Memorias de una solitaria

Cada vez estoy más convencido que Almu conoció a Claudia.
Y que esta se porto muy mal con el.
Siempre que le pasa algo bueno va Almu y se lo tuerce.
Primero con luis, ya sabemos cómo acabó.
Luego Borja, un soso.
Ahora edu… y va y le coloca un opel meriva.
Un infiel, un soso y un meriva.
O se portó muy mal contigo o eres muy mala persona.
Jolin, como le atizas. 🤷‍♂️
 
Cada vez estoy más convencido que Almu conoció a Claudia.
Y que esta se porto muy mal con el.
Siempre que le pasa algo bueno va Almu y se lo tuerce.
Primero con luis, ya sabemos cómo acabó.
Luego Borja, un soso.
Ahora edu… y va y le coloca un opel meriva.
Un infiel, un soso y un meriva.
O se portó muy mal contigo o eres muy mala persona.
@moderador
 
Era difícil controlarse en el trabajo sabiendo que debajo de su pijama sólo llevaba unos calzoncillos que le quedaban tan bien. Pero el premio cuando salíamos juntos era follar y dormir en la misma cama o lo contrario, o sea, dormir en la misma cama y follar después. Y aunque pareciera algo planificado en realidad era espontáneo y esperado.

Con él follaba con la misma libertad que había tenido con Luis. Nos apetecía y empezábamos. Podía ser al llegar a casa de trabajar, al despertarnos, en la siesta o las pocas noches que salíamos juntos. Y yo me sentía con esa misma libertad de comerle la polla cuando tenía ganas o cabalgarlo a placer mientras que a él se le notaba que le gustaba ponerme a cuatro para darme caña desde atrás. Así cuando me fallaban las piernas él podía seguir bombeándome desde atrás hasta casi hacerme perder el sentido a pollazos.

También era verdad que nuestra relación no iba más allá. Él se negaba a acudir a mis reuniones y yo le di libertad para quedar con sus amigos cuando quisiera sin necesidad de yo ir. Era relativamente fácil con nuestros turnos de trabajo. Sólo hacíamos planes juntos cuando coincidían nuestros turnos, eso sí, ahí pasábamos todo el tiempo juntos, trabajando y después.

Pero le cambiaron el turno a Edu y ya no estaba en cardiología conmigo. Aunque coincidíamos en algunos horarios, ya no en la misma planta ni en los descansos de guardia. Teníamos que buscarnos por el hospital pues pasados ya unos meses todo el mundo sabía que éramos algo más que compañeros. De hecho levanté la envidia de alguna otra examante del enfermero por haberlo retenido tanto tiempo a mi lado.

Entonces empezamos a planificar de otra forma nuestra vida en común. Él seguía viviendo en su piso compartido y sólo venía a dormir a casa cuando así habíamos quedado. Decidimos hacer escapadas juntos para no caer en la rutina.

Una de ellas fue a la costa de Cádiz. Aprovechando la temporada baja del otoño nos reservamos un apartamento en los Caños de Meca para disfrutar de las playas, solitarias en esa fecha, los restaurantes aunque ya no fuese temporada del atún rojo, y por supuesto los paisajes espectaculares con los atardeceres rojizos de otoño.

El irnos entre semana favoreció la tranquilidad de los lugares que visitamos asegurando sentarnos en terrazas de restaurantes de vistas increíbles y disfrutar del sol en playas casi desiertas. Así descubrí que a Edu le gustaba practicar el nudismo pues cuando anteriormente habíamos estado en verano en la costa estaban todas las playas abarrotadas y no me había comentado nada. Pero en la playa de los Caños al pie de la Breña semiocultos entre pinos y dunas estábamos muy alejados de mirones y Edu prescindió de su habitual bañador ajustado mientras que yo me sentí más cómoda practicando mi habitual topless con mi braga de bikini negra.

Era un espectáculo ver a mi chico desnudo. No entiendo a las mujeres a las que la desnudez masculina no enciende porque yo llevaba toda la tarde tontorrona viendo a aquel portento de macho ir varias veces al agua a bañarse. Le gustaba broncearse pues como me había explicado en los entrenamientos de remo deben tener la piel curtida para no quemarse. Aparte de crema solar él sabía que si previamente ganaba color moreno su piel estaba mejor protegida.

Además Edu evidentemente era presumido. Las camisetas ajustadas y monos con los que competían les dejaban marcas del sol en brazos y muslos. El motivo por el que empezó a hacer nudismo fue eliminar esas señales, especialmente de los muslos pues no es raro ver a los remeros por el río con el torso desnudo para delicias de las damas. Aunque también había mucho de narcisismo. Edu era consciente de su increíble anatomía y no perdía ocasión de lucirla. De modo que el pulpo no era patrimonio exclusivo de sus amantes sino que cualquier mujer que se cruzara con él en la playa podría disfrutar de su tentáculo balanceándose entre sus muslos al caminar.

Aunque el sol calentaba no me apetecía bañarme, pero Edu si se zambulló varias veces regalándome la estampa de su cuerpo desnudo y mojado acercándose hacia mí que lo observaba con mis gafas de sol permitiéndome recorrer su anatomía pudiendo deleitarme en el bamboleo de su churra apenas afectada ya por el agua más fría del otoño. No sé si se llegaría a percatar de como me mordí el labio o si mis pezones estaban empitonados por la brisa marina o el deseo que empezaba a acumular.

Pero también empezaba a ser consciente de algo. El enfermero y yo éramos amantes y nada más. No habíamos construido una relación en los meses que llevábamos acostándonos y en realidad nuestros estilos de vida eran tan distintos que difícilmente podríamos llegar a más de lo que ya teníamos. Y aunque esa idea me rondaba la cabeza desde hacía semanas, en aquel viaje se me hizo muy evidente, aunque en cuanto aparecía el sexo se me difuminaba el pensamiento. Y sí observándolo de pie secándose al sol en los rayos ya mortecinos del atardecer esa idea se me había disipado totalmente y era mi entrepierna la que empezaba a mandar con cierto cosquilleo y roce de muslos.

