Keranos
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Capítulo 666
Tanta energía tenía que hicimos varias cosas esa tarde, animándome bastante, porque estuvimos entretenidos repasando algo de francés, con ella acabando bastante contenta por conservar todo lo que había aprendido el curso anterior. Luego estuvimos un buen rato jugando con la consola, con algún juego en el que pudiéramos jugar los dos a la vez, porque nos cansábamos de tener que pasar el mando a cada poco. Y así hasta la cena, haciéndolo también juntos y viendo luego una película, aunque me interrumpieron a medias, porque me llamaron al móvil. Se trataba de Irene, quien me preguntaba cómo estaba, porque se había enterado de lo que pasaba últimamente en mi vida por Ángela, cosa que me recriminó. Yo lo único que quería era no ocasionar molestia, pero justo acabé haciendo eso al no comentar nada con mis amigos. También estaban Mario y Sofía, hablando todos juntos y dándome el pésame, sugiriendo también quedar al día siguiente para vernos todos aprovechando que era domingo. La verdad es que no me apetecía mucho ajetreo, por lo que traté de escabullirme, pero Irene se puso cabezona y dijo que irían a mi casa al día siguiente para pasarlo todos juntos, con Andrea también, porque la querían ver después de llevar meses sin hacerlo.
Andrea no tardó mucho en irse a dormir una vez acabó la película, aunque no era tan temprano como entre semana. Yo me quedé un rato más, porque sabía que no iba a poder dormirme tan temprano. Y cuando me iba a la cama no paraba de pensar en todo lo que había pasado en mi vida esas últimas semanas, aunque lo que tenía más protagonismo era la pérdida de mi amiga. Como también me ha pasado en otras situaciones similares, era algo que no terminaba de asimilar. Me ponía triste en muchas ocasiones, pero al final no terminaba de interiorizarlo. Siempre ha sido algo que me ha costado mucho aceptar y hacerme a la idea de que no voy a volver a ver a esa persona más. La sensación siempre es como si fuera a verla en cualquier momento una vez fuera a los lugares que esa persona frecuentaba y que íbamos a charlar como si nada hubiera pasado, pero no iba a ser así. Seguía muy apenado por haber perdido a una amiga tan cercana pese al poco tiempo que habíamos compartido como amigos, porque no hacía ni un año que la conocía, pero su pérdida dolía como si lo hiciera de toda la vida.
Así que al día siguiente aparecieron los tres por casa. Pero antes me mensajeé con Sara para ver cómo estaba. Ella me decía que seguía muy triste pero que al estar con la familia, se hacía mucho más llevadero. También le informé de lo que hice el día anterior por la tarde, poniendo por la tienda algún detalle de Amaya, con ella agradeciéndole el gesto y diciendo que la semana que estábamos por empezar al día siguiente se acercaría a echar un ojo. Todo estaba muy reciente, pero la verdad es que no la veía tan triste como en los primeros días y eso era algo positivo dentro de tanta tristeza. A eso de las 10 de la mañana acudieron mis amigos por allí, trayendo unas cuantas cosas. Lo primero que vi fue una bolsa con alimentos para preparar luego para almorzar, cosa que acabamos haciendo entre todos. También vi que Sofía traía una mochila que me dejó un tanto despistado, por lo que le pregunté y se acabó tratando de algunos juegos de mesa que se había echado para entretenernos ese día. Aunque nada más entrar me dieron todos un fuerte abrazo y también el pésame.
Estuvimos en el salón, sentados en el sofá, hablando de bastantes cosas alejadas de ese tema, porque por lo que veía, habían venido a animarme. Y hablar de ello no iba a hacerlo precisamente. Así que nos pusimos al día de nuestras vidas en lo que a trabajo se refería, contando cada uno lo nuevo en ese aspecto y poco más, porque Irene y Mario echaban muchas horas y Sofía también, aunque siempre que podía se escapaba a ver a su familia, por los cuales pregunté, enterándonos todos de que todo iba bien. Luego ya se nos sumó Andrea, que desayunó en el salón para estar con nosotros. Todos se alegraron mucho de verla, al igual que mi compañera de piso hacía con mis amigos. Se dieron un buen saludo y estuvimos charlando entre todos, pasando a centrarse más la conversación en cómo le estaba yendo en su segundo año de carrera, volviendo a contar todos anécdotas de cuando íbamos a la universidad, tal y como hicimos cuando nos juntamos todos con ella por primera vez.
