Capítulo 665
Por desgracia, no era la primera vez que me pasaba recibir noticias como esa así. Del mismo modo que se repetía en mi cuerpo la reacción una vez me enteraba de algo así. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo como si de un calambrazo se tratara, quedándome después mareado de la impresión que me dio. Qué sensación tan desagradable, aunque es mucho peor que te informen del fallecimiento de alguien cercano. Me senté en la cama sin poderme creer lo que estaba leyendo, mirando los mensajes de varias personas y viendo que me decían lo mismo. Era algo que no me podía llegar a creer y que no sabía cómo había podido pasar, porque no me informaban de lo sucedido. Tan solo me contaron el hecho y dónde estaban. De un bote me levanté para darme una ducha rápida, porque la necesitaba bastante, arreglándome para irme hacia donde me dijeron sin creerme lo que estaba pasando.
Al llegar todo era muy desolador. Cuando alguien se va de esta manera es algo muy duro, pero lo es especialmente cuando se es tan joven. No conocía de nadie a su familia, pero igualmente me acerqué para darles el pésame, sin atreverme a mirar el cuerpo estando el ataúd abierto. De nunca he hecho eso, porque pienso que me daría mucha impresión y siempre lo he evitado, hasta con familiares. Y en esta ocasión no iba a ser menos, porque además de eso, no me quería quedar con esa imagen como última de esa persona. Habiéndoles dado el pésame a los familiares, salí fuera de la sala donde estaba toda la familia, encontrando a mis amigos allí. Estaban casi todos los del grupo que conformábamos, aunque los que no estaban era porque ya se habían ido. La pobre Sara no podía dejar de llorar, porque Amaya era una de sus mejores amigas y ya no estaba más entre nosotros. Y el chico que estaba por ella también se encontraba allí.
Aunque él estaba con la mirada perdida, todo lo contrario que Sara. A ellos también les di el pésame, por supuesto al darles un buen abrazo. Sara se echó a mis brazos para llorar al echar su cara contra mi cuerpo, aunque el que más me preocupaba era él. No exteriorizaba nada lo que pasaba por su cabeza y eso me parecía mal. No me podía creer que Amaya hubiera muerto y lo peor de todo es que no sabía de qué había sido, pero viendo cómo estaba la cosa, tampoco lo iba a preguntar. No lo veía algo que les hiciera bien, por lo que preferí estar en silencio y consolarlos. Sara se repartía entre nosotros dos, buscando abrazarnos continuamente. Era muy doloroso verla así. Yo me encargué de llevarlos a comer algo por ahí, aunque no probaron nada, por lo que tuve que pedir que lo pusieran para llevar. Los llevé a casa, con la intención de irme a la mía, porque me encontraba bastante triste yo también, pero Sara no tenía a nadie en casa y no quería dejarla sola conforme estaba.
El chico sí que tenía a su familia, aunque le dije que nos llamara si quería charlar para hacerlo más llevadero, ofreciéndole Sara venirse con nosotros, aunque no acabó viniendo, porque se quedó hasta tarde jugando videojuegos y se había levantado muy temprano por lo mismo y quería ver si podía dormir algo, aunque lo dudaba bastante. Sara se puso más cómoda y se vino rápidamente al sofá, donde yo estaba, para abrazarse a mí con fuerza y llorar durante gran parte de la tarde. A veces no podía ni entender lo que decía del berrinche que tenía encima, algo más que normal en esos casos. Yo me mantenía muy cabizbajo sin llegar a entender qué podía haber pasado para terminar así. Sara se vio con fuerzas de contarme que Amaya no fue capaz de ganar una dura batalla que estaba librando con sus demonios. Yo no tenía ni idea de aquello, pero Sara era alguien muy cercana para ella y sí estaba enterada de que tenía problemas mentales y que se esforzaba por superarlos, pero evidentemente, no terminó de conseguirlo.
Al pasar las horas, Sara se iba encontrando algo mejor dentro de lo que cabía. Al menos ya no lloraba tanto como antes y se podía hablar con ella varias frases seguidas. Por suerte, sí que cenó para que no se fuera con el estómago vacío a la cama. Justo se comió lo que no pudo hacer al mediodía y nos llevamos a casa. Le pregunté si quería que me quedara con ella a dormir para que no estuviera sola, aunque ella me dijo que no hacía falta. También me comentó que no se veía con fuerzas de ir al día siguiente a clases, pensando en tomarse el día libre. Me pareció bien, pero le pedí a cambio que me enviara un mensaje cuando se levantara para decirme cómo estaba. Dudaba que pudiera dormir algo esa noche, aunque tenía por casa tranquilizantes fuertes. Pensó que sería lo mejor tomarse uno para poder dormir así y poder descansar, porque sabía que no lo podría hacer. Así que se lo tomó y la acompañé a la cama, dándole yo un beso en la frente y despidiéndome de ella, diciéndole que al día siguiente hablaría con ella.
