Capítulo 895
El día de la venida de Ángela llegó, marchándome yo a por ella al aeropuerto mientras que Abby se quedó en casa. A esas alturas ya habíamos cambiado la moto que tenía por un coche pequeño para poder manejarnos mejor por la ciudad, como también en este caso para poder ir de manera más cómoda a por Ángela.
Mi amiga no pudo evitar lanzar un grito cuando me vio, viniendo corriendo hacia mí para darme un abrazo, llegando hasta a soltar su maleta y todo, cayendo al suelo. Me dio un abrazo tremendo, a la vez que muchos besos en la mejilla. Yo también estaba inmensamente contento de verla, y eso que solo habían pasado unos pocos meses desde la última vez que nos vimos en persona, pero la distancia pesaba mucho.
La veía hasta emocionada mientras me hablaba de manera atropellada de cómo le había ido el viaje y demás, siguiendo con ello mientras nos poníamos en camino a casa. Ángela me confesó que se encontraba un poco nerviosa por el momento de conocer a Abby, diciéndole yo que no se podía imaginar cómo estaba mi novia. Se lo podía figurar por todo lo que le había contado de ella, esperando que no le causara demasiada incomodidad.
Le dije que ya se había ido mentalizando sobre el momento y que estaba haciendo un gran esfuerzo por superar esa ansiedad social que padecía. También le conté que estaba muy interesada en aprender español y que los solíamos practicar todos los días, bromeando entre los dos en que no tenía un rato de descanso respecto al trabajo de enseñar idiomas. Ángela estaba muy entusiasmada con todo lo que le contaba, contándome ella también algunas de sus cosas, pero era algo que ya conocía, porque hablábamos muy de seguido.
Cuando llegamos, abrí la puerta, conduciendo a Ángela al salón, donde Abby nos esperaba de pie, con sus manos a la espalda, estando visiblemente nerviosa. Ángela saludó alegremente como respuesta al saludo comedido de mi chica, siendo en español. Hubo una situación un tanto incómoda cuando se acercó Ángela, pues ella tenía intención de darle dos besos, pero Abby a la vez le tendió la mano.
Sabía lo incómoda que estaba Abby, pero yo no podía evitar sonreír al verla así de tímida y tan sonrojada. Es que me entraban ganas de comérmela. Ángela se disculpó, pero al final sí que se dieron dos besos, además de un abrazo. Alguna vez había visto a gente saludarse con dos besos, pero lo más normal era hacerlo con un apretón de manos. Y fue algo que le conté a Abby, que en mi país lo más normal era hacerlo con dos besos siempre que hubiera una mujer de por medio, pero sus nervios le pasaron una mala jugada.
Por suerte, todo fue de maravilla, poniendo Ángela también de su parte, porque con lo extrovertida que era ella, estaba calmada en ese aspecto. Lo normal en ella era que no parara de hablar, sobre todo cuando conocía a una persona, haciendo siempre muchas preguntas. En esta ocasión no fue así, porque conocía la manera de ser de Abby, estando mucho más tranquila.
No dejaba de mirar la cara de mi novia para ver si todo estaba bien, si tenía incomodidad encima o si estaba siendo demasiada interacción para ella, pero lo cierto es que estaba normal. A veces permanecía en silencio, pero siempre respondía de buena manera a toda interacción que tenía lugar, aunque ese día no fue demasiada, pues Ángela estaba reventada y se fue descansar pronto, haciendo nosotros algo parecido, aunque ya en la cama charlamos un poco sobre cómo fue el momento.
Y algo más pasó además de charlar, porque ni con visita en casa a Abby se le iban las ganas. En cierto modo la entendía, porque era una manera de desfogar esos nervios que había tenido durante todo el día. Y venía muy bien para sobrellevar el frío de allí, porque ahora sí que notaba la diferencia a la temperatura a la que estaba acostumbrado.
En verano lo noté al hacer menos calor, pero en invierno se notaba demasiado el cambio y, aunque me gustaba mucho esa estación y el frío en general, a veces se hacía demasiado. Las nevadas eran muy comunes y continuas, otra de las razones por el que cambié la moto por un coche, porque veía demasiado peligroso circular de esa manera por allí.
Eso sí, Abby procuró llevar cuidado a la hora de tener sexo conmigo, aunque en realidad tampoco es que hubiera mucha diferencia en cómo lo hacíamos en nuestro día a día, ya que era bastante silenciosa por lo general, limitándose siempre a jadear y lanzar algún que otro gemido hasta que llegaba al orgasmo, en donde ya se liberaba más.
Se le escapó alguno que otro durante ese sexo que intentamos que fuera sosegado, pero yo me venía arriba por momentos por lo que me encantaba ella en general, siendo el sexo también inmejorable. Ella corregía la situación, pero a veces se movía de una manera encima de mí que parecía una ola del mar y me ponía mucho, acercándome de manera desmesurada al final.
Me susurró al oído que no quería demorarse mucho, porque sabía que cuanto más duráramos, más intensos iban a ser nuestros orgasmos, por lo que pasamos de esa postura de cucharita en la que estábamos cuando me dijo eso a un misionero en el que sus piernas se sostenían sobre mis hombros, empujando yo ligeramente, porque con eso era más que suficiente para hacerle llegar.
Se corrió entre unos deliciosos jadeos que me lanzaba en el oído, humedeciendo la zona, cosa que detonó mi final, llegando también, aunque acabando dentro del condón que llevaba puesto. Como siempre que acabábamos, Abby se acurrucó contra mí para darme muchos besos hasta que el sueño nos venció y nos quedamos dormidos.
Al día siguiente me encontré a Ángela bebiendo agua en la cocina mientras acariciaba a la gata que teníamos en casa. Me contó que le encantaba, siguiendo con que le encantaba todo en general, expresando que Abby era un amor y que me hacía mucho bien. Le pregunté en qué lo había notado, comentando ella que sonreía mucho más que antes de que me fuera, siendo el cambio más significativo sin embargo la desaparición de mis ojeras.
Y es que era verdad que había recuperado el buen sueño que tenía. Le confesé que parte del objetivo de irme allí para empezar de cero había funcionado, porque veía que todo se me estaba encarrilando muy bien: había encontrado a alguien muy afín a mí con quien compartir mi vida, pudiendo estar viviendo con ella en una casa mejor de lo que pudiera imaginar y sin ninguna preocupación por ello. También iba todo muy bien en el máster y en las clases que impartía por las tardes.
Poco más podía pedir, comentando ella que creía qué más podía venirme bien. Le dije que sí, que me faltaban los más cercanos, pero a la vez Abby suplía esa falta con creces, porque no podíamos estar mejor. Ángela dijo que me quería preguntar algo, pero que no sabía si hacerlo o no al estar relacionado con Elena. Me entró curiosidad y le dije que me podía preguntar.
Fue muy simple en realidad la duda que tenía, porque lo que me preguntó fue si Abby había despertado en mí los sentimientos que Elena despertó en su día y que Valentina no fue capaz de originar. Fue una pregunta muy directa para lo simple que era también, preguntándole yo a ella antes de responderle qué pensaba. Ella me dijo que se había dado cuenta de muchas cosas el día anterior en el rato que estuvimos los tres juntos.