Por la mañana me desperté todavía echada sobre su pecho. Era bastante temprano y empezaba a amanecer. Aún tenía el semen seco de Luis en mis nalgas y una extraña sensación en el cuerpo. El sexo también deja resaca, pero la mía era diferente. Estaba algo arrepentida de lo que había hecho. No por echar un polvo con el chico que todavía me gustaba, sino por haberle dado a entender con mi actitud que podíamos continuar, alimentando su ego. Me había equivocado y tenía que solucionarlo.
Me limpié en el daño intentando no hacer ruido pero Luis dormía profundamente seguramente satisfecho por pensar que me recuperaba y los dos polvos que habíamos echado, especialmente el segundo donde yo irracionalmente había tomado la iniciativa.
Realmente estaba muy guapo dormido boca arriba con las piernas entreabiertas ocupando casi toda la cama. Su respiración era muy profunda haciendo que su pecho se hinchara y deshinchara rítmicamente y lucía una divertida erección matutina que me sacó una sonrisa. “Siempre preparado…” me dije a mí misma mientras la pena me embargaba. Cuánto me gustaba ese niño y que mal me había venido. No había llegado en el momento más adecuado y encima se había comportado como el culo demostrándome que como el dios Jano tenía dos caras: la sensible y otra oscura que le hacía buscar que le hincharan el ego permanentemente, y eso pasaba porque se hinchara otra parte de su cuerpo antes.
Me vestí sigilosamente y guardé las pocas pertenencias que había traído para mi efímero paso por la residencia. Mientras preparaba la documentación que iba a entregar en secretaría de la facultad saqué un folio y escribí una nota para Luis. Le había comprado una camiseta de un equipo de futbol italiano con su apodo impresionado detrás por su cumpleaños y había pensado dejárselo en la residencia para que lo recogiera pero las circunstancias habían hecho que nos encontráramos de forma imprevista para mí y decidí dejarle su regalo junto con la carta que estaba escribiendo y decía así:
“Luis, he sido contigo muy feliz pero mis objetivos me impiden seguir embarcada en el viaje que iniciamos el año pasado. Nos falta experiencia para dar un salto tan grande. Lo que hemos vivido juntos ha dejado una huella imborrable de alegrías y sinsabores. Si el destino quiere nos volveremos a encontrar, aunque quiero que sepas que siempre seré tuya. Te quiero, Claudia.”
Pensé que de esa forma corregiría el error de haberme acostado con él cuando teóricamente estaba rompiendo definitivamente. Además no pensaba comer con él como le había dicho la noche anterior y coger el primer autobús que pillara en cuanto terminara mis gestiones.
Antes de salir eché un vistazo. Sentí un nudo en el estómago y no pude evitar besarle la mejilla antes de irme. No sé si soñaba pero pareció sonreír y me aparté rápido por temor a que se despertara.
Dejé las llaves en recepción confiada en que Luis se despertara antes de que fueran a recoger la habitación. Jamás volvería a aquella residencia en que había vivido tan intensamente. Por suerte allí sólo había buenos recuerdos junto a Luis.
Tras terminar en la facultad me fui a la estación de autobuses pero no salía ninguno hasta mi destino hasta una hora más tarde. Luis no dejaba de llamarme al teléfono y yo no contestaba. Sabía que tras leer la carta no se iba a conformar. Pero era lo mejor para los dos. Él me sustituiría rápido y yo me centraría en la oportunidad que se me abría.
Me fui entonces a la cercana estación de ferrocarril y allí sí que compré billete para el tren que salía en apenas media hora. Me dirigí al andén por si ya estaba el tren y acomodarme dentro cuando de golpe me encontré a Luis sentado con la cara entre sus manos. No iba a huir y directamente me dirigí a él.
-Luis, ¿qué haces aquí?
Levantó la mirada turnando su angustie en sorpresa y sin decir nada se levantó y me abrazó llorando como un niño mientras me decía:
-No me hagas esto, por Dios. No te vayas así.
De nuevo me descolocaba. No sabía qué hacer y además la gente nos miraba. Pero consiguió ablandarme y lo acogí entre mis brazos como a un niño diciéndole:
-Precisamente para evitar esto…
-Sé que no te merezco- respondió- pero no me puedes llevar al cielo para abandonarme después en el infierno…
-No entiendo cómo puedes ser tan cursi en un momento así…
-Idiota, no sé decirlo de otra manera…
-¿No entiendes que es lo mejor?
-Irte así, ¿sin más? Adiós muy buenas te quiero mucho pero me largo. No moleste…
El tren iba a salir y tenía que irms. Le di un suave beso en los labios y salté hacia la escalerilla de acceso al vagón. Sin mirar atrás busqué mi asiento y me senté intentando asimilar lo difícil que Luis me ponía las cosas. De golpe alguien se sentó a mi lado y al mirarlo lo vi:
-¿Qué haces aquí?-
-Me bajo en la siguiente parada…pero no podía despedirme así.
