Mi tía dormida como un tronco ni se enteró que había llegado ya amanecido. Así me libraba de dar más explicaciones que el decir que el chico era agradable. Ni siquiera yo sabía que decir: había echado un buen polvo con un tío que estaba bueno y era agradable pero me había follado el culo sin yo tener claro si era lo que me apetecía. ¿Había estado bien? Ni siquiera yo lo sabía.
Me daba cuenta de que después de Luis mis encuentros sexuales siempre acababan así. El polvo con mi compañero no estuvo mal pero acabé cansada buscando que se corriera rápido para que me dejara. El tío de la discoteca había estado muy bien, pero me habría gustado follar con él y no pudimos. Y ahora, no sabía que pensar. ¿Me había gustado el anal? No era algo que me encantara. Por Luis…por él sí, pero ahora tenía un cierto regusto amargo a pesar de que Alex no me había forzado.
Mejor no darle vueltas a la cabeza. Eso sí, sería mi secreto. Como siempre. Volvería a encerrarme en mí. Volvería a guardarme las cosas que no sabía como contar. Como lo ocurrido con el Largo, como mi beca…
¿Por qué no le conté todo a Luis según pasaban las cosas? ¿Por qué le oculté que podría irme de la residencia? Porque no sabía cómo contarlo y además temía pensar en de qué forma se lo tomaría. Tres días estando con él tardé en decírselo y estalló la tormenta. Nuestro primer encontronazo.
Luis venía a mi ciudad a jugar un torneo de fútbol-sala. Porque además de guapo, de inteligente y de sensible, mi niño jugaba bien al fútbol. Y como habían ganado la liga universitaria de Granada ahora representaban a nuestra universidad en el torneo en el que se enfrentaban las universidades de la comunidad. Y casualmente se jugaba en una residencia universitaria a las afueras de mi pueblo. Así que tuvimos la oportunidad de vernos una vez más ese verano.
Yo estaba feliz. Quería abrirle mi pueblo, mi casa, mi familia…pero sin embargo no sabía como contarle que me iría un año entero becada a una universidad europea. Ya encontraría el momento de decírselo, pero mientras tocaba disfrutar con él.
Yo había ido a verlo jugar en más de una ocasión pero nunca como su novia. Aunque el torneo se jugaba en el antiguo campus de la Universidad Laboral de mi pueblo en la grada no había nadie de la localidad, sólo amigos, familiares y parejas de algunos jugadores. Como no conocía a nadie me senté sola. Ni siquiera sabía como iba el partido porque sólo tenía ojos para sus regates, pases y disparos, aunque no me atreví a cantar gol cuando Luis engañó al portero contrario en un regate y coló la pelota en la portería suavemente. Si es que mi niño cuando se trataba de meter…
Al acabar el partido me vio. Me llamó para bajar donde estaba y lo acompañé al dormitorio para ducharse. Estaba empapado en sudor por el esfuerzo y el intenso calor de mediados de julio. La residencia estaba muy bien, con una habitación individual y ducha propia. Un lujo comparado con nuestra vieja residencia.
En apenas 5 minutos mi novio salió de la ducha con una toalla a la cintura y aún mojado. Estaba guapísimo. Seguro que estaba pensando lo mismo que él y además teníamos tiempo así que en unos segundos la toalla estaba en el suelo y nuestros labios pegados.
Y en otros pocos mi vestido y mis bragas ya no estaban y Luis ya estaba dentro de mí comiéndonos a besos. Pero a diferencia de otras veces en vez de un polvo rápido y alocado nos quedamos frente a frente besándonos y recordándonos cuanto nos echábamos de menos y poniéndonos al día mientras mi novio de vez en cuando apretaba sus glúteos para que sintiera su polla clavada en mi coño. De no ser porque el autobús salía podíamos haber estado horas así. No podía estar mejor que con mi chico entre mis piernas clavado en mí. Parecíamos estar hechos el uno para el otro pues encajábamos a la perfección.
Pensé en contarle lo de la beca pero en esa postura quizá no fuese el mejor momento. Además antes de irnos Luis quiso que llegáramos al orgasmo penetrándome con más fuerza hasta conseguir que me corriera y el se vaciara en mi barriga. Casi perdemos el autobús, porque cuando sentí que mi placer llegaba a su clímax apreté el culo de Luis para que su polla se clavara en mí completamente y la sintiera entera mía. Cuando aún sentía las contracciones mi novio me la sacó con prisa para correrse sobre mi cuerpo.
Íbamos a perder el autobús y quería ducharse otra vez así que sin pensármelo me agaché a lamer su polla manchada de su semen y mi flujo para su regocijo y me fui ligera a limpiarme yo mientras le metía prisa para que se vistiera.
Por suerte pudimos coger el bus y llegar al centro de la ciudad donde cenamos y paseamos abrazados. Quería que todo el mundo me viera con mi novio universitario y guapo. Yo ya no era la chica tonta que se pillaba de un matón, ahora era una estudiante de medicina con un novio inteligente y culto. Aunque no pasamos por mi barrio quedamos en que vendría al día siguiente por la mañana e iríamos a casa. No iba a esconder al hombre del que estaba enamorada.