Edu se tumbó boca arriba en la toalla y yo mimosa me eché en su abdomen acurrucándome.

-¿Tienes frío?- me preguntó apoyando su manaza algo fría por el baño en mi espalda.

No contesté mientras mi dedo paseaba por su ombligo. En realidad tenía frío. Pero a la vez calor. Mi dedo dibujaba la cabeza del pulpo y sentí un impulso. No era la primera vez que me ocurría en una playa pero con Edu era distinto. Ya habíamos follado en un vestuario y el coche, y nos habíamos metido mano en un ascensor con besito en su polla incluido. Además estábamos alejados de otra pareja que se veía a unos 90 o 100 metros en actitud cariñosa. ¿Por qué no?

Mi dedo continuó rodeando los tentáculos del pulpo hasta llegar al más largo. Edu no dijo nada pero apoyó los codos incorporándose ligeramente. Al llegar al extremo de su prepucio con mis dedos tiré de él descubriendo parte de su glande. No decía nada por lo que interpreté que había vía libre, así que adelantando mi cabeza lo pasé por mis labios notando un ligero sabor salado que confirmé pasando la punta de mi lengua.

Se dejó caer hacia atrás apoyando su mano en mi cintura doblada por el frío que tenía pero a la vez para poder acceder desde su barriga a su polla. Introduje su glande completamente en mi boca rozando mi lengua contra su suavidad sintiendo como su polla empezaba a cobrar vida creciendo y endureciéndose. Mi cosquilleo ya era humedad y el sonido del mar apenas acallaba mi gemido mimoso ni su respiración profunda.

La longitud de su polla me permitía manejarla para pasarla por mis labios y mi boca sin tener que incorporarme así que mientras chupaba su cabezona mi mano amasaba sus cojones generosos que apenas unos minutos antes vi colgones y mojados acercarse hacia mí bajo el balanceo de mi postre.

Ya no sé si alguien podía vernos pues había cerrado los ojos concentrando mis sentidos especialmente en el gusto y el tacto y agudizado cuando Edu empezó a acariciarme una teta ronroneando al sentir la dureza casi dolorosa de mi pezón. Ahí ya pasé mi brazo por encima de su abdomen agitado y empecé a mamar y tragando cuanto podía de su pollón ya totalmente duro y brillante dispuesto para mí.

El chup-chup de mi mamada era rítmico pero su gemido no y supe el motivo cuando con voz ronca me dijo:

-Como sigas así me vas a ordeñar en nada ¿no quieres que te folle?

Me quedé un instante saboreando mi pieza, que ya había perdido el exceso de sal disuelta en mi saliva y sin contestar me puse de pie ante la expectación de Edu y me sacudí la arena del muslo y las nalgas para poder sentarme sobre el mástil bien lubricado.

Me senté sobre su polla estrujándola con mi peso sobre su pubis y Edu me ofreció su boca. Me resultó muy dulce comparada con el sabor salado de su churra que ni su líquido preseminal consiguió cambiar demasiado. Como ya me conocía no tomó ninguna iniciativa dejando que fuese yo quien me decidiera a iniciar la cópula apartando la braga para empalarme. Lo hice despacio a pesar de estar bien lubricada para sentir como se abría paso en mi vagina mi festín de unos segundos antes. Con Edu la sensación de plenitud era evidente.

Pero en vez de cabalgarlo me eché adelante sobre su pecho cediéndole a sus caderas la iniciativa de marcar el ritmo. Tras acomodarse y alcanzar la posición optima en varias penetraciones de tanteo la fuerza de sus músculos y su resistencia iniciaron una follada rápida e intensa que me hizo olvidarme del sitio donde estaba y de que alguien pudiera vernos u oírnos dejando que mis gemidos se propagaran en el aire.

Siempre me gustó follar duro. Y a Edu también. En cinco minutos estaba temblando de placer despatarrada sobre mi macho. A pesar de saber que yo ya me estaba corriendo siguió machacándome hasta que rogué que parara con un hilito de voz. Le encantaba matarme de placer. Y a fe que lo conseguía.

Satisfecho me envolvió entre sus brazos. Pasé en pocos minutos del sofoco del orgasmo a sentir algo de frío que sólo el calor de su piel en mi pecho y barriga combatían. Debió notarlo y me propuso irnos. Sin darnos cuenta se había ido el sol y empezaba a oscurecer. Sin el calor del sol se hacía patente la estación en que estábamos.

Me propuso irnos al apartamento y darnos una ducha caliente antes de irnos a cenar. Aún sentada sobre él me puse la camiseta larga que había utilizado como vestido de playa. Pero al levantarnos me di cuenta de que Edu seguía medio empalmado. Aunque esa misma noche o al día siguiente habría más sexo no podía dejar que se fuera así cuando había sido yo la provocadora. Antes de que se pusiera unas bermudas que había traído me arrodillé delante suya.

-¿Qué haces?- me preguntó dando por hecho que nos íbamos.

Tiré de su mano para que se acercara más a mí y sin más cogí su polla con la mano descapullándola. Su glande seguía sensible y sus venas rápidamente volvieron a hinchar su pedazo de carne caliente. Sin responder empecé a chupar despacio recreándome de nuevo en esa fuerza de la naturaleza.

Con Edu de pie y yo de rodillas no era difícil desde la distancia saber qué hacíamos pero en la playa sólo quedaba la pareja del fondo que por los movimientos parecía estar haciendo algo parecido a nosotros. Tras volver a ensalivarlo bien levanté la mirada y le dije:

-Ahora vas a ser bueno y me vas a dar todo ¿verdad?