Al salir también llamé al otro amigo, pareciendo estar bien y dándome las gracias por preocuparse tanto. No hablamos mucho, lo suficiente para ver que todo estaba bien y para informarle sobre Sara cuando me preguntó por ella. Quedamos en que al día siguiente hablaríamos para ver cómo estábamos y hacernos algo de compañía. Al llegar a casa, Andrea me preguntó preocupada dónde me había metido durante todo el día, porque no había respondido a sus mensajes. Me disculpé con ella y rápidamente notó que algo no iba bien. Le informé de que una amiga había fallecido y ella reaccionó de manera muy nerviosa, poniéndose muy acelerada, preocupándose y preguntándome qué había pasado. Le informé de todo y me dio un abrazo muy grande, dándome el pésame y preguntándome si me encontraba bien. Era todo un encanto de chica y me llevó a la cocina para recalentar lo que había preparado para cenar y que pudiera hacerlo, porque no me apetecía mucho cuando Sara lo hizo. Le di las gracias por estar tan atenta, diciéndome que era lo menos que podía hacer, dándome otro abrazo, aunque ahora yo estaba sentado.
No tardé mucho en retirarme a mi habitación para irme a dormir, porque me encontraba cansado y con muy mal cuerpo entre la salida de la noche anterior y todo el día en general que empezó con esa noticia tan espantosa. No me terminaba de creer que fuera verdad lo que había pasado. Pensé en los momentos compartidos juntos, encontrándola una chica genial y muy alegre. No tenía ni la más mínima idea de lo que estaba pasando en su interior, porque no lo exteriorizaba para nada en nuestra presencia. Sí que ataba cabos al recordar que no se dejaba ver mucho últimamente por la tienda, pero no pensaba que fuera algo así para nada. Seguí recordando momentos compartidos, como aquella vez en la que me preguntó si le invitaría a mi cumpleaños, el cual no quedaba ya muy lejos, o también ese momento en el que hablamos del chico que estaba por ella. Era muy difícil conciliar el sueño en esas condiciones, estando hasta altas horas de la madrugada recordando momentos y pensando en ella, estando bastante triste todo el tiempo.
Al día siguiente me levanté regular. Había dormido muy poco y no dejaba de pensar en mi amiga, que ya no iba a ver más. Pensé aprovechar que era muy temprano para ir al gimnasio, pero es que no tenía ganas para nada. En lo que me espabilaba del todo preparándome un café me decidí a ir para evadirme un poco. Sin querer desperté a Andrea, quien se pasó por la cocina para preguntarme cómo estaba, dándome un abrazo de paso. Era muy gratificante tenerla ahí para hacerme compañía de por sí, pero en esa situación lo era mucho más. Esos abrazos que me daba para levantarme el ánimo me sabían a gloria. Tras regresar del gimnasio y darme una ducha, estando ella en clases, me preparé algo para desayunar, pero es que no me entraba nada, por lo que lo dejé para más tarde, preparándolo para llevármelo a la academia por si acaso me entraba hambre allí, para poder tener algo que llevarme a la boca.
Pero antes de entrar a trabajar, llamé tanto al chico que estaba tonteando con Amaya, como a Sara. Él me agradeció ponerme en contacto, diciéndome que aún era muy pronto como para asimilarlo siquiera, pero que pensaba que las clases y los videojuegos le ayudarían. Le dije que podíamos vernos si necesitaba a alguien para hablar, o para distraerse también jugando videojuegos, porque a mí también me gustaban. Una vez más me dio las gracias y dejamos ahí la conversación, pues se estaba preparando para ir a las clases. Sara sin embargo estaba peor por lo que podía notarle en la voz cuando la llamé. Me dijo que había podido dormir gracias al tranquilizante que se tomó, pero que se encontraba muy mal anímicamente. Como me comentó el día anterior, no iba a ir a clases, pensando tomarse unos días libres, porque no le apetecía nada. Me daba mucha pena oír su voz tan apagada, por lo que le dije de comer juntos en su casa para animarnos y hacernos compañía. Le pareció bien y quedamos sobre las 2 de la tarde, comprando yo algo de camino para almorzar y no tener que hacer nada, haciéndole compañía hasta que tuve que volver al trabajo.