Lo dejé en el autobús con la pena de no irme a dormir con él estando tan cerca.
Me daba cuenta de que después de Luis mis encuentros sexuales siempre acababan así. El polvo con mi compañero no estuvo mal pero acabé cansada buscando que se corriera rápido para que me dejara. El tío de la discoteca había estado muy bien, pero me habría gustado follar con él y no pudimos. Y ahora, no sabía que pensar. ¿Me había gustado el anal? No era algo que me encantara. Por Luis…por él sí, pero ahora tenía un cierto regusto amargo a pesar de que Alex no me había forzado.
Mejor no darle vueltas a la cabeza. Eso sí, sería mi secreto. Como siempre. Volvería a encerrarme en mí. Volvería a guardarme las cosas que no sabía como contar. Como lo ocurrido con el Largo, como mi beca…
¿Por qué no le conté todo a Luis según pasaban las cosas? ¿Por qué le oculté que podría irme de la residencia? Porque no sabía cómo contarlo y además temía pensar en de qué forma se lo tomaría. Tres días estando con él tardé en decírselo y estalló la tormenta. Nuestro primer encontronazo.
Luis venía a mi ciudad a jugar un torneo de fútbol-sala. Porque además de guapo, de inteligente y de sensible, mi niño jugaba bien al fútbol. Y como habían ganado la liga universitaria de Granada ahora representaban a nuestra universidad en el torneo en el que se enfrentaban las universidades de la comunidad. Y casualmente se jugaba en una residencia universitaria a las afueras de mi pueblo. Así que tuvimos la oportunidad de vernos una vez más ese verano.
Yo estaba feliz. Quería abrirle mi pueblo, mi casa, mi familia…pero sin embargo no sabía como contarle que me iría un año entero becada a una universidad europea. Ya encontraría el momento de decírselo, pero mientras tocaba disfrutar con él.
Yo había ido a verlo jugar en más de una ocasión pero nunca como su novia. Aunque el torneo se jugaba en el antiguo campus de la Universidad Laboral de mi pueblo en la grada no había nadie de la localidad, sólo amigos, familiares y parejas de algunos jugadores. Como no conocía a nadie me senté sola. Ni siquiera sabía como iba el partido porque sólo tenía ojos para sus regates, pases y disparos, aunque no me atreví a cantar gol cuando Luis engañó al portero contrario en un regate y coló la pelota en la portería suavemente. Si es que mi niño cuando se trataba de meter…
Al acabar el partido me vio. Me llamó para bajar donde estaba y lo acompañé al dormitorio para ducharse. Estaba empapado en sudor por el esfuerzo y el intenso calor de mediados de julio. La residencia estaba muy bien, con una habitación individual y ducha propia. Un lujo comparado con nuestra vieja residencia.
En apenas 5 minutos mi novio salió de la ducha con una toalla a la cintura y aún mojado. Estaba guapísimo. Seguro que estaba pensando lo mismo que él y además teníamos tiempo así que en unos segundos la toalla estaba en el suelo y nuestros labios pegados.
Y en otros pocos mi vestido y mis bragas ya no estaban y Luis ya estaba dentro de mí comiéndonos a besos. Pero a diferencia de otras veces en vez de un polvo rápido y alocado nos quedamos frente a frente besándonos y recordándonos cuanto nos echábamos de menos y poniéndonos al día mientras mi novio de vez en cuando apretaba sus glúteos para que sintiera su polla clavada en mi coño. De no ser porque el autobús salía podíamos haber estado horas así. No podía estar mejor que con mi chico entre mis piernas clavado en mí. Parecíamos estar hechos el uno para el otro pues encajábamos a la perfección.
Pensé en contarle lo de la beca pero en esa postura quizá no fuese el mejor momento. Además antes de irnos Luis quiso que llegáramos al orgasmo penetrándome con más fuerza hasta conseguir que me corriera y el se vaciara en mi barriga. Casi perdemos el autobús, porque cuando sentí que mi placer llegaba a su clímax apreté el culo de Luis para que su polla se clavara en mí completamente y la sintiera entera mía. Cuando aún sentía las contracciones mi novio me la sacó con prisa para correrse sobre mi cuerpo.
Íbamos a perder el autobús y quería ducharse otra vez así que sin pensármelo me agaché a lamer su polla manchada de su semen y mi flujo para su regocijo y me fui ligera a limpiarme yo mientras le metía prisa para que se vistiera.
Por suerte pudimos coger el bus y llegar al centro de la ciudad donde cenamos y paseamos abrazados. Quería que todo el mundo me viera con mi novio universitario y guapo. Yo ya no era la chica tonta que se pillaba de un matón, ahora era una estudiante de medicina con un novio inteligente y culto. Aunque no pasamos por mi barrio quedamos en que vendría al día siguiente por la mañana e iríamos a casa. No iba a esconder al hombre del que estaba enamorada.
Lo dejé en el autobús con la pena de no irme a dormir con él estando tan cerca.