No contestó pero empezó a pajearse con fuerza. A pesar de la oscuridad ver la tensión de los músculos de su brazo y abdomen recorriendo con su mano la longitud de su falo era una imagen increíble. Yo mientras pasaba mi lengua por su glande. Para ayudar empecé a provocarlo:

-Hoy me tienes muy caliente…mira cómo me has puesto- decía pasándome la mano por la braga- Estoy muy caliente todavía por lo pollazos que me has dado. ¿Me vas a dar postre?

Edu no decía nada pero se machacaba con intensidad. Menudo meneo tenían sus pelotas. Quise provocarlo más

-Me tienes tan cachonda que me da igual donde me lo eches…te dejo elegir…

Por fin habló:

-¿Estás segura?

-Ajam…estoy muy perrita…

-Te lo echo con la condición de que no te lo puedes limpiar…

Pensé que querría correrse en mi boca o en mi pecho y volví a quitarme la camiseta. Además aproveché para acariciarle el bajo vientre y las pelotas con la boca abierta en espera. Pero cuando la tensión de sus muslos y la intensidad de su mirada me anunciaron que ya venía fui a atrapar su glande con los labios pero me apartó con la mano a un palmo viendo como un primer lefazo me caía en el pelo. Otro en la cara obligándome a cerrar los ojos y el resto con menos fuerza entre mi barbilla y el pecho.

Efectivamente tuve que regresar sin poder limpiarme al apartamento. No sé si alguien se percataría de que serían los churretones que llevaba en la cara y el pelo, pero el cabrón se rio bastante al cruzarnos con dos señoras en el trayecto entre el coche y el edificio de apartamentos. Lo gracioso es que mi aparente cabreo era tan falso como que acabamos partidos de risa al entrar en el alojamiento y terminamos echando otro polvo más sosegado.
 
Era difícil controlarse en el trabajo sabiendo que debajo de su pijama sólo llevaba unos calzoncillos que le quedaban tan bien. Pero el premio cuando salíamos juntos era follar y dormir en la misma cama o lo contrario, o sea, dormir en la misma cama y follar después. Y aunque pareciera algo planificado en realidad era espontáneo y esperado.

Con él follaba con la misma libertad que había tenido con Luis. Nos apetecía y empezábamos. Podía ser al llegar a casa de trabajar, al despertarnos, en la siesta o las pocas noches que salíamos juntos. Y yo me sentía con esa misma libertad de comerle la polla cuando tenía ganas o cabalgarlo a placer mientras que a él se le notaba que le gustaba ponerme a cuatro para darme caña desde atrás. Así cuando me fallaban las piernas él podía seguir bombeándome desde atrás hasta casi hacerme perder el sentido a pollazos.

También era verdad que nuestra relación no iba más allá. Él se negaba a acudir a mis reuniones y yo le di libertad para quedar con sus amigos cuando quisiera sin necesidad de yo ir. Era relativamente fácil con nuestros turnos de trabajo. Sólo hacíamos planes juntos cuando coincidían nuestros turnos, eso sí, ahí pasábamos todo el tiempo juntos, trabajando y después.

Pero le cambiaron el turno a Edu y ya no estaba en cardiología conmigo. Aunque coincidíamos en algunos horarios, ya no en la misma planta ni en los descansos de guardia. Teníamos que buscarnos por el hospital pues pasados ya unos meses todo el mundo sabía que éramos algo más que compañeros. De hecho levanté la envidia de alguna otra examante del enfermero por haberlo retenido tanto tiempo a mi lado.

Entonces empezamos a planificar de otra forma nuestra vida en común. Él seguía viviendo en su piso compartido y sólo venía a dormir a casa cuando así habíamos quedado. Decidimos hacer escapadas juntos para no caer en la rutina.

Una de ellas fue a la costa de Cádiz. Aprovechando la temporada baja del otoño nos reservamos un apartamento en los Caños de Meca para disfrutar de las playas, solitarias en esa fecha, los restaurantes aunque ya no fuese temporada del atún rojo, y por supuesto los paisajes espectaculares con los atardeceres rojizos de otoño.

El irnos entre semana favoreció la tranquilidad de los lugares que visitamos asegurando sentarnos en terrazas de restaurantes de vistas increíbles y disfrutar del sol en playas casi desiertas. Así descubrí que a Edu le gustaba practicar el nudismo pues cuando anteriormente habíamos estado en verano en la costa estaban todas las playas abarrotadas y no me había comentado nada. Pero en la playa de los Caños al pie de la Breña semiocultos entre pinos y dunas estábamos muy alejados de mirones y Edu prescindió de su habitual bañador ajustado mientras que yo me sentí más cómoda practicando mi habitual topless con mi braga de bikini negra.

Era un espectáculo ver a mi chico desnudo. No entiendo a las mujeres a las que la desnudez masculina no enciende porque yo llevaba toda la tarde tontorrona viendo a aquel portento de macho ir varias veces al agua a bañarse. Le gustaba broncearse pues como me había explicado en los entrenamientos de remo deben tener la piel curtida para no quemarse. Aparte de crema solar él sabía que si previamente ganaba color moreno su piel estaba mejor protegida.

Además Edu evidentemente era presumido. Las camisetas ajustadas y monos con los que competían les dejaban marcas del sol en brazos y muslos. El motivo por el que empezó a hacer nudismo fue eliminar esas señales, especialmente de los muslos pues no es raro ver a los remeros por el río con el torso desnudo para delicias de las damas. Aunque también había mucho de narcisismo. Edu era consciente de su increíble anatomía y no perdía ocasión de lucirla. De modo que el pulpo no era patrimonio exclusivo de sus amantes sino que cualquier mujer que se cruzara con él en la playa podría disfrutar de su tentáculo balanceándose entre sus muslos al caminar.