Luis era así. Por eso te ganaba. Era esa impulsividad suya. Ese voluntarismo que le hacía caer en el mayor de los pesimismos y después estar exultante por un mínimo gesto. Esa capacidad para arrastrarte a su mundo de sentimientos exaltados tan alejado de la serenidad que yo buscaba, y que sin embargo, conseguía hacerte sentir bien.
Quería hablar y tirando de mi mano me llevó junto a la entrada del vagón. Qué distinto a cómo nos habíamos encontrado un año antes en un tren como aquel y habíamos terminado follando en el baño. Pero ahora ya solos en el descansillo empezó a hablarme:
-Me he equivocado en muchas cosas en mi vida. Pero desde luego tú nunca has sido un error. Has sido lo mejor de mi vida. Yo te he fallado y he hecho imposible nuestra relación a distancia pero sé que te quiero como no quiero a nadie más.
-Pero yo eso lo sé, Luis…
-¿Y por qué me abandonas de esta manera?
-Porque tú lo has dicho. La relación a distancia es imposible. Pero si de verdad me quieres y yo te quiero tendremos un futuro.
-¿Y si conocemos a alguien de por medio?
-Entonces es que lo que tienes ahora es un capricho momentáneo, Luis…
-¿Y tú?
-Yo ya he decidido. Tengo tres opciones, futuro, tú, o futuro contigo. Mi presente es preparar mi futuro. Si me acomodo a ti no preparo ese futuro. Si el destino lo quiere mi futuro será contigo.
-¿Y mientras? Yo acepto tus deseos pero espero que tú aceptes uno mío. Demostrando haber tenido demasiada paciencia suspiré y le di pie a que continuara:
-Que no perdamos el contacto y si te vienes a estudiar a mi ciudad nos veamos…
No era mi idea, pero para salir del paso respondí escuetamente:
-Hecho…
Se lanzó a besarme y nos abrazamos. De haber sido un perrillo su cola se menearía de alegría porque acababan de darle un regalo. Pero el tren frenaba y llegábamos a la primera parada tras Granada. Le metí prisa para que se bajara del tren pero no se movía. La bocina ya avisaba que reanudaba la marcha cuando me dio un pico y salió por la puerta diciéndome que me quería. Me sorprendí a mí misma respondiéndole: “Y yo a ti, mucho…”
No me lo podía creer. Otra vez lo había hecho. Y no era sólo culpa de su insistencia. Yo me había dejado llevar y había follado y dormido con él, y ahora confirmaba ese sentimiento con mi respuesta. No conseguía sacármelo de dentro y verlo no era lo mejor.
Agobiada pero a la vez reconfortada por sentirme querida intenté relajarme durante la hora y pico de viaje que me quedaba. Pero fue imposible. Aún tenía su olor en mi nariz, su sabor en mi boca, su voz en mi oído y cierto cosquilleo en la entrepierna, mientras el corazón no dejaba de latirme a mil.
Me limpié en el daño intentando no hacer ruido pero Luis dormía profundamente seguramente satisfecho por pensar que me recuperaba y los dos polvos que habíamos echado, especialmente el segundo donde yo irracionalmente había tomado la iniciativa.
Realmente estaba muy guapo dormido boca arriba con las piernas entreabiertas ocupando casi toda la cama. Su respiración era muy profunda haciendo que su pecho se hinchara y deshinchara rítmicamente y lucía una divertida erección matutina que me sacó una sonrisa. “Siempre preparado…” me dije a mí misma mientras la pena me embargaba. Cuánto me gustaba ese niño y que mal me había venido. No había llegado en el momento más adecuado y encima se había comportado como el culo demostrándome que como el dios Jano tenía dos caras: la sensible y otra oscura que le hacía buscar que le hincharan el ego permanentemente, y eso pasaba porque se hinchara otra parte de su cuerpo antes.
Me vestí sigilosamente y guardé las pocas pertenencias que había traído para mi efímero paso por la residencia. Mientras preparaba la documentación que iba a entregar en secretaría de la facultad saqué un folio y escribí una nota para Luis. Le había comprado una camiseta de un equipo de futbol italiano con su apodo impresionado detrás por su cumpleaños y había pensado dejárselo en la residencia para que lo recogiera pero las circunstancias habían hecho que nos encontráramos de forma imprevista para mí y decidí dejarle su regalo junto con la carta que estaba escribiendo y decía así:
“Luis, he sido contigo muy feliz pero mis objetivos me impiden seguir embarcada en el viaje que iniciamos el año pasado. Nos falta experiencia para dar un salto tan grande. Lo que hemos vivido juntos ha dejado una huella imborrable de alegrías y sinsabores. Si el destino quiere nos volveremos a encontrar, aunque quiero que sepas que siempre seré tuya. Te quiero, Claudia.”
Pensé que de esa forma corregiría el error de haberme acostado con él cuando teóricamente estaba rompiendo definitivamente. Además no pensaba comer con él como le había dicho la noche anterior y coger el primer autobús que pillara en cuanto terminara mis gestiones.
Antes de salir eché un vistazo. Sentí un nudo en el estómago y no pude evitar besarle la mejilla antes de irme. No sé si soñaba pero pareció sonreír y me aparté rápido por temor a que se despertara.
