Capítulo 670
Me fui a mi habitación, cerrando la puerta, aunque ella apareció por allí, llamando a ella y pidiéndome que siguiéramos hablando. Le volví a decir que se marchara y ella me dijo que lo haría, pero que no quería que me enfadara más. También dijo que me iba a dejar un tiempo para que me enfriara, porque me notaba muy resentido y que le gustaría que nos pudiéramos ver. Pudo haber entrado perfectamente al no tener yo pestillo en esa puerta, pero no lo hizo, cosa que me extrañó siendo ella, porque era algo que siempre hacía, entrar sin llamar, aunque le dijeras mil veces que no lo hiciera. Tras despedirse de mí se marchó de casa, dejándome solo, como yo quería, aunque bastante pensativo. Lo cierto es que la notaba cambiada. No había casi rastro de esa chica que conocí hacía más de año y medio. ¿Y si era verdad que había cambiado como ella me estaba diciendo? No tenía ni idea y la verdad es que todo lo que pensaba en ese momento no era nada bueno, porque estaba muy enfadado pese al humor con el que ella vino y con todas las confesiones que me hizo, en especial esa de que se enamoró de mí y que seguía estándolo.
El mal humor siguió en mí durante los posteriores días. No era para menos después de la llegada de esta persona a mi vida una vez más cuando no esperaba volver a verla, especialmente después de haberla estado evitando durante tantos meses. Mi resentimiento con ella era muy grande y desde luego, con el historial que tenía, no iba a creerme nada de lo que me decía. Veía solamente delirios en todas esas cosas que me contó. No creía que estuviera enamorada de mí en realidad. Pensaba que seguía encaprichada, como lo empezó a estar nada más conocerme. Ni tampoco me creía su cambio y la repentina madurez que aparentaba. En mi cabeza solo se creaba un escenario en el que ella había estado practicando ese monólogo que me soltó estando cara a cara para cuando se viera conmigo, porque al parecer fue algo que intentó en varias ocasiones según me contó. Me imaginaba que cada vez lo perfeccionaba más para cuando se diera el momento, aunque también es verdad que la notaba nerviosa, pero era algo que veía normal suponiendo las ganas que tenía de verme y de contarme todo aquello.
Hasta en clases hacía presencia ese mal estado de ánimo. No regañaba a los alumnos ni voceaba ni nada por el estilo, pero sí que me comportaba de manera más fría, cuando lo normal es que en mis clases fuera cercano y bromeara para ganármelos y mantener un buen ambiente al ser para ellos una obligación, para hacérsela llevadera y divertida más que nada. En esos posteriores días no fui así, porque llevaba hasta a cortar de raíz alguna tontería que surgía. Mis clases se mantenían bastante en silencio cuando no estaba explicando algo o alguien tenía alguna duda. Y eso que la academia estaba empezando a ser decorada con motivos de Halloween, algo que por lo que me contaron era costumbre y hasta se disfrazaban los más pequeños en los últimos días. No me veía con ganas de nada de aquello, aunque aún estábamos a mediados de mes y aún quedaban unos días para eso.
Demasiadas cosas malas estaban pasando en mi vida. Alguna era por mi culpa, como la ruptura con Valentina, porque no supe estar a la altura y me comporté como un niñato, aunque las demás se escapaban a mí. Empezando por la marcha de Ángela a otro país para emprender una aventura en nuevo puesto de trabajo, aunque quizá podría haber hablado con ella bastante antes y la cosa hubiera sido muy diferente. También estaba el fallecimiento de mi amiga Amaya. De primeras pensaba que no era culpa mía, pero tampoco podía evitar sentirme un poco mal amigo por no haberme dado cuenta de lo que le pasaba. Quizá si hubiéramos charlado más la cosa hubiera sido diferente también. Y tampoco veía que tuviera culpa en haberme reencontrado con Noelia. Esa chica seguía con sus tonterías y había sido algo muy fortuito. Andrea y ella estudiaban carreras basadas en los idiomas, pero no me imaginaba que de todos los estudiantes que había en la universidad pudieran coincidir de esa manera en la que terminaron haciéndose amigas. Aunque quizá si hubiera puesto unos límites más firmes desde primera hora en cuanto la vi por casa no se hubiera atrevido a continuar con sus juegos.