Aunque el sol calentaba no me apetecía bañarme, pero Edu si se zambulló varias veces regalándome la estampa de su cuerpo desnudo y mojado acercándose hacia mí que lo observaba con mis gafas de sol permitiéndome recorrer su anatomía pudiendo deleitarme en el bamboleo de su churra apenas afectada ya por el agua más fría del otoño. No sé si se llegaría a percatar de como me mordí el labio o si mis pezones estaban empitonados por la brisa marina o el deseo que empezaba a acumular.

Pero también empezaba a ser consciente de algo. El enfermero y yo éramos amantes y nada más. No habíamos construido una relación en los meses que llevábamos acostándonos y en realidad nuestros estilos de vida eran tan distintos que difícilmente podríamos llegar a más de lo que ya teníamos. Y aunque esa idea me rondaba la cabeza desde hacía semanas, en aquel viaje se me hizo muy evidente, aunque en cuanto aparecía el sexo se me difuminaba el pensamiento. Y sí observándolo de pie secándose al sol en los rayos ya mortecinos del atardecer esa idea se me había disipado totalmente y era mi entrepierna la que empezaba a mandar con cierto cosquilleo y roce de muslos.

Edu se tumbó boca arriba en la toalla y yo mimosa me eché en su abdomen acurrucándome.

-¿Tienes frío?- me preguntó apoyando su manaza algo fría por el baño en mi espalda.

No contesté mientras mi dedo paseaba por su ombligo. En realidad tenía frío. Pero a la vez calor. Mi dedo dibujaba la cabeza del pulpo y sentí un impulso. No era la primera vez que me ocurría en una playa pero con Edu era distinto. Ya habíamos follado en un vestuario y el coche, y nos habíamos metido mano en un ascensor con besito en su polla incluido. Además estábamos alejados de otra pareja que se veía a unos 90 o 100 metros en actitud cariñosa. ¿Por qué no?

Mi dedo continuó rodeando los tentáculos del pulpo hasta llegar al más largo. Edu no dijo nada pero apoyó los codos incorporándose ligeramente. Al llegar al extremo de su prepucio con mis dedos tiré de él descubriendo parte de su glande. No decía nada por lo que interpreté que había vía libre, así que adelantando mi cabeza lo pasé por mis labios notando un ligero sabor salado que confirmé pasando la punta de mi lengua.

Se dejó caer hacia atrás apoyando su mano en mi cintura doblada por el frío que tenía pero a la vez para poder acceder desde su barriga a su polla. Introduje su glande completamente en mi boca rozando mi lengua contra su suavidad sintiendo como su polla empezaba a cobrar vida creciendo y endureciéndose. Mi cosquilleo ya era humedad y el sonido del mar apenas acallaba mi gemido mimoso ni su respiración profunda.

La longitud de su polla me permitía manejarla para pasarla por mis labios y mi boca sin tener que incorporarme así que mientras chupaba su cabezona mi mano amasaba sus cojones generosos que apenas unos minutos antes vi colgones y mojados acercarse hacia mí bajo el balanceo de mi postre.

Ya no sé si alguien podía vernos pues había cerrado los ojos concentrando mis sentidos especialmente en el gusto y el tacto y agudizado cuando Edu empezó a acariciarme una teta ronroneando al sentir la dureza casi dolorosa de mi pezón. Ahí ya pasé mi brazo por encima de su abdomen agitado y empecé a mamar y tragando cuanto podía de su pollón ya totalmente duro y brillante dispuesto para mí.

El chup-chup de mi mamada era rítmico pero su gemido no y supe el motivo cuando con voz ronca me dijo:

-Como sigas así me vas a ordeñar en nada ¿no quieres que te folle?

Me quedé un instante saboreando mi pieza, que ya había perdido el exceso de sal disuelta en mi saliva y sin contestar me puse de pie ante la expectación de Edu y me sacudí la arena del muslo y las nalgas para poder sentarme sobre el mástil bien lubricado.

Me senté sobre su polla estrujándola con mi peso sobre su pubis y Edu me ofreció su boca. Me resultó muy dulce comparada con el sabor salado de su churra que ni su líquido preseminal consiguió cambiar demasiado. Como ya me conocía no tomó ninguna iniciativa dejando que fuese yo quien me decidiera a iniciar la cópula apartando la braga para empalarme. Lo hice despacio a pesar de estar bien lubricada para sentir como se abría paso en mi vagina mi festín de unos segundos antes. Con Edu la sensación de plenitud era evidente.

Pero en vez de cabalgarlo me eché adelante sobre su pecho cediéndole a sus caderas la iniciativa de marcar el ritmo. Tras acomodarse y alcanzar la posición optima en varias penetraciones de tanteo la fuerza de sus músculos y su resistencia iniciaron una follada rápida e intensa que me hizo olvidarme del sitio donde estaba y de que alguien pudiera vernos u oírnos dejando que mis gemidos se propagaran en el aire.

Siempre me gustó follar duro. Y a Edu también. En cinco minutos estaba temblando de placer despatarrada sobre mi macho. A pesar de saber que yo ya me estaba corriendo siguió machacándome hasta que rogué que parara con un hilito de voz. Le encantaba matarme de placer. Y a fe que lo conseguía.

Satisfecho me envolvió entre sus brazos. Pasé en pocos minutos del sofoco del orgasmo a sentir algo de frío que sólo el calor de su piel en mi pecho y barriga combatían. Debió notarlo y me propuso irnos. Sin darnos cuenta se había ido el sol y empezaba a oscurecer. Sin el calor del sol se hacía patente la estación en que estábamos.

Me propuso irnos al apartamento y darnos una ducha caliente antes de irnos a cenar. Aún sentada sobre él me puse la camiseta larga que había utilizado como vestido de playa. Pero al levantarnos me di cuenta de que Edu seguía medio empalmado. Aunque esa misma noche o al día siguiente habría más sexo no podía dejar que se fuera así cuando había sido yo la provocadora. Antes de que se pusiera unas bermudas que había traído me arrodillé delante suya.

