Entonces se separó de mí para encender la luz de la habitación.
-¿Por qué enciendes la luz?- pregunté.
-No quiero perder detalle de ti…
Iba a cambiar el guion previsto que había intentado preparar durante toda la semana. Quería evitar justamente lo que tenía en mente hacer en ese momento. Le había dicho todo lo que sentía y yo era consciente de que esta sí iba a ser nuestra despedida de verdad. Mi mente acababa de despedirse en el largo discurso que le había soltado sin derecho a réplica, pues su réplica iba a ser física. Ahora se iba a despedir mi cuerpo. Me levanté de la cama y con parsimonia me quité la camiseta que me había puesto para dormir y las bragas mientras Luis me observaba seguro de que tendríamos sexo. Aunque dudo de que sospechara que iba a ser nuestra despedida por como se quitó los calzoncillos. Ya tumbados frente a frente en la cama le dije con desdén:
-Siempre te sales con la tuya…
-Sabes que quiero algo más que esto.
No quise discutir de nuevo. Ya estaba todo dicho. Ahora tocaba dejarnos buen recuerdo. Fueron sus manos las que primero recorrieron mi cuerpo haciéndome estremecer mientras las mías intentaban quedarse con su esencia recorriendo sus hombros, su pecho, su espalda y sus nalgas durísimas.
No me conformaba con acariciarlo. Quería olerlo y saborearlo besando cada centímetro de su piel que quedaba al alcance de mis labios e incluso lamiendo sus pezones y su ombligo. Y por supuesto su polla. Pero no me dejó continuar pues parecía querer remedarme repitiendo un recorrido similar por mi cuerpo dándome la oportunidad de tocar su cabeza y disfrutar de sus labios en mi piel aferrándose un buen rato a mis pechos siempre tan sensibles y más con él.
Sin darme cuenta Luis se había encajado entre mis piernas y como si estuviese escrito mientras él se acomodaba yo dirigí su polla a mi raja clavándola en mis entrañas. Tan adentro como que presionaban mi corazón. A pesar del deseo la presión en mi pecho no cedía. Me faltaba algo. Me faltaban sus labios, su cara, su pecho…
-Fóllame, Luis…hazme sentirte como siempre…
Su respuesta fue acomodar las piernas para poder penetrarme con intensidad. Yo no podía soltar sus labios aunque me faltara el aire. Mi diafragma bloqueado agravaba mi sensación de angustia mientras mi mente repetía: “Fóllame, ámame, hazme tuya por última vez…”
A pesar de todo sentía que iba a alcanzar el cenit con el amor de mi vida cuando inesperadamente sacó su churra de mi coño haciéndome sentir ese doble vacío y se derramó en mi barriga regándome con su deseo mientras el ahogo de mi ansiedad se transformaba en los temblores propios de un orgasmo abandonando mi cuerpo a la vez que notaba que Luis abandonaba el mío.
Cuando tomé conciencia de nuevo Luis estaba adormilado a mi lado. Me limpié en el baño y regresé al dormitorio. Lo besé en la frente pero aprovechando que dormía quise estudiar mejor su dormitorio. Era el típico de un niño bien. Su armario empotrado, la cama ancha, una mesa de estudio amplia y bien iluminada frente a un ventanal, posters y la bufanda de su equipo, otros posters de Semana Santa y un corcho con fotografías.
Había fotos de niño, con sus padres, con amigos que yo no conocía, con alguna chica…y ninguna mía. Yo no existía en su casa. Y mi paso aquella noche iba a ser más efímero que nuestra relación que ya se había acabado aunque acabáramos de hacer el amor.
No lo sentí levantarse, pero de golpe me abrazó por detrás haciéndome estremecer. Dije lo que estaba pensando al ver sus fotografías:
-Tengo la sensación de que hay dos Luises distintos. Ese niño delgado e inseguro de las fotos y otro Luis que ha surgido después de dos años en la residencia.
-Yo seré el Luis que tú quieras.
-No. Tú serás el Luis que tú decidas ser. Hasta que tú no lo tengas claro los demás no podemos hacer nada.
-¿Me esperarás?
-No lo sé.
Parecía tomar conciencia de que lo que acabábamos de hacer era una despedida. Pero abrazado a mí sentí como de nuevo su polla se despertaba y con ironía le dije:
-En algo no has cambiado. Me acuerdo todavía de cuando te utilicé para estudiar anatomía y te sigues empalmando con la misma facilidad…
-¿Te molesta?-pregunté con cautela.
-Nunca me molestó eso de ti. Me encantaba verte nervioso cortado porque me diera cuenta de tu bulto evidente. Y yo haciéndote sufrir, jajaja. Si hubiese podido entonces te habría arrancado el calzoncillo. Pero entonces yo me controlaba.
