo y endureciéndose. Mi cosquilleo ya era humedad y el sonido del mar apenas acallaba mi gemido mimoso ni su respiración profunda.

La longitud de su polla me permitía manejarla para pasarla por mis labios y mi boca sin tener que incorporarme así que mientras chupaba su cabezona mi mano amasaba sus cojones generosos que apenas unos minutos antes vi colgones y mojados acercarse hacia mí bajo el balanceo de mi postre.

Ya no sé si alguien podía vernos pues había cerrado los ojos concentrando mis sentidos especialmente en el gusto y el tacto y agudizado cuando Edu empezó a acariciarme una teta ronroneando al sentir la dureza casi dolorosa de mi pezón. Ahí ya pasé mi brazo por encima de su abdomen agitado y empecé a mamar y tragando cuanto podía de su pollón ya totalmente duro y brillante dispuesto para mí.

El chup-chup de mi mamada era rítmico pero su gemido no y supe el motivo cuando con voz ronca me dijo:

-Como sigas así me vas a ordeñar en nada ¿no quieres que te folle?

Me quedé un instante saboreando mi pieza, que ya había perdido el exceso de sal disuelta en mi saliva y sin contestar me puse de pie ante la expectación de Edu y me sacudí la arena del muslo y las nalgas para poder sentarme sobre el mástil bien lubricado.

Me senté sobre su polla estrujándola con mi peso sobre su pubis y Edu me ofreció su boca. Me resultó muy dulce comparada con el sabor salado de su churra que ni su líquido preseminal consiguió cambiar demasiado. Como ya me conocía no tomó ninguna iniciativa dejando que fuese yo quien me decidiera a iniciar la cópula apartando la braga para empalarme. Lo hice despacio a pesar de estar bien lubricada para sentir como se abría paso en mi vagina mi festín de unos segundos antes. Con Edu la sensación de plenitud era evidente.

Pero en vez de cabalgarlo me eché adelante sobre su pecho cediéndole a sus caderas la iniciativa de marcar el ritmo. Tras acomodarse y alcanzar la posición optima en varias penetraciones de tanteo la fuerza de sus músculos y su resistencia iniciaron una follada rápida e intensa que me hizo olvidarme del sitio donde estaba y de que alguien pudiera vernos u oírnos dejando que mis gemidos se propagaran en el aire.

Siempre me gustó follar duro. Y a Edu también. En cinco minutos estaba temblando de placer despatarrada sobre mi macho. A pesar de saber que yo ya me estaba corriendo siguió machacándome hasta que rogué que parara con un hilito de voz. Le encantaba matarme de placer. Y a fe que lo conseguía.

Satisfecho me envolvió entre sus brazos. Pasé en pocos minutos del sofoco del orgasmo a sentir algo de frío que sólo el calor de su piel en mi pecho y barriga combatían. Debió notarlo y me propuso irnos. Sin darnos cuenta se había ido el sol y empezaba a oscurecer. Sin el calor del sol se hacía patente la estación en que estábamos.

Me propuso irnos al apartamento y darnos una ducha caliente antes de irnos a cenar. Aún sentada sobre él me puse la camiseta larga que había utilizado como vestido de playa. Pero al levantarnos me di cuenta de que Edu seguía medio empalmado. Aunque esa misma noche o al día siguiente habría más sexo no podía dejar que se fuera así cuando había sido yo la provocadora. Antes de que se pusiera unas bermudas que había traído me arrodillé delante suya.

-¿Qué haces?- me preguntó dando por hecho que nos íbamos.

Tiré de su mano para que se acercara más a mí y sin más cogí su polla con la mano descapullándola. Su glande seguía sensible y sus venas rápidamente volvieron a hinchar su pedazo de carne caliente. Sin responder empecé a chupar despacio recreándome de nuevo en esa fuerza de la naturaleza.

Con Edu de pie y yo de rodillas no era difícil desde la distancia saber qué hacíamos pero en la playa sólo quedaba la pareja del fondo que por los movimientos parecía estar haciendo algo parecido a nosotros. Tras volver a ensalivarlo bien levanté la mirada y le dije:

-Ahora vas a ser bueno y me vas a dar todo ¿verdad?