-¿Qué haces?- me preguntó dando por hecho que nos íbamos.

Tiré de su mano para que se acercara más a mí y sin más cogí su polla con la mano descapullándola. Su glande seguía sensible y sus venas rápidamente volvieron a hinchar su pedazo de carne caliente. Sin responder empecé a chupar despacio recreándome de nuevo en esa fuerza de la naturaleza.

Con Edu de pie y yo de rodillas no era difícil desde la distancia saber qué hacíamos pero en la playa sólo quedaba la pareja del fondo que por los movimientos parecía estar haciendo algo parecido a nosotros. Tras volver a ensalivarlo bien levanté la mirada y le dije:

-Ahora vas a ser bueno y me vas a dar todo ¿verdad?

No contestó pero empezó a pajearse con fuerza. A pesar de la oscuridad ver la tensión de los músculos de su brazo y abdomen recorriendo con su mano la longitud de su falo era una imagen increíble. Yo mientras pasaba mi lengua por su glande. Para ayudar empecé a provocarlo:

-Hoy me tienes muy caliente…mira cómo me has puesto- decía pasándome la mano por la braga- Estoy muy caliente todavía por lo pollazos que me has dado. ¿Me vas a dar postre?

Edu no decía nada pero se machacaba con intensidad. Menudo meneo tenían sus pelotas. Quise provocarlo más

-Me tienes tan cachonda que me da igual donde me lo eches…te dejo elegir…

Por fin habló:

-¿Estás segura?

-Ajam…estoy muy perrita…

-Te lo echo con la condición de que no te lo puedes limpiar…

Pensé que querría correrse en mi boca o en mi pecho y volví a quitarme la camiseta. Además aproveché para acariciarle el bajo vientre y las pelotas con la boca abierta en espera. Pero cuando la tensión de sus muslos y la intensidad de su mirada me anunciaron que ya venía fui a atrapar su glande con los labios pero me apartó con la mano a un palmo viendo como un primer lefazo me caía en el pelo. Otro en la cara obligándome a cerrar los ojos y el resto con menos fuerza entre mi barbilla y el pecho.

Efectivamente tuve que regresar sin poder limpiarme al apartamento. No sé si alguien se percataría de que serían los churretones que llevaba en la cara y el pelo, pero el cabrón se rio bastante al cruzarnos con dos señoras en el trayecto entre el coche y el edificio de apartamentos. Lo gracioso es que mi aparente cabreo era tan falso como que acabamos partidos de risa al entrar en el alojamiento y terminamos echando otro polvo más sosegado.
Voy a dejar de gritar Marta!!!! Edu!!!!!! Bamboléame!!!!
 
Aquellos días de playa fueron una muestra más de que en realidad lo que había entre Edu y yo era algo físico, pero nada metafísico. La atracción sexual y la forma en que lo practicábamos juntos era el principal vínculo de unión, pero ni habíamos hablado de objetivos, ni de futuro.

Y ahí empezó mi problema. No estaba enamorada de él como tampoco lo había estado de Borja. Al menos ahora sí disfrutaba de sexo y morbo a raudales. Pero nada más. Y no era el fantasma de Luis, bastante alejado ya a esas alturas, pero sí los sentimientos compartidos con él, los que me hacían reflexionar sobre mi situación personal.

Estaba en mi último año de residencia y aunque el doctor García me garantizaba un puesto en la clínica privada y daba por hecho mi continuidad como adjunta, mi futuro no estaba asegurado al 100% en la ciudad. Y si por necesidades laborales me tuviera que mover, Edu no me ataba suficientemente.

Esa percepción lejos de entristecerme me alegró, pues marcaba mi propia definición como mujer profesional independiente que llevaba años luchando por construir. Sabía que Luis se había casado y era funcionario. Me alegraba enormemente por él pues había conseguido asentar su camino. Incluso sin tener razones para ello me sentía orgullosa de que se hubiera sacado dos carreras y asentado su vida junto a otra persona. Sabía que cuando madurara lo conseguiría, y como yo misma le había predicho al despedirnos en aquel tren que me llevaba a Córdoba tras reencontrarnos después de nuestra ruptura, el futuro diría. Y había dicho bien. Él había conseguido sus objetivos y yo los míos.

Sólo me quedaba un reproche. Y es el de culparlo de haber vivido algo tan intenso con él que ahora me impedía sentirme enamorada de nadie al comparar mis sentimientos. Nada más. La sombra de ese amor adolescente en mi caso era muy pequeña pues yo había cumplido mi primer objetivo. Y qué leches, llevaba meses follándome al tío más buenorro del hospital. Así que como yo misma le había dicho a él tras despedirme aquella vez. Si el amor tenía que llegar a mi vida de nuevo, ya llegaría, porque quien en realidad se había bajado de aquel tren en la primera parada no había sido Luis, sino yo, a pesar de lo que ocurrió en el verano posterior.

Pero si algo ha caracterizado mi vida siempre ha sido mirar más hacia adelante que hacia atrás a pesar de redactar mis memorias. Y mi adelante en ese momento era seguir completando la formación en mi especialidad médica y mejorar mi vida social. Ya que Edu no me acompañaba en muchas de mis reuniones o aficiones no opté por dejarlas. Sino que cuando no teníamos planes juntos yo me apuntaba con las amigas de Amelia, la esposa del doctor García, y por supuesto no dejé de asistir a mi temporada de ópera o el festival universitario de jazz. Quién iba a decir que aquella niña de familia escasa de recursos que vivía en un barrio difícil y se había visto envuelta en ajustes de cuentas y líos de traficantes de droga ahora se codeaba con la sociedad media alta de la capital de Andalucía.