Luego ya se retiró para cambiarse de ropa, porque estaba en pijama, con mis amigos comentando cómo se notaba lo bien que nos llevábamos y cómo se alegraban de que estuviera allí conmigo, porque era muy alegre y simpática. Una vez volvió al salón, charlamos un poco más, con algunas preguntas que le hizo Irene de su novio, algo que me pareció un poco fuera de lugar, aunque Andrea se encargó de responderlas con mucha naturalidad. Le eché una mirada a Irene para que no se colara, aunque no pareció percatarse mucho, pero tampoco hizo falta a no seguir ella por ahí. Nos quedamos toda la mañana jugando con esos juegos de mesa que se trajo Sofía, que era la que más cariñosa se mostraba conmigo, aunque aquello no era nada nuevo por lo buena que había sido desde primera hora, procurando siempre evitar conflictos y buscar que todo fuera bien. Y fue un rato muy bueno y que se nos pasó volando, por eso continuaríamos por la tarde jugando un poco más, dejando una partida a medias para ir a preparar la comida entre todos.
La que más mano tenía era Andrea en ese tema, la más joven del grupo, pero todos ayudábamos y así conseguimos sacar algo bastante bueno para comer. Hasta nos tomamos la libertad de preparar un postre de manera simultánea. Comimos en el salón tranquilamente y luego lo recogimos todo, dejándolo todo bien lavado y demás para continuar con la partida, a la cual no le quedaba tanto. Y menos mal, porque la comida fue un poco copiosa y nos entró sueño. Bueno, a mí no tanto, pero ellos habían madrugado para venir, aunque ya era algo que hacían de por sí para ir a trabajar, pero justamente tenían los fines de semana para descansar y no lo habían podido hacer del todo, aunque ahora era buen momento. Yo justo fui a mi habitación para buscar algún juego al pudiéramos juagar todos en la consola, como el típico Super Mario y lo encontré, pero apareció Irene por allí preguntándome qué hacía.
Se lo expliqué y ella se acercó a mí para darme un abrazo, preguntándome cómo me encontraba. Le fui sincero al responderle que estaba con el ánimo muy bajo, pero que al menos no estaba como el día que me dieron la noticia, o los siguientes. Ella se volvió a abrazar a mí, de manera bastante cariñosa, cosa que me gustó mucho. El abrazo se alargó bastante, con ella acariciando mi espalda hasta que nos separamos, mirándome a los ojos y pasando a ponerse de puntillas para darme un beso. Me aparté de ella, aunque la volví a abrazar, pero me excusé con ella, diciéndole que no me apetecía eso. Ella se disculpó conmigo, diciendo que tal vez así se me levantaba el ánimo, pero que no pasaba nada. Así que volvimos al salón y nos sentamos como estábamos antes de que me fuera. Ya habiendo reposado bien la comida, jugamos un poco con la consola entre todos y a algún juego más de los de Sofía, pasándose así la tarde muy ligera y bastante divertida.
Al despedirnos, les agradecí que aparecieran por allí ese día. No era algo que les hubiera pedido. Ellos se habían prestado a venir para hacerme compañía y distraerme. Y lo consiguieron. Por eso les agradecí el gesto que tuvieron, aunque ellos dijeron que para eso estaban los amigos. Me sentí muy reconfortado con cómo había ido ese día y la compañía de mis amigos era inmejorable, aunque no me podía quejar tampoco teniendo allí a Andrea, con quien seguía jugando una vez se marcharon mis amigos para no llegar a casa muy tarde. Me encantaba pasar esos momentos con ella también, porque era alguien muy positiva y que siempre reía. Y me venía perfecto que se siguiera comportando así en mi presencia y con lo que me pasaba, porque me lo contagiaba un poco y era lo que necesitaba. Además, me dijo que le gustó mucho ese juego y que teníamos que jugarlo más juntos. Todo parecía ir yendo a mejor después de tanto chaparrón en mi vida, aunque todo puede ir también a peor, ¿no?
Los primeros días de la nueva semana fueron más o menos igual a los de la pasada, aunque no fueron tan horribles, pues conforme pasaban los días, el dolor iba yendo a menos poco a poco. Seguía manteniendo el contacto con Sara y el otro chico, los cuales también parecían ir a mejor. Ella ya retomó las clases del todo y también se acercó a la tienda para echar un ojo al detalle que tuve, contándome que no pudo evitar emocionarse al verlo todo y por la cantidad de recuerdos que le entraron tanto al ver esas cosas que fui dejando por la tienda, como por la tienda en sí, donde habíamos compartido muchos momentos con ella. Yo seguía con mis clases, ahora de manera más extensa, tanto en horario al empezar octubre, como por abarcar más materias, y todo en ese aspecto iba marchando bien. También Ángela me contaba sus andanzas en su nuevo trabajo en esos primeros días que empezaba a ir, yendo todo en orden y estando ella con ganas de aprender de hecho. Pero lo que estaba por venir no tenía nada que ver con esos temas.