Esos pensamientos no hacían más que incrementar mi mal humor en esos días en los que ni yo mismo me aguantaba. Intentaba distraerme tocando la batería, pero me acababa desesperando y hasta rompí una baqueta de la rabia que me entró al no dar pie con bola. Con los videojuegos lo mismo, aunque aquí me contuve más para no reventar el mando. Además, Andrea se aficionó un poco más y la dejaba tranquila para que se distrajera un poco, aunque ahora salía bastante con sus amigas para lo que era ella. Lo único bueno de esos días era que en el gimnasio conocí a un chaval bastante majo. Hugo era un chico esbelto, demasiado. Alto y muy delgado, por eso estaba en el gimnasio, porque quería ganar masa muscular. Fue él quien se acercó a mí para preguntarme por el funcionamiento de algunas máquinas, porque era la primera vez que pisaba un gimnasio y no tenía ni idea de cómo usarlas.
En realidad, lo conocí varias semanas antes, en donde coincidíamos por la mañana bien temprano, porque él luego se tenía que ir a trabajar, al igual que yo, pero nuestros oficios eran bastante diferentes. Él era cocinero en un hotel bastante prestigioso de la ciudad y pese a no ser el chef principal, era de las figuras más importantes dentro de la cocina, ya que llevaba 3 años trabajando allí y poco a poco se había ido haciendo un nombre. A pesar de estar por encima de varios, no faltaban las putadas en su puesto de trabajo. Según me contaba él, había mucho trepa y se ponían muchas trampas entre ellos para putearse y ganar méritos o desprestigiar a otros y poder ocupar su lugar. Aunque me dijo que él tenía demasiados cojones como para dejarse amedrentar por esas cosas, así, con esas palabras. La razón por la que estaba empezando a ir al gimnasio era para ponerse más cachas y poder ligar más, aunque el chaval era guapete, con un mentón bien marcado, pelo corto moreno, barba de pocos días que no le crecía de forma uniforme y lo que más llamaba la atención, unos ojos azules muy claros que ya le dije yo que con ellos lo tenía bastante hecho para ligar fácilmente.
Chalábamos de esto y de lo otro, aunque conforme más nos conocimos me acabó confesando que en realidad estaba yendo al gimnasio para ponerse fuerte y poder meterle una buena ostia al que se pusiera tonto con él. Me contó una anécdota en la que alguien con quien trabajaba le amenazó y de hecho se llegaron a pelear fuera del trabajo. Se llevó una buena, aunque él hizo lo que pudo. Por lo menos él pudo conservar su puesto y los jefes del hotel echaron al otro cuando se enteraron. Yo pensaba que estando ese sujeto fuera, ya no necesitaba ponerse fuerte, pero al parecer había algún tonto más por el lugar. Lo tenía complicado, porque nunca había sido de comer mucho y ahora tenía que hacerlo de por más para echar más cuerpo, teniendo que aumentar su dieta de proteínas para ello. Le di un par de consejos de lo poco que sabía del tema y que me funcionó a mí de cuando me quedé muy delgado tras mi primera ruptura.
Así nos fuimos haciendo amiguetes y ese fin de semana, un par de días después de la quedada con Noelia en casa con sus confesiones, quedamos para salir de fiesta. Aunque ese viernes le dije si me iba a dar de comer, porque cogimos confianza muy pronto. Me llevó a su hotel por la noche, donde cenamos tranquilamente y charlamos para conocernos más. Me notaba muy apagado y le comenté todo lo que rondaba por mi vida en esas últimas semanas. Alucinó bastante en general con mi situación y la verdad es que yo también lo hice, pero no por lo que le contaba, sino por estar contándoselo a alguien que conocía de pocos días antes que a mis amigos más importantes. No me veía contándoles todo lo de Noelia, sobre todo por Irene, porque sabía que se iba a enfadar mucho con todas las tonterías que me contaba Noelia y también conmigo por acabar en la cama con ella. Pero contárselo a Hugo me vino muy bien, como que me quitó un peso de encima bastante grande, aunque no tanto como para sentirme liberado, pues me seguía encontrando mal por todo ello y también seguía enfadado.