Dejé las llaves en recepción confiada en que Luis se despertara antes de que fueran a recoger la habitación. Jamás volvería a aquella residencia en que había vivido tan intensamente. Por suerte allí sólo había buenos recuerdos junto a Luis.
Tras terminar en la facultad me fui a la estación de autobuses pero no salía ninguno hasta mi destino hasta una hora más tarde. Luis no dejaba de llamarme al teléfono y yo no contestaba. Sabía que tras leer la carta no se iba a conformar. Pero era lo mejor para los dos. Él me sustituiría rápido y yo me centraría en la oportunidad que se me abría.
Me fui entonces a la cercana estación de ferrocarril y allí sí que compré billete para el tren que salía en apenas media hora. Me dirigí al andén por si ya estaba el tren y acomodarme dentro cuando de golpe me encontré a Luis sentado con la cara entre sus manos. No iba a huir y directamente me dirigí a él.
-Luis, ¿qué haces aquí?
Levantó la mirada turnando su angustie en sorpresa y sin decir nada se levantó y me abrazó llorando como un niño mientras me decía:
-No me hagas esto, por Dios. No te vayas así.
De nuevo me descolocaba. No sabía qué hacer y además la gente nos miraba. Pero consiguió ablandarme y lo acogí entre mis brazos como a un niño diciéndole:
-Precisamente para evitar esto…
-Sé que no te merezco- respondió- pero no me puedes llevar al cielo para abandonarme después en el infierno…
-No entiendo cómo puedes ser tan cursi en un momento así…
-Idiota, no sé decirlo de otra manera…
-¿No entiendes que es lo mejor?
-Irte así, ¿sin más? Adiós muy buenas te quiero mucho pero me largo. No moleste…
El tren iba a salir y tenía que irms. Le di un suave beso en los labios y salté hacia la escalerilla de acceso al vagón. Sin mirar atrás busqué mi asiento y me senté intentando asimilar lo difícil que Luis me ponía las cosas. De golpe alguien se sentó a mi lado y al mirarlo lo vi:
-¿Qué haces aquí?-
-Me bajo en la siguiente parada…pero no podía despedirme así.
Luis era así. Por eso te ganaba. Era esa impulsividad suya. Ese voluntarismo que le hacía caer en el mayor de los pesimismos y después estar exultante por un mínimo gesto. Esa capacidad para arrastrarte a su mundo de sentimientos exaltados tan alejado de la serenidad que yo buscaba, y que sin embargo, conseguía hacerte sentir bien.
Quería hablar y tirando de mi mano me llevó junto a la entrada del vagón. Qué distinto a cómo nos habíamos encontrado un año antes en un tren como aquel y habíamos terminado follando en el baño. Pero ahora ya solos en el descansillo empezó a hablarme:
-Me he equivocado en muchas cosas en mi vida. Pero desde luego tú nunca has sido un error. Has sido lo mejor de mi vida. Yo te he fallado y he hecho imposible nuestra relación a distancia pero sé que te quiero como no quiero a nadie más.
-Pero yo eso lo sé, Luis…
-¿Y por qué me abandonas de esta manera?
-Porque tú lo has dicho. La relación a distancia es imposible. Pero si de verdad me quieres y yo te quiero tendremos un futuro.
-¿Y si conocemos a alguien de por medio?
-Entonces es que lo que tienes ahora es un capricho momentáneo, Luis…
-¿Y tú?
-Yo ya he decidido. Tengo tres opciones, futuro, tú, o futuro contigo. Mi presente es preparar mi futuro. Si me acomodo a ti no preparo ese futuro. Si el destino lo quiere mi futuro será contigo.
-¿Y mientras? Yo acepto tus deseos pero espero que tú aceptes uno mío. Demostrando haber tenido demasiada paciencia suspiré y le di pie a que continuara:
-Que no perdamos el contacto y si te vienes a estudiar a mi ciudad nos veamos…
No era mi idea, pero para salir del paso respondí escuetamente:
-Hecho…
Se lanzó a besarme y nos abrazamos. De haber sido un perrillo su cola se menearía de alegría porque acababan de darle un regalo. Pero el tren frenaba y llegábamos a la primera parada tras Granada. Le metí prisa para que se bajara del tren pero no se movía. La bocina ya avisaba que reanudaba la marcha cuando me dio un pico y salió por la puerta diciéndome que me quería. Me sorprendí a mí misma respondiéndole: “Y yo a ti, mucho…”
No me lo podía creer. Otra vez lo había hecho. Y no era sólo culpa de su insistencia. Yo me había dejado llevar y había follado y dormido con él, y ahora confirmaba ese sentimiento con mi respuesta. No conseguía sacármelo de dentro y verlo no era lo mejor.
Agobiada pero a la vez reconfortada por sentirme querida intenté relajarme durante la hora y pico de viaje que me quedaba. Pero fue imposible. Aún tenía su olor en mi nariz, su sabor en mi boca, su voz en mi oído y cierto cosquilleo en la entrepierna, mientras el corazón no dejaba de latirme a mil.