(Des)encuentros.
No sé si dejarlo acá,
o en confesiones,
pues de un descargo de conciencia
voy a hablarles.
Resulta que, sin haberlo planeado,
día de ayer, y la tarde promediando,
dio mi vista, corta y ya cansada,
en un culo de mujer que paseaba,
por una calle céntrica y famosa,
de una ciudad arbolada y bulliciosa.
La seguí, si señor@s, es la cosa,
a distancia prudencial, respetuosa,
haciendo que mi camino, antes marcado,
por la prisa y el llegar en punto y hora,
se tornase en un vagar tanto errabundo,
por mejor disfrutar de aquellas nalgas,
que, al marcado ritmo y contoneo,
de unos lindos zapatos charolados,
se movía cual carrillos de una ardilla,
masticando las nueces que ha guardado.
El asunto es que a mi corazón traía,
el recuerdo muy vivo y ya lejano,
de alguien a quien yo conocí en otra vida,
y que mucho y de lejos yo miraba,
por causas de la edad y cercanía.
Era joven, la moza del recuerdo,
bruta y zafia como palo en gallinero,
malhablada, vulgar, un desafuero,
pero linda y esbelta como un junco,
que se mece a capricho de los vientos,
y yo, iluso de mí, yo la soñaba,
como aquel romántico peliculero,
que quiere ser el Pigmalion de una belleza,
escondida entre capas de vil cieno.
La vida, fue pasando, con sus cosas,
la pista le perdí, por circunstancias,
y nada supe de ella en muchos años,
quedando su recuerdo allá enterrado,
donde se entierran los tiempos ya pasados.
Pero ayer, si señor@s, era ella,
o al menos su imagen rediviva,
educada, pulcra, audaz, altiva,
la mujer que yo seguí como un borrego,
y como mi curiosidad, es mal defecto,
hallé el modo de trabar con ella encuentro,
aprovechando una pausa en su paseo,
y su entrada en un bistró, yo estuve atento,
y en el velador de al lado tomé asiento,
protegiendo mi escrutinio tras el muro,
de un panfleto, disimuladamente abierto.
Al minuto, o poco más, fui descubierto,
(el arte del disimulo, no es lo mío,
no doy el papel de espía secreto)
y la dama, sin reparo, se dirige,
a mi periódico en ataque directo:
_ ¿Me conoce, o desea conocerme el caballero?
pues observo que hace un tiempo que me vela,
y me escama ese interés que me demuestra.
Rubororso cual impuber colegial,
rindo el muro, sin haberlo defendido,
y respondo a su estocada directa,
con un "disculpe" malamente balbucido.
_Lleva ya, como diez calles detrás mío,
y me mira, cual si fuese conocido,
es por eso que aquí estamos, buen amigo,
¿no es mejor confrontar que andar huido?
- Además de bella es bien valiente,
(no puedo dejar de responderle)
perdone a este caduco admirador,
su visión me trajo a los recuerdos,
a alguien que en el pasado traté yo.
Conversamos un rato, lado a lado,
sin tan solo tratar ni de mudarnos,
ambos dos a una mesa a platicar,
Ella, bien señora en su prestancia,
yo rendido a sus encantos y a su voz.
A los tragos, obviamente, invité yo.
_ He de irme, la vida me reclama,
ha sido bonita esta reunión.
Se levanta la dama y, yo, lo mismo,
la ayudo a vestirse el chaquetón,
la sigo hasta la puerta y me despido,
dándole a su mano un apretón.
Ella tira de mi, y me planta un beso,
suave en los labios y sonríe:
_ Nos veremos P.... o tal vez no,
ya cuando era una niña tonta,
tú eras un hombre encantador.
Y se aleja, caminando calle abajo,
mientras yo la miro anonadado,
y pienso:
"Mira que eres idiota, so melón,
la moza no ha necesitado Pigmalion"