Capítulo 576
De camino a casa fui pensando en que mi teoría no se desviaba mucho de la realidad. No era su hija, pero sí que era familiar suya, siendo su sobrina. Quizá no parezca tan grave, y en realidad no me lo tomé como tal, pero sí que se me vino a la cabeza aquella conversación en la que me dijo que no le gustaban los niños y que había tenido la suerte de ser hija única, pues en realidad no lo era, porque al parecer tenía una hermana, porque fue lo que me dijo Julia. No lograba entender por qué me había dicho eso si tenía una. ¿Quizá tenía una mala relación con su hermana? No tenía pinta de eso. Si lo fuera, dudo que su sobrina fuera regularmente a visitarla, además de que ella no me dijo en ningún momento que se llevaran mal, diciendo hasta que a su madre no le importaba que se quisiera parecer más a Valentina que a ella misma. Lo encontraba algo sumamente raro y como digo, no fue algo que enfadara, pero sí que me tenía despistado. Y luego preocupado al pensar que podía haberme dicho más cosas que no eran verdad.
Pero ya intentaría salir de dudas al siguiente día por la noche cuando quedáramos para el plan que teníamos entre manos. Aunque antes de eso, por la mañana me acerqué bien temprano al gimnasio para mantener la rutina de ejercicio, pero esta vez fue más breve de lo normal, ya que tenía que ir al peluquero para repasarme la barba un poco. Quería ir a nuestra cita exactamente igual que fui cuando yo pensaba que era una buena idea ir para darle la sorpresa. Me gustó mucho cómo iba y pensé que le gustaría verme así de bien, ya que ambos nos íbamos a arreglar como aquel día. Tras eso, fui a la tienda, como acordé con mi grupillo, ya que se iba a hacer algo y nos juntamos unos cuantos, para jugar, haciendo un parón para comer y luego seguir. Fuimos todos a excepción de Sara, quién al parecer se quedó durmiendo, cosa que ya nos confirmaría al ir por la tarde, diciendo que tenía una resaca enorme. Durante el almuerzo me percaté de que Amaya y el chico que estaba colado por ella se sentaron uno al lado del otro. Me gustaba verlos así, porque sabía que Amaya estaba abierta a conocerlo.
En un momento en el que los chicos estábamos a solas le pregunté y él dijo que se estaba animando a acercarse, aunque le costaba. Entre risas nos contó que la noche anterior estaba bastante motivado por verla tan guapa y por el alcohol que ingirió, algo a lo que no estaba nada acostumbrado. Y, de hecho, tenía pensado quedarse a solas con ella, pero nos comentó que no pudo ser por lo de Sara. La acompañaron a casa y él espero fuera para acompañar a Amaya a su casa, pero ella salió diciendo que se iba a quedar con ella, porque estaba muy mareada y con ganas de vomitar y no quería dejarla así. Le molestó que pasara eso, pero entendió que quería ayudar a su amiga, volviendo a casa solo. Yo le dije que había tenido mala suerte, pero que estaba yendo por el buen camino yendo poco a poco para conocerse y también le comenté que no tuviera prisa, que lo importante era que estuviera cómodo para no darle mala impresión e incomodarla así a ella. Lo veía cortado, pero optimista y eso me gustaba.
La cosa en el torneo fue normalita, sin tener un gran resultado, pero tampoco estrepitoso. Lo más difícil fue jugar cuando Sara estuvo por allí lanzándome miraditas y poniéndose a mi lado mientras yo jugaba para apoyarse en mi hombro e incluso acariciándome la nuca con sus dedos suavemente. La miré en varias ocasiones, pero ella hacía como si nada y seguía. Menos mal que se fue al poco, despidiéndose de todos, pasándome el brazo por los hombros a mí mientras seguía sentado para apretarme contra sus tetas. Luego me miró sonriendo y me sacó la lengua, guiñándome un ojo también. Esta chica tenía algo que me ponía mucho, una mezcla entre cómo era físicamente y su personalidad, pero lo pasaba mal para no seguirle el rollo, porque sabía que si lo hacía, al final íbamos a acabar como ella quería y no quería eso por lo que le prometí a Valentina.