-Y ahora no…
-Eres una droga, por eso te evito. Sé que contigo caería una y otra vez. ¿Para qué? ¿Para hacernos daño otra vez? ¿Perjudicarnos? Cuanta más distancia pongamos entre nosotros será mejor…
-Pero en realidad te has acercado a mí…
-No, Luis. Te lo he dicho esta tarde y no me has creído. No he venido a tu ciudad por ti, lo he hecho como siempre por el dinero. Si tuviera más me habría ido lo más lejos posible de ti. Te añoraría mucho pero podría estar centrada en mis estudios. Ahora tengo que evitarte.
-¿Cómo puedes decir eso mientras te abrazo?
-Precisamente por eso…
Otra vez la opresión en el estómago. De nuevo me atenazaba la angustia por la separación definitiva. Ahora sí. Esta vez sería la última. Con tristeza le dije:
-Luis entra en mí…
-¿Quieres hacerlo ahora?
-Por favor, quiero sentirte.
Lo ayudé a dirigir su polla a mi coño mientras le advertía:
-Despacio por favor.
Me hizo un poco de daño por falta de lubricación pero con su experiencia poco a poco fue penetrándome mientras la angustia pasaba de mi estómago a mis pulmones. Entonces cerré las piernas porque quería sentirlo.
Nos quedamos quietos allí de pie frente al corcho con sus fotos. No me follaba pero estaba dentro de mí. Me faltaba el aire. Intentaba no llorar pero al final me pudo más el pánico. Luis se sobresaltó:
-Claudia ¿estás bien?
Incapaz de responderle me besó la mejilla.
-¿Estás llorando princesa? ¿Qué te pasa?
-¿No te das cuenta de que es la última vez que te voy a sentir?
-No digas eso…
La angustia acumulada explotó en forma de llanto incontrolado ante el desconcierto de Luis. El desasosiego se había apoderado de mí. Luis se salió de mí y me llevó a la cama acogiéndome en su pecho. No podía dejar de llorar y no quería que me viera así pero él no entendía lo que estaba pasando.
-Estoy aquí contigo y vamos a poder vernos más que el año pasado…por Dios, no me llores princesa.
-Luis…se acabó, es la última vez.
-Pero si tú me has buscado.
-Por eso, ¿es que no lo entiendes?. Cada vez que estoy contigo después es peor. Tengo que dejar de verte.
-No lo hagas.
-No me queda otra opción…
Luis seguía sin comprender. Por eso se quedó en silencio. Mi llanto se fue serenando pero no así la presión en el pecho y en las entrañas. Sentí su respiración fuerte y su corazón relajarse. Se había dormido.
Ya amanecía. Aprovechando su sueño me levanté, me lavé la cara intentando disimular haber llorado tanto y me vestí en mi dormitorio. Aproveché allí para escribirle una nota de despedida que le dejé en su mesa y decía así:
“Mi muy amado Luis, Quedamos en vernos después de tus clases pero he pensado que mejor me voy directamente a mi ciudad. Sé que no entiendes mi decisión pero espero que la respetes. No quiero que me llames, ni que me mandes mensajes. Cada vez que estoy contigo después me cuesta mucho recuperarme. Y cada vez que te veo caigo en tus brazos. La única solución para nosotros, para dejar de hacernos daño es alejarnos el uno del otro. Cuando tú estés en las ciudad yo no lo estaré. Te pido que no me sigas. Quien sabe qué deparará el futuro. Pero el presente será cada uno por su camino. Te voy a echar de menos como decía Kiko Veneno lo mismo que antes te echaba de más. Pero el tiempo lo cura y lo corrige todo. Yo entiendo de eso y creo que tú en parte también aunque no lo admites. Te deseo lo mejor. Vales mucho y cuando te centres todo ese potencial que tienes saldrá adelante. Cuídate mucho. Te querré siempre,
Claudia”
No me atreví a besarlo por si se despertaba. Lo observé desde la puerta antes de irme pero temí despertarlo porque se me escapó un sollozo. Me fui ligera cambiando el orden inicialmente previsto, primero a la facultad y después a la residencia.
Allí la señora que me recibió en administración me preguntó si estaba bien. Mentí. Luego entendí su pregunta al verme demacrada en un espejo con los ojos hinchados por falta de sueño y de tanto llorar.
Llevaba el móvil apagado pero temía otra escena como la vivida en Granada a principio del verano, así que en vez de volverme en autobús ya con la plaza en la residencia de estudiantes asegurada regresé en tren a media mañana. No volví a casa sino que me fui con mi tía a la que le tocó de nuevo reconstruir la vida de su maltrecha sobrina. Siempre mi refugio y mi apoyo.
Cuando dos semanas después regresé a hacer los últimos papeles y a empezar las clases vivía nerviosa temiendo encontrármelo detrás de cada esquina, en la residencia o en la puerta de la facultad a pesar de saber que Luis ya debía estar en Granada. Tardé meses en relajarme.
Pero la herida de mi corazón tardó mucho más tiempo en curarse.