No contestó pero empezó a pajearse con fuerza. A pesar de la oscuridad ver la tensión de los músculos de su brazo y abdomen recorriendo con su mano la longitud de su falo era una imagen increíble. Yo mientras pasaba mi lengua por su glande. Para ayudar empecé a provocarlo:

-Hoy me tienes muy caliente…mira cómo me has puesto- decía pasándome la mano por la braga- Estoy muy caliente todavía por lo pollazos que me has dado. ¿Me vas a dar postre?

Edu no decía nada pero se machacaba con intensidad. Menudo meneo tenían sus pelotas. Quise provocarlo más

-Me tienes tan cachonda que me da igual donde me lo eches…te dejo elegir…

Por fin habló:

-¿Estás segura?

-Ajam…estoy muy perrita…

-Te lo echo con la condición de que no te lo puedes limpiar…

Pensé que querría correrse en mi boca o en mi pecho y volví a quitarme la camiseta. Además aproveché para acariciarle el bajo vientre y las pelotas con la boca abierta en espera. Pero cuando la tensión de sus muslos y la intensidad de su mirada me anunciaron que ya venía fui a atrapar su glande con los labios pero me apartó con la mano a un palmo viendo como un primer lefazo me caía en el pelo. Otro en la cara obligándome a cerrar los ojos y el resto con menos fuerza entre mi barbilla y el pecho.

Efectivamente tuve que regresar sin poder limpiarme al apartamento. No sé si alguien se percataría de que serían los churretones que llevaba en la cara y el pelo, pero el cabrón se rio bastante al cruzarnos con dos señoras en el trayecto entre el coche y el edificio de apartamentos. Lo gracioso es que mi aparente cabreo era tan falso como que acabamos partidos de risa al entrar en el alojamiento y terminamos echando otro polvo más sosegado.
Voy a dejar de gritar Marta!!!! Edu!!!!!! Bamboléame!!!!
 
Aquellos días de playa fueron una muestra más de que en realidad lo que había entre Edu y yo era algo físico, pero nada metafísico. La atracción sexual y la forma en que lo practicábamos juntos era el principal vínculo de unión, pero ni habíamos hablado de objetivos, ni de futuro.

Y ahí empezó mi problema. No estaba enamorada de él como tampoco lo había estado de Borja. Al menos ahora sí disfrutaba de sexo y morbo a raudales. Pero nada más. Y no era el fantasma de Luis, bastante alejado ya a esas alturas, pero sí los sentimientos compartidos con él, los que me hacían reflexionar sobre mi situación personal.

Estaba en mi último año de residencia y aunque el doctor García me garantizaba un puesto en la clínica privada y daba por hecho mi continuidad como adjunta, mi futuro no estaba asegurado al 100% en la ciudad. Y si por necesidades laborales me tuviera que mover, Edu no me ataba suficientemente.

Esa percepción lejos de entristecerme me alegró, pues marcaba mi propia definición como mujer profesional independiente que llevaba años luchando por construir. Sabía que Luis se había casado y era funcionario. Me alegraba enormemente por él pues había conseguido asentar su camino. Incluso sin tener razones para ello me sentía orgullosa de que se hubiera sacado dos carreras y asentado su vida junto a otra persona. Sabía que cuando madurara lo conseguiría, y como yo misma le había predicho al despedirnos en aquel tren que me llevaba a Córdoba tras reencontrarnos después de nuestra ruptura, el futuro diría. Y había dicho bien. Él había conseguido sus objetivos y yo los míos.

Sólo me quedaba un reproche. Y es el de culparlo de haber vivido algo tan intenso con él que ahora me impedía sentirme enamorada de nadie al comparar mis sentimientos. Nada más. La sombra de ese amor adolescente en mi caso era muy pequeña pues yo había cumplido mi primer objetivo. Y qué leches, llevaba meses follándome al tío más buenorro del hospital. Así que como yo misma le había dicho a él tras despedirme aquella vez. Si el amor tenía que llegar a mi vida de nuevo, ya llegaría, porque quien en realidad se había bajado de aquel tren en la primera parada no había sido Luis, sino yo, a pesar de lo que ocurrió en el verano posterior.