Fue un momento bastante parecido al que tuvo lugar con Julia de hecho. Me costó horrores negarle el beso que me quería dar en la puerta de su casa, porque la chica era un bombón y esa noche iba guapísima. Ya conocía sus curvas desde el primer día que la vi, con ese conjunto corto y ajustado. Deseaba ver sus pechos y hacer de todo con ella y más después de la noche anterior al verla con ese vestido ajustado por la parte de arriba hasta su cintura y con una falda de vuelo. Su escote era más que generoso y juraría que no llevaba sujetador, pero era difícil de adivinar por su color oscuro y por ser de noche. En cualquier caso, era una chica con la que me hubiera ido a la cama sin ningún tipo de problema en otras circunstancias. Pero de nuevo se me venía Valentina a la cabeza y no podía, porque en ella ya tenía todo lo que buscaba. Quizá fuera eso lo que conseguía frenarme a la hora de llegar a algo más con otra chica, pero me costaba mucho igualmente. Y no había pasado ni una semana aún desde mi vuelta a casa y ya había tenido dos oportunidades claras de hacer algo.
Acabamos temprano para lo que solíamos, siendo perfecto para ir a casa y poder arreglarme tranquilamente, dándome una ducha y arreglándome tal y como lo hice el día que fui a casa de Valentina para acompañarla. Recordé todo lo pasado ese fin de semana y la verdad es que me ponía algo de mal cuerpo, pero pronto se me pasó cuando recordé cómo estábamos ahora y lo que se venía en unas horas. Así que cambié el gesto y me terminé de vestir, mandándole un mensaje para ver la hora a la que quería que fuera. Ella me dijo que le diera unos minutos más, que estaba terminando de arreglarse, quedando media hora después. Y esperé, yendo hasta el coche así vestido, con gente mirándome por la calle, dándome hasta algo de vergüenza. Menos mal que fui en coche, porque hacía un calor horrible como atravesar la ciudad así vestido. El problema era que la zona en la que vivía Valentina para aparcar era muy mala, teniendo que hacerlo varias calles en paralelo.
En cuanto llegué, miré bien para asegurarme de que no había nadie por la zona o bajando y llamé a su porterillo. Ella me abrió enseguida sin preguntar ni siquiera quién era, así que pasé para subir. Antes de hacerlo, me paré frente al gran espejo que había en la entrada para darme un último repaso y ver que todo estaba perfecto, montándome en el ascensor para subir. No puedo negar que estaba nervioso mientras lo hacía. Sabía de sobra lo que se iba a venir y sabía que iba a disfrutar mucho, pero también se me venía a la cabeza la conversación con Julia y lo que me ocultaba Valentina, aunque no estaba seguro de si era mucho o poco, pero estaba claro que cosas importantes de guardaba o las transformaba para hacerlas diferentes. No sabía del todo cómo gestionar todo aquello por mucho que tuviera en mente cómo hacerlo para que ella se terminara de abrir conmigo.
El nerviosismo que llevaba se mantuvo, aunque eso último que pensaba se me fue de la cabeza en cuanto la vi. Estaba más impresionante de lo que recordaba y eso que estaba exactamente igual, con el mismo vestido azul metalizado que le quedaba muy bien sin ser muy ajustado u holgado, aunque marcaba muy bien sus curvas. También llevaba ese peinado tan bonito como laborioso compuesto por varias trenzas para recogerlo, aunque seguía dejando su flequillo como siempre. Me recibió con un buen beso en los labios, húmedo, pero sin lengua, despegándose de mí para mirarme sonriente, aunque se sorprendió bastante al ver que llevaba una pequeña bolsa en mi mano. Inmediatamente me preguntó qué era lo que llevaba ahí, pasando yo a decirle que se trataba de las sorpresitas que le había comprado. Ella puso otra sonrisa en su rostro aún más grande y me agarró de la otra mano para llevarme a la cocina.
Allí vi que había varias cosas emplatadas, aunque ella me apartó la mirada de aquello al agarrarme la cara con sus dos manos para darme otro beso. Me decía que estaba muy guapo y no podía dejar de mirarme una vez terminamos de besarnos, siguiendo yo con mi cara sujeta por ella y muy cerca de la suya, estando Valentina con esos preciosos ojos azules casi vibrantes. Le pregunté entre risas qué le ocurría, porque la veía muy eufórica, diciendo ella que estaba encantada de poder estar los dos así para esa noche. Me dijo que no supo apreciar lo guapo que me puse en esa ocasión y por eso no podía quitarme el ojo de encima. Era maravillo oír todas esas palabras, atrayéndola yo hacia mi cuerpo para estar más cerca aún. Dejé la bolsa sobre la mesa de la cocina y la agarré de las caderas para besarla de nuevo. Y así estuvimos unos minutos, con mi polla poniéndose morcillona, aunque no quería hacer nada tan pronto. Era una noche especial y había que disfrutarlo todo a su tiempo.
