NUEVAS EXPERIENCIAS.
Tengo la piel erizada, no sé muy bien si por el frío de la desnudez, o por la espectativa.
Mis pezones se ha puesto tumefactos, erguidos y duros.
Me miro, un vistazo rápido, para autoconvencerme de que no se me ve tan mal para mi edad...
Dudo, es algo nuevo para mí, nunca lo he experimentado y la prevención se mezcla con la curiosidad. Me has hablado tanto de ello, me has prometido que será placentero y agradable, que el contraste de sensaciones es algo imposible de describir, que tengo que probarlo, me has jurado que si no lo soporto, si me resulta desagradable, lo dejaremos en ese mismo momento...
Me lanzo, no lo pienso más.
No más abrir la puerta, te veo, en tu espléndida desnudez.
El calor me envuelve como una sábana, mi cuerpo arde de repente y una ola de rubor me enciende.
Mis ojos vagan por el recinto, observan los detalles, las brasas, tú. Un manojo de ramas en un recipiente, tú. La madera que recubre el recinto, tu cuerpo desnudo, tú . Un lugar preparado para tumbarse o sentarse, tus ojos inquisitivos, tú. La puerta por la que he entrado, tu sonrisa,tú ...
Con un gesto, sin una palabra, me invitas a tumbarme.
Tus manos recorren mi cuerpo, con morosidad, sin prisa, acarician, estrujan, palpan, se demoran, aprietan.
El calor reinante, tu desnudez, tus manos, mis nervios, hacen que mi cuerpo arda como una tea.
Mis ojos se cierran y mis pensamientos se vuelven inconexos, sólo disfruto de las sensaciones. El silencio, tu respiración acompasada, tus manos sobre mi piel, el borboteo del agua que hierve en un samovar, el olor a madera y a tí...
Un sonido crujiente me saca de mi ensoñación. Sin apenas percibirlo, ha pasado un largo intervalo de tiempo, y mi piel se ha ido perlando de gotas de sudor, que resbalan suavemente.
Un zumbido y un escozor repentino sobre la piel de mi espalda es la primera noticia que tengo de la utilidad de aquellas ramas que yo creí atrezzo.
Los cintarazos suaves y acompasados con que me flagelas, hacen que pequeños gemidos involuntarios escapen de mis labios entreabiertos.
Los azotes van ganando en fuerza e intensidad, y mi cuerpo responde a ellos con pequeñas contracciones, y un enrojecimiento paulatino. Las sensaciones que me recorren, cada vez que me golpeas, son como pequeñas descargas eléctricas; mi cuerpo se relaja brevemente entre golpe y golpe, como si, por su propia iniciativa, quisiera anticipar cuando llegará el próximo.
Es una sensación extraña, diferente; la combinación del calor, tu presencia, tus manos y la confianza implícita en tu saber hacer, mezcladas con la controlada violencia de los golpes, forman un todo placentero, en contra de lo que había imaginado, y mi cuerpo reacciona agradecido.
De pronto, y sin aviso previo, los golpes cesan.
A través de mis sentidos agudizados, siento cómo te separas de mí. Oigo tus pasos y la puerta al abrirse.
Un chorro de agua helada cae sobre mi cuerpo ardiente, haciéndome exhalar un chillido de sorpresa.
- Ahora puedes ponerte el albornoz, vamos a tomar el té. La sauna rusa no es tan terrible, ¿ verdad ?