No eran pocas las señoronas que me presentaban a sus hijos en alguna recepción o estreno de ópera. Pero Amelia siempre me decía con cierta guasa: “No pierdas el tiempo con estos niños de papá mientras disfrutes del bombonazo que tienes. Y si lo sueltas avísame por si me canso de Paco…” No me imaginaba a Amelia y Paco García rompiendo un matrimonio que me provocaba la envidia más sana del mundo.

No sé cómo aquella Navidad convencí a Edu para acompañarme un fin de semana a Córdoba para ver a mi tía. No fue fácil pero conseguí venderle que no era mi madre (aunque en realidad le debía casi tanto como a ella). El fin de semana antes de Nochebuena llegamos a la ciudad, y aunque Edu quería que nos alojáramos en un hotel yo me negué teniendo un dormitorio que mi tía encantada había preparado para los dos incluso poniendo una cama más ancha. Como se lo dije justo el día antes ya no había podido negarse a ir.

Mi tía lo recibió tan encantadora como siempre, y aunque ya lo conocía por fotos, no dejó de sorprenderse por la percha de mi enfermero, altura y anchura. Aunque no le iba a reconocer que mi Edu era grande en todos los aspectos. Eso era más charla de amigas que una confesión a una tía a la que empezaba a ver mayor, especialmente cuando se ponía las gafas de cerca.

Entiendo que no fue cómodo para él aquel fin de semana. Al menos muy diferente de lo que él solía esperar cuando nos escapábamos juntos. Por la noche pese a que lo busqué se negó a hacer nada en la cama. Se moriría de la vergüenza al desayunar al día siguiente con mi tía conocedor de mi escándalo al follar y cierto crujido que tenía la cama. Por más que le dije que aguantaría mis expresiones de placer como cuando habíamos tenido sexo en el vestuario del trabajo no hubo forma de convencerlo.

Pero aun fue peor cuando le expliqué que la pareja con la que habíamos quedado para comer al día siguiente eran mi exnovio y su nueva pareja. Se quejó de que aquello sonaba a encerrona y estuvo muy callado durante el almuerzo a pesar de que la nueva novia de Borja se veía una niña bastante agradable. ¿Sabría ella que yo era la ex?

Cuando nos despedimos de la pareja y nos fuimos solos a pasear por el centro y ver el alumbrado navideño de la capital califal Edu estalló enfadado, y más cuando con desdén le dije:

-¿Qué tiene de malo fardar de novio delante de mi ex?

-¿Eso soy para ti? ¿Un objeto del que presumir?

-Estás de coña…

Pero no lo estaba. Menudo cabreo tenía. Nunca habíamos tenido una discusión así. Tampoco fue un enfado grave y al rato se le fue pasando, aunque estuvo serio todo el fin de semana.
 
Podría juntarme en parejas con una ex si es que la conociera mucho tiempo, pero con alguien como Borja me parece innecesario. Siempre es incómodo presentar a las nuevas parejas.

En todo caso, se hubiera guardado que eran ex parejas y sólo que eran amigos.

No sé, es mi punto de vista. Trato de no complicarme innecesariamente.
 
Podría juntarme en parejas con una ex si es que la conociera mucho tiempo, pero con alguien como Borja me parece innecesario. Siempre es incómodo presentar a las nuevas parejas.

En todo caso, se hubiera guardado que eran ex parejas y sólo que eran amigos.

No sé, es mi punto de vista. Trato de no complicarme innecesariamente.
Sí, en realidad sobraba esa reunión.
 
Tengo poco tiempo y solo diré una cosa.
“Eso era más charla de amigas que una confesión a una tía a la que empezaba a ver mayor, especialmente cuando se ponía las gafas de cerca.

Mayor y gafas de cerca.
Me has hecho sentir viejo, eso es por lo del meriva, no?
 
Tras mi recaída con Luis en la residencia y nuestra despedida de novela rosa temí que volviera a la carga como tras haber roto en Navidad. Pero me sorprendió comportándose de forma moderada y retomando la misma actitud amistosa que tuvo al principio de nuestra ruptura. De vez en cuando charlábamos contándonos qué hacíamos. Por supuesto él tenía más vida social que yo, pues la mía estaba muy limitada en mi barrio después de haber pasado años alejada de allí.

Su actitud me resultó tan tranquilizadora que cuando tuve que ir a Sevilla a informarme de las posibilidades de uso de mi beca incluso lo avisé para vernos. Era un viaje de ida y vuelta en el día por lo que no había peligro de recaída.

De nuevo mi actitud podría parecer contradictoria. De huir de él a avisarlo para vernos. Pero es que mis sentimientos por Luis eran verdaderamente contradictorios. Tras regresar de Granada me había masturbado varias veces rememorando los polvos que habíamos echado. Yo misma me autocastigaba después por el error, pero cerrar los ojos y transportarme de nuevo a aquella habitación de la residencia donde hicimos el amor dos veces despertaba en mi cuerpo sensaciones que había olvidado durante los meses anteriores.

Un día en la ducha acariciándome mi zona íntima mientras el agua tibia caía por mi piel me di cuenta de que seguía colgada por él de una forma especialmente física cuando mi madre me gritó desde la cocina que estaba gastando demasiado gas e iba a acabar con la bombona de butano. Por eso estar con él y controlarme sería una especia de terapia, de prueba a superar como la del alcohólico que le sirven una copa de vino.

Pero iba a ser una dosis pequeñita. Organicé todo para estar a primera hora en la ciudad, acudir a un centro de investigación en el Parque Tecnológico de Cartuja donde tenía una oficina la Sociedad Española de Cardiología desde donde coordinaban los proyectos de investigación en distintos hospitales de Andalucía. Tenía que entrevistarme con quien en el futuro se convertiría en mi mentor y aún no lo sabía, el doctor Francisco García. Era toda una eminencia, tanto en uno de los hospitales universitarios, como en una clínica privada y la propia sociedad.