Todo empezaría el jueves de esa semana. Andrea me había pedido permiso para llevar a sus nuevas amigas a casa para ir montando ese grupo de estudio, porque para hacerlo en las casas de las demás tenían problema de espacio, de convivencia al estar ellas en pisos compartidos, o por estar en residencias. Por supuesto, no tuve ninguna objeción al respecto. Al fin y al cabo, yo iba a estar toda la tarde fuera de casa al entrar de nuevo a las 4 de la tarde, saliendo a las 9 de la noche, así que a mí no me iban a molestar nada. Además, la veía tan emocionada por sus nuevas amistades, que me contaba con muchas ganas cómo entre todas se estaban empezando a dar ideas para hacer apuntes y demás, por lo que le dije que adelante con ello. Pues bien, ese día, al llegar y entrar en casa, vino ella rápidamente mientras yo dejaba mis llaves, disculpándose conmigo, porque aún seguían ahí y se les había ido el santo al cielo, pero que no tenía de qué preocuparme, porque enseguida les decía que se tenían que marchar.
Le dije que no importaba y que tampoco hacía falta que las echara de esa manera, por lo que no había problema y continuamos hasta el salón, saludándolas yo de paso. Y entonces fue cuando una de ellas se dio la vuelta de manera brusca, haciendo que hasta su larga melena se moviera de tal manera que parecía un látigo. Esa melena oscura, esos ojos negros y esa cara en particular eran inconfundibles. Noelia estaba en mi casa y se había hecho buena amiga de mi compañera de piso. Nos quedamos los dos como helados al vernos el uno al otro. Al menos fue lo que sentí yo, como si se me helara la sangre. No fueron más de unos segundos en realidad los que nos quedamos mirándonos, aunque parecían minutos. Sé que fue poco, porque esa mirada duró lo que tardó Andrea en rodear la mesa para sentarse en el sitio que quedaba libre mientras empezaba a recoger sus cosas, pidiéndoles a las demás que fueran haciendo lo mismo, terminando de saludarme el resto, menos Noelia, quien se quedó callada. Aunque en realidad no les presté atención a las demás.
Tanta energía tenía que hicimos varias cosas esa tarde, animándome bastante, porque estuvimos entretenidos repasando algo de francés, con ella acabando bastante contenta por conservar todo lo que había aprendido el curso anterior. Luego estuvimos un buen rato jugando con la consola, con algún juego en el que pudiéramos jugar los dos a la vez, porque nos cansábamos de tener que pasar el mando a cada poco. Y así hasta la cena, haciéndolo también juntos y viendo luego una película, aunque me interrumpieron a medias, porque me llamaron al móvil. Se trataba de Irene, quien me preguntaba cómo estaba, porque se había enterado de lo que pasaba últimamente en mi vida por Ángela, cosa que me recriminó. Yo lo único que quería era no ocasionar molestia, pero justo acabé haciendo eso al no comentar nada con mis amigos. También estaban Mario y Sofía, hablando todos juntos y dándome el pésame, sugiriendo también quedar al día siguiente para vernos todos aprovechando que era domingo. La verdad es que no me apetecía mucho ajetreo, por lo que traté de escabullirme, pero Irene se puso cabezona y dijo que irían a mi casa al día siguiente para pasarlo todos juntos, con Andrea también, porque la querían ver después de llevar meses sin hacerlo.
Andrea no tardó mucho en irse a dormir una vez acabó la película, aunque no era tan temprano como entre semana. Yo me quedé un rato más, porque sabía que no iba a poder dormirme tan temprano. Y cuando me iba a la cama no paraba de pensar en todo lo que había pasado en mi vida esas últimas semanas, aunque lo que tenía más protagonismo era la pérdida de mi amiga. Como también me ha pasado en otras situaciones similares, era algo que no terminaba de asimilar. Me ponía triste en muchas ocasiones, pero al final no terminaba de interiorizarlo. Siempre ha sido algo que me ha costado mucho aceptar y hacerme a la idea de que no voy a volver a ver a esa persona más. La sensación siempre es como si fuera a verla en cualquier momento una vez fuera a los lugares que esa persona frecuentaba y que íbamos a charlar como si nada hubiera pasado, pero no iba a ser así. Seguía muy apenado por haber perdido a una amiga tan cercana pese al poco tiempo que habíamos compartido como amigos, porque no hacía ni un año que la conocía, pero su pérdida dolía como si lo hiciera de toda la vida.