Pero si algo ha caracterizado mi vida siempre ha sido mirar más hacia adelante que hacia atrás a pesar de redactar mis memorias. Y mi adelante en ese momento era seguir completando la formación en mi especialidad médica y mejorar mi vida social. Ya que Edu no me acompañaba en muchas de mis reuniones o aficiones no opté por dejarlas. Sino que cuando no teníamos planes juntos yo me apuntaba con las amigas de Amelia, la esposa del doctor García, y por supuesto no dejé de asistir a mi temporada de ópera o el festival universitario de jazz. Quién iba a decir que aquella niña de familia escasa de recursos que vivía en un barrio difícil y se había visto envuelta en ajustes de cuentas y líos de traficantes de droga ahora se codeaba con la sociedad media alta de la capital de Andalucía.

No eran pocas las señoronas que me presentaban a sus hijos en alguna recepción o estreno de ópera. Pero Amelia siempre me decía con cierta guasa: “No pierdas el tiempo con estos niños de papá mientras disfrutes del bombonazo que tienes. Y si lo sueltas avísame por si me canso de Paco…” No me imaginaba a Amelia y Paco García rompiendo un matrimonio que me provocaba la envidia más sana del mundo.

No sé cómo aquella Navidad convencí a Edu para acompañarme un fin de semana a Córdoba para ver a mi tía. No fue fácil pero conseguí venderle que no era mi madre (aunque en realidad le debía casi tanto como a ella). El fin de semana antes de Nochebuena llegamos a la ciudad, y aunque Edu quería que nos alojáramos en un hotel yo me negué teniendo un dormitorio que mi tía encantada había preparado para los dos incluso poniendo una cama más ancha. Como se lo dije justo el día antes ya no había podido negarse a ir.

Mi tía lo recibió tan encantadora como siempre, y aunque ya lo conocía por fotos, no dejó de sorprenderse por la percha de mi enfermero, altura y anchura. Aunque no le iba a reconocer que mi Edu era grande en todos los aspectos. Eso era más charla de amigas que una confesión a una tía a la que empezaba a ver mayor, especialmente cuando se ponía las gafas de cerca.

Entiendo que no fue cómodo para él aquel fin de semana. Al menos muy diferente de lo que él solía esperar cuando nos escapábamos juntos. Por la noche pese a que lo busqué se negó a hacer nada en la cama. Se moriría de la vergüenza al desayunar al día siguiente con mi tía conocedor de mi escándalo al follar y cierto crujido que tenía la cama. Por más que le dije que aguantaría mis expresiones de placer como cuando habíamos tenido sexo en el vestuario del trabajo no hubo forma de convencerlo.

Pero aun fue peor cuando le expliqué que la pareja con la que habíamos quedado para comer al día siguiente eran mi exnovio y su nueva pareja. Se quejó de que aquello sonaba a encerrona y estuvo muy callado durante el almuerzo a pesar de que la nueva novia de Borja se veía una niña bastante agradable. ¿Sabría ella que yo era la ex?

Cuando nos despedimos de la pareja y nos fuimos solos a pasear por el centro y ver el alumbrado navideño de la capital califal Edu estalló enfadado, y más cuando con desdén le dije:

-¿Qué tiene de malo fardar de novio delante de mi ex?

-¿Eso soy para ti? ¿Un objeto del que presumir?

-Estás de coña…

Pero no lo estaba. Menudo cabreo tenía. Nunca habíamos tenido una discusión así. Tampoco fue un enfado grave y al rato se le fue pasando, aunque estuvo serio todo el fin de semana.
 
Podría juntarme en parejas con una ex si es que la conociera mucho tiempo, pero con alguien como Borja me parece innecesario. Siempre es incómodo presentar a las nuevas parejas.

En todo caso, se hubiera guardado que eran ex parejas y sólo que eran amigos.

No sé, es mi punto de vista. Trato de no complicarme innecesariamente.
 
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