En la entrevista él me explicaría como funcionaría la beca si optaba por quedarme en Sevilla y los cursos que debería hacer allí mismo para continuar con la formación programada para los becados y de paso yo debía justificar mi interés. Parecía una entrevista de trabajo, pero la pasión que ese hombre le ponía a su trabajo me terminó de convencer de que debía quedarme en la ciudad aun a riesgo de recaer con Luis.

De todos modos a él le quedaban dos años más de carrera en Granada y yo sabía que en Sevilla no había Escuela de Traducción, pues en aquella época sólo tenía una facultad en Granada para toda Andalucía.

Salí tan encantada de la entrevista, especialmente por cómo me animó el doctor García a optar por su proyecto que casi me olvido de que había quedado con Luis. Así que saliendo de la entrevista lo llamé para decirle que cogía el autobús un rato más tarde. Respondió que se vestía y venía corriendo pues su casa estaba cerca.

Mientras Luis llegaba entregué en el registro del centro de investigación mi documentación para proceder una vez aceptada a hacer el traslado de matrícula en la universidad, por lo que tendría que volver más adelante a Sevilla para formalizarla y buscar alojamiento.

Luis me encontró saliendo por la puerta. Quedaba poco tiempo para coger mi autobús por lo que cruzamos la pasarela de la Cartuja para llegar a la estación de autobuses. Teníamos algo más de media hora y nos tomamos un café frente a la estación.

Se le notaba ansioso por saber y yo no quería darle la noticia de que me quedaba en la ciudad pues me temía que volviera a la carga. Pero cuando preguntó directamente tuve que contestar.

-Bueno, ¿y qué papeles has echado hoy aquí?

-No te hagas ilusiones, Luis. Todavía no sé dónde voy a estar el próximo curso. Tengo reserva de plaza en las facultades de las tres ciudades, ya me he ocupado de ello, pero le instituto que me beca como te dije tiene tres sedes en España y una está aquí- mentí.

-Y has venido a solicitar plaza aquí…

-No. Bueno, sí. He venido aquí porque es el que me pilla más cerca de mi casa pero todavía no me dicen si tengo plaza aquí. Todavía puede tocarme en Madrid o Barcelona.

-Ojalá te toque aquí…

-Pero si tú no vas a estar, tontaina, jajaja.

-Pero puedo venirme todos los fines de semana.

-Que es cuando yo me iría…

-Que difícil te gusta ponerlo todo.

-Luis, yo siempre he sido la racional y tú el impulsivo. Yo la fría y tú el caliente…

-Bueno, a caliente tú también…

-No me refiero a eso, jajaja. Digo de mente. No te lo tomes como un obstáculo, simplemente plantéatelo como que porque yo me venga aquí no nos vamos a ver constantemente. Tú estudias allí y yo puede que aquí. Pero vamos a seguir separados.

Tenía necesidad de dejárselo claro pues prefería poner el parche antes del pinchazo a sabiendas de que me quedaba en la ciudad.

-Verte más que el año pasado para mí ya es un premio.

-Como ex novio cursi no tienes precio, jajajaja.

-No te rías de mí- respondió molesto- Puedo decírtelo así y de otras maneras pero en todas me rechazarías. Desde empezar por lo bonita que vienes con ese vestidito y el maquillaje que te has puesto hasta la alegría que me da verte tan pronto después de nuestra última despedida.

-Bueno, vengo algo arreglada porque tenía una entrevista esta mañana. Hay que dar buena imagen.

-La tuya es impecable… Claudia, no te estoy diciendo que por tu estar aquí y yo verte los fines de semanas vayamos a ser pareja de nuevo. Sé que no lo quieres y no voy a insistir, pero me ¿negarás verte?

Siempre tan zalamero. Primero me saca la sonrisa y después me lanza el dardo. ¿Le negaría el vernos? Sí…o quizá no. No podía responder y devolví una pregunta:

-¿Por qué no esperas a que sepa dónde voy? Prefiero que no digamos nada que el tiempo y la circunstancias conviertan en nada. Luis, ten paciencia. Controla sus impulsos. Recuerda lo que hablamos.

-Y la voy a tener. Por ti toda espera merece la pena.

Su positividad en ocasiones resultaba divertida y me hizo reír:

-No tienes remedio, jajaja. Pero hay que quererte como eres.

-Entonces me quieres…

-Ains, que cansino eres. No voy a tener otra vez la conversación contigo.

-Vale, pero al menos me avisarás con lo que te den o al menos cuando sepas donde vayas.

-Claro. Serás el primero en saberlo…- volví a mentir.

Pero mi respuesta lo dejó tan satisfecho que cambió de tema. Pero cuando insistió en volver a vernos con la excusa de perder el autobús zanjé el tema. Pagamos en la cafetería y cruzamos a la carrera la avenida pues se cerraba el semáforo. Luis me tendió la mano pero no se la cogí.

Efectivamente el autobús ya estaba en el andén y la gente subiendo. Me fui con prisa a la puerta y tras reconocerle que tendría que volver en verano a la ciudad me despedí de él con un abrazo. De forma espontánea le di un pico del que me arrepentí ya sentada en el asiento del autobús. Su cara de felicidad mirando desde el andén me confirmaba el error.

Quería estudiar en Sevilla pero me daba miedo retomar la relación con Luis. El problema es que si seguía viéndolo el riesgo de dejarme arrastrar de nuevo por el torbellino de personalidad sería mayor. Pero no iba a renunciar a mis deseos. Tendría que ver cómo hacerlo, porque en realidad yo no tenía ni idea. Ya ni sabía si de verdad quería hacerlo.
 