La semana transcurrió de manera similar a ese día, aunque no fui más a casa de Sara, pero sí que hablaba con ella todos los días, encontrando mejoría en ella, al igual que nuestro amigo. Eso no significa que ya hubieran pasado página. Ni mucho menos, porque los ánimos estaban muy bajos. La mejor prueba de ello era cómo de desierto estaba el grupo de WhatsApp en el que estábamos todos de manera más privada, aunque el grupo grande también estaba un poco así. Sara se fue con su familia a pasar el finde y no estar sola, quedándome yo en casa con Andrea, quien estuvo muy pendiente de mí, aunque a mí con su compañía me bastaba. Con Ángela también hablé bastante, aunque no le llegué a contar nada de aquello para no alterar los primeros días que estaba pasando en su nuevo destino. Lo último que quería era ocasionarle una preocupación más, porque iba bastante sobrada en ello, donde quizá la más importante era la dificultad para cerrar los flecos del piso en el que se iba a quedar.
Aunque ya sí que me lo notó cuando me hizo una videollamada el sábado sobre las 5 de la tarde. Lo bueno es que me pilló solo en casa, porque Andrea miró mucho su móvil mientras comíamos, cosa que era rara. Le pregunté qué pasaba y al parecer se estaban haciendo unos planes. Yo pensaba que se trataba de su novio, que venía a verla o para llevársela a algún plan, pero no terminó de ser así. Lo que pasaba era que se había metido en un grupo de compañeras de clase y ellas estaban diciendo de quedar para dar una vuelta y demás. Ella dudaba mucho, pero yo le animé a que saliera con ellas, alegrándome mucho de ver que había hecho amistades, porque nunca salía de casa más de lo que lo hacía para ir y venir de clases o para comprar algo que necesitábamos. Ella decía que no me quería dejar solo, pero tampoco era para eso. No pasaba nada porque se fuera unas horas y se divirtiera con sus nuevas amigas, porque se lo merecía después de lo obsesionada que estaba con sus estudios.
Además, le dije que yo iba a acercarme a la tienda para hacer unas cosas que me apetecía mucho hacer. Así que se fue, dejándome solo y teniendo lugar esa videollamada con Ángela. De primeras ella me saludó muy abiertamente, como siempre hacía, pasando a marcarse un monólogo con todos los problemas que le estaban surgiendo, diciendo con gracia que cuando solventaba uno, salían dos. También comentaba que estaba muy agradecida de tener a su madre allí, porque sin ella habría estado muy perdida para ciertos temas. También decía que estaba muy nerviosa, porque empezaba en su nuevo puesto de trabajo el lunes, a pesar de que el mes de octubre había empezado en ese mismo día en el que estábamos hablando. La veía tan guapa con sus típicas trencitas y una sudadera ancha que a veces perdía el hilo de lo que me decía, aunque sí que me enteré cuando me dijo que no se me veía nada por la oscuridad que tenía en el salón entre lo bajas que estaban las persianas y lo nublado que estaba ese día.
Me pidió que diera la luz y entonces fue cuando me notó la mala cara, pasando a extrañarse mucho y preguntándome qué me pasaba. Intenté escabullirme diciendo que tenía problemas para dormir bien, cosa que no era mentira y que por eso tenía esas ojeras, pero no colaba y ella me conocía bien. Así que le acabé contando lo que pasó. Ángela puso una cara muy triste, dándome el pésame y diciendo que ojalá estuviera ahí conmigo para darme un buen abrazo. Sus problemas quedaron un plano muy lejano, pasando a preguntarme cómo estaba y tratando de sacarme tema de conversación después para distraerme. Fue una llamada larga que le agradecí para hacerme esa compañía que necesitaba, con ella sonriendo para mi suerte, regalándome una buena imagen de ella que prefería a su casi permanente cara de pena mientras estuvimos hablando todo ese tiempo.
Cuando dejamos de hablar me fui a la tienda para hacer lo que tenía en mente. Me pareció una buena idea hacerle un homenaje a Amaya poniendo por la tienda alguna foto en la que salíamos varios y por supuesto, ella, o también enmarcando el tapete que ella usaba para colgarlo en una pared y que quedara allí su recuerdo para siempre. No había mucho movimiento tampoco ese día, quedándome hablando con el tendero para explicarle lo que había pasado y demás, regresando a casa como a la hora o así para tratar de descansar, porque había dormido fatal esos días. Estuve un rato solo hasta que apareció Andrea, empezando a contarme con mucha energía cómo había ido. Al parecer era un grupillo de unas cinco chicas, siendo una más ahora con ella. Estuvieron dando una vuelta y se pararon en una cafetería para tomarse un café. Ya habían hablado un poco en la universidad, pero ahora lo hacían de manera más alejada de los estudios, aunque también hablaron de ello, pensando en montar un grupo de estudio entre todas, pese a no coincidir en todas las clases o en la misma carrera.