Él también me comentó el mal de amores que tenía, porque su novia lo había dejado. De siempre había sido un picaflor y había sido infiel en varias ocasiones a parejas que le duraban no más de unas semanas o pocos meses. Pero con esta última cambió bastante la cosa, porque se enamoró de ella hasta las trancas. Y no era para menos por lo que me contaba y también cuando la vi en un par de fotos que me enseñó en su móvil. Era una chica despampanante, alta, morena, con piel mulata, delgada, con unas caderas interesantes, pequeños pechos, guapísima... Todo lo que puede describir a una modelo, porque lo era. Aunque no me llegó a contar la razón de la ruptura, vi en él la tristeza típica de una ruptura no voluntaria por su parte. Decidí cambiar el rumbo de la conversación, preguntándole cómo se manejaba en la cocina, porque el menú que comimos estaba bastante bien, aunque decía de manera sobrada que le faltaba su toque, cosa que me hizo reír.
Una vez acabamos de cenar nos fuimos por ahí de fiesta. Él preguntó si tenía preferencia por algún local en especial y la verdad es que no tenía ninguna, pero se me ocurrió irnos a un local que estuviera lejos de mi casa, por si por casualidad me topaba con Noelia, porque ya me veía que me la iba a encontrar ahora de manera más asidua. No tenía la certeza de que estuviera allí, pues Andrea se había ido a casa ese fin de semana y quizá ella había hecho lo mismo, pero un mensaje que me mandó ese mismo viernes a la hora de almorzar me hacía pensar que sí, porque me decía de quedar si yo quería. No le respondí, dejándola en visto, pero eso tampoco significaba que no se rindiera, porque esta chica era testaruda como ella sola. A Hugo le entró un poco el bajón por recordar a su exnovia y no terminaba de animarse para estar de fiesta. Así que me encargué yo de pedir un par de bebidas, aunque me dijo que él no bebía nada de alcohol, por lo que se la pedí sin. Yo sí que bebí alcohol, porque me apetecía desinhibirme para centrarme en pasármelo bien más que en amargarme, como había estado haciendo los últimos días.
Él no parecía animarse mucho, cosa que era normal al no beber alcohol, siendo algo que ayuda bastante, por lo que me decidí a hacer algo más. Lo agarré y miré para ver si veía a alguna chica con la que poder hablar los dos para presentárselo y que así entablara conversación con una chica para que sacara a su ex de su cabeza. Vi a dos chicas que estaban junto a la barra y fuimos hasta allí. Nos apartamos un poco y estuvimos hablando con ellas, pareciendo animarse la cosa para él, aunque en un momento dado se fue al baño y vi cómo hablaba con alguien que no me inspiraba mucha confianza. Yo no estaba interesado en ninguna de las dos en realidad, por lo que descartaba acabar con ninguna de ellas, aunque me tomé unas cuantas copas más, pero tampoco me emborraché. No me apetecía irme con nadie a la cama esa noche, sin más. Pero él regresó, bastante más animado y ellas fueron en un momento al baño, dejándonos solos por unos instantes.
-Hugo, ¿quién era el tío ese con el que hablabas antes?
-¿Quién?
-El que estaba contigo al lado del baño.
-Ah, nadie. ¿Por?
-Porque tenía pinta de marronero.
-¿Marronero?
-Joder, tiene toda la pinta de pasar.
-Ah...
-Hugo, ¿tú te metes?
-Qué va...
-Qué mal mientras, tío...
-Joder...
-Que a mí me da igual. Tú sabrás lo que haces.
-Va, sí. Pero es lo que hay en mi mundo.
-¿A qué te refieres?
-Los que nos dedicamos a la restauración... Mira, nos pegamos mucho tiempo ahí dando el callo y hay veces que necesitas una ayuda. Que también hay gente que no se mete nada y saca su trabajo, ¿sabes? Pero es que luego acabas muerto. Cuesta acabar un servicio sin caerte después. Son muchas horas, muchas prisas, mucho estrés... Es una ayudita.
-¿Estás enganchado?
-Mmm...
-Ya veo. ¿Tienes ahí?
-¿Qué? ¿Quieres tú también?
-Nunca he probado.
-¿Entonces?
-Solo te pregunto.
-Algo tengo.
-¿Cómo va eso de precio?
-No es barato. ¿Por qué?
-No sé... Me apetece hacer una locura.
-No sé si es buena idea.
-¿Por qué? ¿Porque he bebido?
-Bueno, pero no lo has hecho mucho. No estás borracho ni siquiera.
-¿Pega mucho?
-Depende de cómo seas de tolerante a esas cosas.
-¿Vamos?