Imbuida en mi traslado y con las ideas claras de mi destino me pasé el verano arreglando papeles y pensando qué hacer con Luis. Finalmente pasé unos días con Lourdes en la playa. Aunque estaban sus padres en el apartamento nos pasamos casi todo el tiempo las dos solas en la playa o la piscina. Como buena amiga me apoyaba en todo y especialmente en una cosa: ella mantenía la amistad con Luis aunque se veían muy poco. Pero no le perdonaba su actitud. Si de verdad estaba por mí, ¿qué juego se traía con Marta? Y además con sus amiguitas…

Lourdes lo tenía muy claro. El Luis de ahora ya no era el mismo que habíamos conocido en la residencia, y si yo me planteaba algo con él sabía que terminaría mal. En eso mi amiga no difería demasiado de mi propio pensamiento.

Su problema además era que con Víctor las cosas tampoco iban demasiado bien. Se había vuelto taciturno y comodón. Cada vez menos cariñoso pero sí más exigente en lo sexual. Cada vez que ella no tenía ganas o no le apetecía alguna práctica él se lo tomaba mal. Y ella notaba que esa era muy mala señal.

Yo no me sentía capaz de aconsejarle. Venía de acostarme con mi ex que me había puesto los cuernos de mil formas. Así que ni podía reprocharle más dureza con su novio ni afearle que aguantara tales vejaciones. Echaba de menos haber tenido alguien así como Lourdes en Bolonia pues nunca fui tan abierta con Erika.

Apenas regresé a mi pueblo tuve una conversación por mensajes con Luis que confirmaba todo lo hablado con Lourdes. Él iba a insistir y yo tenía que evitarlo. Y si nos veíamos muy seguido el riesgo de acabar en sus brazos era inevitable. Por suerte Luis había perdido cierta confianza con Víctor y no se enteró de mi escapada con Lourdes, o al menos no la sacó a colación para forzar ese reencuentro metiendo a nuestros amigos por medio.

También pasé otra semana con mi tía en la costa de Cádiz. Ella era una segunda madre para mí como ya he contado, pero en muchos aspectos era también como una buena amiga, a la que podía contar mis confidencias y pedir consejo. Algo que no era capaz de hacer con mi propia madre. Una tarde sentadas en arena mientras tomábamos el sol esperando el ocaso me preguntó por Luis. Ella sabía que habíamos cortado pero como si intuyera que había pasado algo más, o quizá sabedora de mi marcha a Sevilla, quiso saber mis sentimientos hacia él.

-Lo he visto un par de veces desde mi regreso de Bolonia- respondí incómoda.

-¡Qué bien! ¿Y qué tal

No entendía su forma de celebrar cuando era conocedora de que habíamos terminado hacía tiempo. Yo no sabía por donde iban sus comentarios, así que me quedé callada cortada y ella insistió:

-Quiero decir que a pesar de haber acabado mantenéis vuestra amistad intacta…

-Bueno…

-¿Hay algo más que yo no sepa?- preguntó curiosa.

De nuevo mi silencio fue elocuente y fue ella la que adivinó que había novedades.

-¿Habéis vuelto?

-No.

-Hija mía, si no hablas más no me entero de nada.

Al pensar si decirle que me había acostado con él empecé a sentir vergüenza. ¿Cómo alguien que había sufrido una ruptura como la mía con él podía ser tan tonta para volver a tropezar en la misma piedra?

-Claudia, nena. ¿Ha pasado algo malo entre vosotros?

-Bueno…no…sí…

-Espero que no seas igual de espesa en las entrevistas esas que has hecho para la beca, jajajaja.

Entonces pasó por delante de nosotras un grupo de quinceañeros que me miraron descaradamente las tetas desnudas al sol y me imaginé a un Luis salido que sólo miraba a las chicas por el deseo del sexo, aunque eso incluyera engañarme y yo fuese una presa más…

-Me he liado con él- solté enfadada.

Mi tía se quedó muy cortada pero al fin reaccionó:

-Sé que te gusta mucho ese chico, pero no pareces contenta.

-Y no lo estoy, tía. He caído como una tonta y ahora corro el riesgo de vivir colgada de ese tío viéndolo todos los fines de semana.

-Espera. A ver, vamos por partes.

Tomé aire y le conté lo ocurrido en la residencia cuando había ido a Granada precisamente buscando evitarlo y cómo le estaba ocultando que ya tenía decidido irme a seguir mis estudios en Sevilla.

-Hija mía, los sentimientos son difíciles de controlar. Entiendo que estás muy enamorada de ese niño, pero también que esa relación te hace daño. Comprendo que te dejaras arrastrar por las emociones y los recuerdos, pero el sexo tiene sus consecuencias…

-¿Me vas a sermonear por algo que yo misma sé que no estuvo bien?

-No- me respondió con una sonrisa cariñosa en su rostro iluminado por los últimos rayos de sol de una tarde agosteña- Yo no soy la mejor persona para aconsejarte en relaciones. Pero déjame terminar mi frase. Te decía que entiendo que los recuerdos, las emociones, los momentos difíciles…nos hagan querer recobrar la felicidad vivida. Y sé que has sido muy feliz con ese chico. Pero también sé que lo has pasado muy mal por su culpa. Sé también que esa cabecita tuya ha luchado mucho para priorizar en tu vida los estudios a ese chico. Que quisieras evitarlo ya es muy indicativo. Pero ahora se te abre un tiempo incierto. Vas a tenerlo cerca y lejos a la vez. ¿Qué te da miedo?

-Volverme dependiente de estar con él.

-¿Sólo eso?

-No. También tengo miedo de no saber pararlo. De que se meta en mi cama cada vez que quiera mientras yo me cuelgo cada vez más de él.

-¿Y por qué temes eso?

-Porque sé que me promete cosas que no va a cumplir…

-Claudia. Yo no he dicho nada. Tú lo has dicho todo…
 

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