Así que al día siguiente aparecieron los tres por casa. Pero antes me mensajeé con Sara para ver cómo estaba. Ella me decía que seguía muy triste pero que al estar con la familia, se hacía mucho más llevadero. También le informé de lo que hice el día anterior por la tarde, poniendo por la tienda algún detalle de Amaya, con ella agradeciéndole el gesto y diciendo que la semana que estábamos por empezar al día siguiente se acercaría a echar un ojo. Todo estaba muy reciente, pero la verdad es que no la veía tan triste como en los primeros días y eso era algo positivo dentro de tanta tristeza. A eso de las 10 de la mañana acudieron mis amigos por allí, trayendo unas cuantas cosas. Lo primero que vi fue una bolsa con alimentos para preparar luego para almorzar, cosa que acabamos haciendo entre todos. También vi que Sofía traía una mochila que me dejó un tanto despistado, por lo que le pregunté y se acabó tratando de algunos juegos de mesa que se había echado para entretenernos ese día. Aunque nada más entrar me dieron todos un fuerte abrazo y también el pésame.
Estuvimos en el salón, sentados en el sofá, hablando de bastantes cosas alejadas de ese tema, porque por lo que veía, habían venido a animarme. Y hablar de ello no iba a hacerlo precisamente. Así que nos pusimos al día de nuestras vidas en lo que a trabajo se refería, contando cada uno lo nuevo en ese aspecto y poco más, porque Irene y Mario echaban muchas horas y Sofía también, aunque siempre que podía se escapaba a ver a su familia, por los cuales pregunté, enterándonos todos de que todo iba bien. Luego ya se nos sumó Andrea, que desayunó en el salón para estar con nosotros. Todos se alegraron mucho de verla, al igual que mi compañera de piso hacía con mis amigos. Se dieron un buen saludo y estuvimos charlando entre todos, pasando a centrarse más la conversación en cómo le estaba yendo en su segundo año de carrera, volviendo a contar todos anécdotas de cuando íbamos a la universidad, tal y como hicimos cuando nos juntamos todos con ella por primera vez.
Luego ya se retiró para cambiarse de ropa, porque estaba en pijama, con mis amigos comentando cómo se notaba lo bien que nos llevábamos y cómo se alegraban de que estuviera allí conmigo, porque era muy alegre y simpática. Una vez volvió al salón, charlamos un poco más, con algunas preguntas que le hizo Irene de su novio, algo que me pareció un poco fuera de lugar, aunque Andrea se encargó de responderlas con mucha naturalidad. Le eché una mirada a Irene para que no se colara, aunque no pareció percatarse mucho, pero tampoco hizo falta a no seguir ella por ahí. Nos quedamos toda la mañana jugando con esos juegos de mesa que se trajo Sofía, que era la que más cariñosa se mostraba conmigo, aunque aquello no era nada nuevo por lo buena que había sido desde primera hora, procurando siempre evitar conflictos y buscar que todo fuera bien. Y fue un rato muy bueno y que se nos pasó volando, por eso continuaríamos por la tarde jugando un poco más, dejando una partida a medias para ir a preparar la comida entre todos.
La que más mano tenía era Andrea en ese tema, la más joven del grupo, pero todos ayudábamos y así conseguimos sacar algo bastante bueno para comer. Hasta nos tomamos la libertad de preparar un postre de manera simultánea. Comimos en el salón tranquilamente y luego lo recogimos todo, dejándolo todo bien lavado y demás para continuar con la partida, a la cual no le quedaba tanto. Y menos mal, porque la comida fue un poco copiosa y nos entró sueño. Bueno, a mí no tanto, pero ellos habían madrugado para venir, aunque ya era algo que hacían de por sí para ir a trabajar, pero justamente tenían los fines de semana para descansar y no lo habían podido hacer del todo, aunque ahora era buen momento. Yo justo fui a mi habitación para buscar algún juego al pudiéramos juagar todos en la consola, como el típico Super Mario y lo encontré, pero apareció Irene por allí preguntándome qué hacía.
Se lo expliqué y ella se acercó a mí para darme un abrazo, preguntándome cómo me encontraba. Le fui sincero al responderle que estaba con el ánimo muy bajo, pero que al menos no estaba como el día que me dieron la noticia, o los siguientes. Ella se volvió a abrazar a mí, de manera bastante cariñosa, cosa que me gustó mucho. El abrazo se alargó bastante, con ella acariciando mi espalda hasta que nos separamos, mirándome a los ojos y pasando a ponerse de puntillas para darme un beso. Me aparté de ella, aunque la volví a abrazar, pero me excusé con ella, diciéndole que no me apetecía eso. Ella se disculpó conmigo, diciendo que tal vez así se me levantaba el ánimo, pero que no pasaba nada. Así que volvimos al salón y nos sentamos como estábamos antes de que me fuera. Ya habiendo reposado bien la comida, jugamos un poco con la consola entre todos y a algún juego más de los de Sofía, pasándose así la tarde muy ligera y bastante divertida.