Entre risas por haberse corrido su pintalabios un poco, le expliqué que había traído alguna que otra cosa para la cena. Así que ella abrió la bolsa, encontrando primero un vino que compré para la ocasión. Su reacción fue más exagerada de lo que esperaba, pues al parecer, ella entendía de vinos y me dijo que era una locura lo que había comprado. La verdad es que me costó su dinero, pero para ocasiones especiales me gustaba tener detalles como ese como he ido contando a lo largo de esta historia. Tan solo le dije que pregunté por un buen vino para una ocasión especial y que me recomendaron unos cuantos, eligiendo yo ese. Valentina miró al techo llegando a morderse un poco el labio y continuó sacando lo siguiente que había en la bolsa. Se trataba de un surtido de chocolate de varios tipos: del que tiene un alto porcentaje en cacao, otro con un poco menos, alguno con leche, blanco, con naranja y demás frutas... Le encantó el detalle, sobre todo por lo artesanal que parecía con esa presentación, siendo así, aunque también me echó un poco la bronca al decirme que no paraba de comprarle cosas con chocolate, como eso, el helado que también llevé para el postre o los que tomamos en la playa.
Pero se la veía muy contenta, pensando yo si lo seguiría estando después de ver lo que era. Para ello, sacó la bolsa en la que se encontraba, cogiendo luego el paquete en el que se encontraba al estar envuelto en papel de regalo. Me miraba sonriente y expectante, pasando a retirar las bolsas y abrir despacio el regalo. Su expresión era muy divertida al ver lo que había dentro, pues no le pareció mal y de hecho lanzó hasta una pequeña risa. El regalo se trataba de un conjunto de ropa interior muy sexy que compré tras ser atendido por una chica que trabajaba en aquel lugar, porque yo no tenía mucha idea tampoco del tema. Allí, esa chica me comentó las diferentes marcas que había y nos decidimos por una al explicarle yo que la chica que lo iba a llevar era delicada y que merecía que fuera una prenda cómoda y fina. Valentina de nuevo me miró, pidiéndome explicaciones de cuánto me había dejado al comprar todo eso. Yo le respondí que eso no importaba y ella se prestó a pagarme todo lo que había comprado, pero me negué en redondo, llegando a decírselo seriamente, porque todo eso había sido un detalle para ella de mi parte, sin más.
Ella me abrazó y me dio un beso, diciendo que lo iba a guardar bien para estrenarlo la próxima vez que nos viéramos, aunque me llevó de la mano hasta el salón, donde estaba todo listo para que cenáramos. Todo el lugar estaba muy bonito, con varias velas por varios sitios y la mesa pequeña de café lista para cenar ahí, aunque al parecer se podía cambiar de posición, luciendo ahora más alta y cuadrada, perfecta para una cena para dos. Tenía dos platos, cubiertos y servilletas de tela y un jarrón con flores en el centro. Le dije que me gustaba mucho cómo estaba todo y ella sonreía orgullosa al decirme que había hecho todo en tiempo récord por no haber llegado muy temprano a casa. Y entonces me acordé de lo de su trabajo, por lo que le pregunté, pero ella me dijo que ya lo hablaríamos tranquilamente durante la cena. Así que me dejó allí unos minutos después de poner música, con algo de jazz, como ya sabía que a ella le gustaba y la verdad es que daba un ambiente genial para la ocasión. Me prohibió levantarme de mi silla, diciendo que ya traía ella todo por ser su invitado y que volvía enseguida.
En unos minutos, Valentina vino muy sonriente, con un bol con ensalada como entrante. Una ensalada fantástica que disfruté como el que más estando acostumbrado a ellas. Pero esta tenía unos toques algo diferentes a los míos y me encantaba, por lo que le pedí que me enseñara a hacerla, porque quería tenerla en mi repertorio para mi día a día. Ella decía que encantada me enseñaría a hacerla poniendo una sonrisa más grande aún en su rostro. Así, empezamos a cenar, charlando de paso también. El tema de conversación durante toda la cena fue el trabajo y lo cierto es que no me resultó pesado por la intensidad que ponía Valentina en sus palabras al contarme todo el proyecto que tenían entre manos en su empresa, aunque también me preguntó a mí por mi semana en el mío y también curioseaba por lo que había hecho durante ese día, contándole yo, pero volviendo a lo de su trabajo.
Fue irremediable que se me viniera otra persona a la mente cuando la oía hablar así de su trabajo, porque era una situación tan familiar a tantas que había vivido en el pasado con dicha persona, que era imposible que no vinieran esos recuerdos, especialmente cuando mencionó que le había encantado cómo había quedado el apartado de publicidad en el que habían invertido bastante para que su empresa se diera a conocer a nivel internacional, ya que era en lo que trabajaba Elena. Pese a no haberlo estudiado, conocía bien el tema por cómo mi ex me explicaba cosas relacionadas con ese mundo, como la ayudé con su trabajo de fin de grado cuando me lo exponía para practicar o cuando me contaba sus proyectos una vez empezó a trabajar cuando nos fuimos a vivir juntos. Pero no dejé que todo eso empañara el buen momento que estábamos teniendo, alejándolo rápidamente de mi cabeza para seguir la conversación que me daba Valentina, aunque ayudó bastante que fuera a por los demás platos.
El primero fue un solomillo con una salsa deliciosa a base de ajo. En mi vida había probado un plato como ese y eso que me había rodeado casi siempre de gente que sabía cocinar de manera excelente, como mi madre o mi ex, pero Valentina también lo era. Y mucho. Y siempre le daba su toque con esos empatados modernos pero que encerraban un sabor único y en este caso no era menos. No sé cuántas veces le dije que me encantaba lo bueno que estaba, agradeciendo ella las palabras, aunque me tuvo que parar los pies con el vino, porque empecé a beberlo con rapidez por lo bueno que lo encontré, diciéndome ella que llevara cuidado, porque parecía que no, pero luego subía. Y llevaba razón, pues no tardé mucho en notar el calor que te entra por el cuerpo con el alcohol, igual que me entraba la risa. Pero eso no parecía ser un problema para ella, quien me miraba risueña y también se animaba a beber.
Pero el mejor plato estaría por llegar cuando me dijo que su especialidad era lo que iba a comer ahora. Y lo veía perfecto, porque midió las cantidades perfectamente para no acabar muy llenos habiendo comido ya en entrante y el primero. A los pocos minutos apareció con dos platos, dejándolos en la mesa. Me gustó mucho la presentación de aquel plato que ella me presentó como una milhoja de berenjena a la parmesana. Pero no era como alguna que ya había probado en restaurantes, que solían llevar salsa de tomate y demás. Esta era una receta con su toque y es que entre las capas de berenjena había finos filetes de salmón. No sabía muy bien si me iba a gustar, pero lo cierto es que me encantó. Fue el plato que más me había gustado de los que me había cocinado Valentina. Lo probé tranquilamente tratando de disfrutar el sabor y ver que estaba perfecta con ella mirándome con atención para ver cómo reaccionaba, sin llegar a probar su plato aún.
Se le iluminó la cara cuando le dije que era uno de los mejores platos que había probado en mi vida, sorprendiéndome por la inclusión del salmón, el cual le daba un toque sensacional. Ella lo probó entonces, diciendo que le encantaba y que era su plato favorito, comentándome cómo lo descubrió en un viaje que hizo a Italia en el que no lo llegó a pedir, pero que se fijó y luego ella intentó imitar, consiguiendo perfeccionarlo a lo largo de los años. No podía parar de decir lo bueno que estaba, y eso que con el solomillo de antes estaba encantado, pero este plato es que era el mejor de lejos. No me dejé nada y ella estaba encantada con ello, diciéndome que me lo prepararía siempre que quisiera. Y por último llegamos al postre, aunque aquí poco había que hacer ya. Valentina sirvió un poco de helado de chocolate del que llevé, acompañándolo con algo de mermelada de frambuesa y unas galletas un poco machacadas para decorar el plato, aunque también acompañaban bien.
Estuvimos más relajados durante el postre, comiéndolo con ella disfrutando como la que más de su querido chocolate que le hacía poner esas caras que a mí me hacían gracia, porque parecía que estaban jugando con ella como yo tenía pensado hacer después. Y entonces fue cuando decidí presentarle la última sorpresa que le preparé, sorprendiéndose ella una vez se lo dije, porque decía que ya había tenido suficientes detalles con ella como para que hubiera más, aunque lo decía con una sonrisa enorme en su cara, siendo muy obvio que tenía muchas ganas de ver de qué se trataba. Por eso la saqué del bolsillo derecho de mi chaqueta, poniéndola sobre la mesa con mi puño cerrado para que no viera de qué se trataba hasta que no apartara la mano. Una vez retiré la mano dejé a la vista una pequeña caja de color rojo, pasando ella a mirarla y a mirarme de inmediato a mí. Noté cómo se le cambió el gesto, pasando a ponerse algo seria, aunque la verdad es que la notaba sorprendida al ver cómo abrió sus ojos más de lo que ya estaban abiertos, manteniéndolos así.
-Este momento tan dulce que estamos teniendo, especialmente con el postre... No se me ocurre ninguno mejor para darte eso.
-Javi... ¿Qué es esto?
-¿Por qué no lo abres y lo ves? -dije pasando a beber algo del vino que aún quedaba en nuestras copas.