Al despedirnos, les agradecí que aparecieran por allí ese día. No era algo que les hubiera pedido. Ellos se habían prestado a venir para hacerme compañía y distraerme. Y lo consiguieron. Por eso les agradecí el gesto que tuvieron, aunque ellos dijeron que para eso estaban los amigos. Me sentí muy reconfortado con cómo había ido ese día y la compañía de mis amigos era inmejorable, aunque no me podía quejar tampoco teniendo allí a Andrea, con quien seguía jugando una vez se marcharon mis amigos para no llegar a casa muy tarde. Me encantaba pasar esos momentos con ella también, porque era alguien muy positiva y que siempre reía. Y me venía perfecto que se siguiera comportando así en mi presencia y con lo que me pasaba, porque me lo contagiaba un poco y era lo que necesitaba. Además, me dijo que le gustó mucho ese juego y que teníamos que jugarlo más juntos. Todo parecía ir yendo a mejor después de tanto chaparrón en mi vida, aunque todo puede ir también a peor, ¿no?
Los primeros días de la nueva semana fueron más o menos igual a los de la pasada, aunque no fueron tan horribles, pues conforme pasaban los días, el dolor iba yendo a menos poco a poco. Seguía manteniendo el contacto con Sara y el otro chico, los cuales también parecían ir a mejor. Ella ya retomó las clases del todo y también se acercó a la tienda para echar un ojo al detalle que tuve, contándome que no pudo evitar emocionarse al verlo todo y por la cantidad de recuerdos que le entraron tanto al ver esas cosas que fui dejando por la tienda, como por la tienda en sí, donde habíamos compartido muchos momentos con ella. Yo seguía con mis clases, ahora de manera más extensa, tanto en horario al empezar octubre, como por abarcar más materias, y todo en ese aspecto iba marchando bien. También Ángela me contaba sus andanzas en su nuevo trabajo en esos primeros días que empezaba a ir, yendo todo en orden y estando ella con ganas de aprender de hecho. Pero lo que estaba por venir no tenía nada que ver con esos temas.
Todo empezaría el jueves de esa semana. Andrea me había pedido permiso para llevar a sus nuevas amigas a casa para ir montando ese grupo de estudio, porque para hacerlo en las casas de las demás tenían problema de espacio, de convivencia al estar ellas en pisos compartidos, o por estar en residencias. Por supuesto, no tuve ninguna objeción al respecto. Al fin y al cabo, yo iba a estar toda la tarde fuera de casa al entrar de nuevo a las 4 de la tarde, saliendo a las 9 de la noche, así que a mí no me iban a molestar nada. Además, la veía tan emocionada por sus nuevas amistades, que me contaba con muchas ganas cómo entre todas se estaban empezando a dar ideas para hacer apuntes y demás, por lo que le dije que adelante con ello. Pues bien, ese día, al llegar y entrar en casa, vino ella rápidamente mientras yo dejaba mis llaves, disculpándose conmigo, porque aún seguían ahí y se les había ido el santo al cielo, pero que no tenía de qué preocuparme, porque enseguida les decía que se tenían que marchar.
Le dije que no importaba y que tampoco hacía falta que las echara de esa manera, por lo que no había problema y continuamos hasta el salón, saludándolas yo de paso. Y entonces fue cuando una de ellas se dio la vuelta de manera brusca, haciendo que hasta su larga melena se moviera de tal manera que parecía un látigo. Esa melena oscura, esos ojos negros y esa cara en particular eran inconfundibles. Noelia estaba en mi casa y se había hecho buena amiga de mi compañera de piso. Nos quedamos los dos como helados al vernos el uno al otro. Al menos fue lo que sentí yo, como si se me helara la sangre. No fueron más de unos segundos en realidad los que nos quedamos mirándonos, aunque parecían minutos. Sé que fue poco, porque esa mirada duró lo que tardó Andrea en rodear la mesa para sentarse en el sitio que quedaba libre mientras empezaba a recoger sus cosas, pidiéndoles a las demás que fueran haciendo lo mismo, terminando de saludarme el resto, menos Noelia, quien se quedó callada. Aunque en realidad no les presté atención a las demás.